El argumento jurídico-político que maneja el palestinismo para deslegitimar al Estado de Israel es el del derecho del primer ocupante, argumento mítico donde los haya. Se trata de suponer que algo así como un pueblo palestino (una nación, si se quiere) fue despojada por los "colonos" israelíes cuando el movimiento sionista (el nacionalismo judío con Theodor Herzl a la cabeza) se desencadenó a partir de finales del siglo XIX.

Se supone que aquello era propiedad del "pueblo palestino", de confesionalidad mayoritariamente musulmana, en el seno del todavía vivo Imperio turco.

El hecho, sin embargo, es que no existió un ordenamiento político palestino en ningún momento anterior a la fundación del Estado de Israel, que tiene en el 14 de mayo de 1948 una fecha precisa de inicio. Un vago, mítico y legendario momento fundacional de Palestina que justifique la repulsa del Estado de Israel como Estado invasor (la coartada o excusa de la "ocupación") no tiene mayor sentido que aquel mito de los terrígenos, relacionado con la figura de Cadmo, que contaba Platón en su República.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, durante su reunión con Joe Biden en Tel Aviv este miércoles.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, durante su reunión con Joe Biden en Tel Aviv este miércoles. Reuters

Se habla del pueblo palestino como si estuviera enraizado, en contacto telúrico, con ese entorno territorial del valle del Jordán y que, por ello, fuera su legítimo dueño desde el inicio de los tiempos (in illo tempore). Cuando, sin embargo, lo que había políticamente organizado, con anterioridad a la acción de la Sociedad de Naciones (tras la Primera Guerra Mundial), era el Imperio turco.

Será tras su caída, en tanto potencia perdedora en el conflicto mundial, como se producirá un nuevo orden en la región (formación del nuevo estado turco con Ataturk, mandatos y protectorados británicos y franceses por iniciativa de la Sociedad de Naciones, etcétera), poniendo en suspendo cualquier otra situación anterior.

Y es que las nuevas fronteras, y por tanto su legitimidad, procede íntegramente de esos acuerdos de paz (la Paz de París), con sus precisiones, rectificaciones y ramificaciones posteriores, y no de la historia ni, menos aún, del mito o la leyenda.

De la misma manera, Israel es resultado de los acuerdos derivados de la Segunda Guerra Mundial, y no existe fundamento jurídico político previo que esté por encima de esos acuerdos de paz y la correlación de fuerzas (incluyendo, por supuesto, la fuerza militar) que los sostengan.

El propio sionismo podrá justificar la constitución de Israel como una restauración de Judea, del Estado de David o de Salomón tras la diáspora producida por la última caída del Templo (año 70, o cuando se quiera), y la instalación de los colonos israelíes como un "regreso" (aliá). Pero esto es un modo igualmente mítico de hablar, que nada valdría si no fuera acompañado de la potencia militar de las Fuerzas Armadas israelíes (en cierta ocasión, siendo primer ministro Ehud Olmert, se le escapó una declaración en la que contaba a Israel como país armado atómicamente).

Es decir, Israel tampoco tiene una legitimidad histórica sobre ese territorio, sino política. Esto es, dependiente de la capacidad actual de ordenarlo y organizarlo. Israel sobrevivió a tres intentos de hacerlo desaparecer, por parte de los países del entorno, y las tres veces rechazó cada embestida.

Y es en ello, y sólo en ello, en donde reside su legitimidad. Considerar, en definitiva, Palestina como un territorio ocupado no tiene mayor alcance que el alcance de una petición de principio. Es decir, el alcance de una falacia.