¿Es representativa la primera semana de un Gobierno de lo que terminará siendo el conjunto de su trayectoria? Los ejemplos recientes no arrojan una respuesta clara a esta pregunta.

Lo normal es que los primerísimos impactos de un ejecutivo recién constituido se difuminen en el vaivén de cuatro años de acontecimientos. Pero es probable que el final de Mariano Rajoy empezara a escribirse con la subida de impuestos aprobada nada más cambiar el colchón de Moncloa.

¿Recordaremos algo del viaje a Israel, Palestina y Egipto de Pedro Sánchez el día en que acabe esta legislatura? La apuesta conservadora se inclina por el no. Pero eso no significa que no hayamos recibido claves muy útiles para saber a qué atenernos en lo venidero. 

Solemos recurrir a las ideas de "música" o "letra" cuando queremos decir que unas cosas se parecen a otras, responden al mismo criterio, comparten un marco. Aquí quizá sea más ajustado desempolvar los apuntes de la asignatura y echar mano del "bajo continuo" del barroco, considerado en ocasiones como un elemento muy influyente en el jazz. Una base sobre la que se construye todo lo demás. Un "sample" que va a unificar el sonido de todos los aspirantes a hit que el Gobierno lance al mercado musical en los próximos años. 

Por eso nos resultan tan admirables como inútiles las interpretaciones en clave internacional que se realizan de la actuación de Sánchez en Oriente Próximo. Porque no hay más mensaje que el que se difunde para consumo interno.

El presidente aprovecha la coyuntura: el conflicto palestino-israelí es uno de los asuntos que más polariza a una opinión pública española generalmente indiferente hacia la escena extranjera. De ahí que no dedique una porción de sus reflexiones a las consecuencias que su actitud hacia Netanyahu pueda tener pasadas las fronteras.

Todo está dentro del guion. También la reacción de la oposición y de sus medios afines. Se trata de reforzar la argamasa que le ha permitido revalidar mandato contra todo pronóstico

Podríamos decir que es el primer ladrillo del muro. Pero para estar recién anunciado, la construcción luce ya muy avanzada. Ese bajo permanente de "nosotros contra ellos" parece muy serio aspirante a eso que aludíamos antes: un sonido unificador de todos los asuntos que desde Moncloa se va a intentar situar en el centro del debate. 

No puede negarse que esté funcionando. Que los miembros del Ejecutivo y las portadas de la prensa de referencia acusen alegremente a los jueces españoles de prevaricación ya es mero "easy listening" de fondo en sala de espera de consulta médica. Hasta el presidente del PP parece haber comprado el argumentario: hablamos demasiado de la amnistía. 

El otro día, una cajera de supermercado pedía en la radio que nos pusiéramos en su piel: se pasa casi dos meses oyendo villancicos en su puesto de trabajo. Ni el James Stewart pletórico al final de ¡Qué bello es vivir! podría soportarlo. 

Pues ahora imaginen cuatro años.