Pedro Sánchez sigue su marcha imparable por los platós como hasta hace poco lo hacía el grupo Wagner hacia Moscú. Su capital a conquistar es el corazón del votante español. Su Putin a derrocar es la burbuja antisanchista que se ha fraguado en los medios fascistas mientras él trabajaba por sacar España adelante. 

Pablo Motos y el presidente Pedro Sánchez, este martes en 'El Hormiguero' de Antena 3.

Pablo Motos y el presidente Pedro Sánchez, este martes en 'El Hormiguero' de Antena 3.

Acertó Pablo Motos al no presentar al invitado como suele hacerlo (diciendo que "ha venido a divertirse") porque nadie se divirtió ahí. Y el que menos, Pablo Motos. Para ser un programa de entretenimiento, la entrevista al presidente del Gobierno resultó ser un soberano peñazo. Pero la realidad es que Sánchez ganó el pulso que está manteniendo con las televisiones para colocar su mensaje.

Los 30 primeros segundos fueron prometedores. El público le aplaudió y jaleó como si fuese Maluma. De color azul, porque para verano azul el suyo. Pulsera del orgullo. Sin reloj, para que destaque. Porque, ante todo, aliado. 

Está más moreno que cuando adelantó las elecciones, pero se ha dejado las suficientes canas sin teñir para que creamos que el tiempo en el puesto le ha desgastado. La evolución de su piel, eso sí, es la envidia de toda España y eso no hay quien lo niegue. 

Por si quedaba alguien en el país sin saber que el PSOE se fundó en Casa Labra, Sánchez arrancó con el dato. Nada como un presidente que conoce la historia.

Luego todo fue cuesta abajo. En cinco minutos pasaron del tuteo al usted, porque intentaron empezar como amigos, pero estaba claro que ahí no se iba a entender nadie.

¿Habla usted de mí o no habla de mí cuando critica a los medios?, quería saber Pablo Motos. Pero Sánchez, fiel a su estrategia hasta la fecha, se escaqueaba de todas las preguntas comprometidas, aprovechaba cada momento para hablar de su libro y hasta colocó un par de bromas. 

La receta del tour mediático del presidente es la siguiente.

1) Que Yolanda Díaz ha vertebrado a la izquierda de la izquierda.

2) Que le ha pillado la pandemia y la guerra.

3) Que uno de cada dos contratos es estable.

4) Que el 90% de los medios de comunicación en España son fachas.

5) Que han sacado adelante la reforma laboral.

6) Que el mundo le insulta injustamente.

7) Y que él nunca dijo que no quisiera pactar con Podemos.

Vamos, que todo ha sido un tremendo malentendido y que hablando se entiende la gente.

De vez en cuando, Sánchez sacaba el académico de la RAE que lleva dentro y nos ilustraba con una definición nueva de lo que es una mentira. ¿Qué es una mentira? ¿Y tú me lo preguntas? Mentira, eres tú.

Donde tú ves mentiras, Sánchez ve rectificaciones, que son de sabio. Para el presidente, todo es cuestión de perspectiva. 

Que Pedro Sánchez se esté repitiendo como un papagayo en todas las entrevistas es un triunfo de Pedro Sánchez. Mientras Feijóo pierde sangre por sus pactos con Vox, el público de El Hormiguero aplaudía a Sánchez cuando hacía un monólogo sobre la conquista de los derechos LGTB o explicaba lo que es el feminismo.

Lo hacía de forma inquietante, como él habla, como si fuese una inteligencia artificial. Pero lo hacía. Colocaba sus mensajes uno detrás de otro. Y cuando le sacaban la ley del 'sí es sí', afirmaba directamente: "Cometimos un error. Asumo la responsabilidad".

"No hablemos los dos a la vez que es horroroso", decía ya a las 22.43 un desesperado Pablo Motos. 

Horroroso ha sido. Porque Sánchez tiene la capacidad de ser creíble sin que nadie le crea. Interpreta perfectamente su papel de niño sorprendido. "¿Por qué se meten conmigo si yo soy buena gente?".

Que el presidente que más ha afeitado y peinado a ETA se haya llevado un aplauso al hablar con cara seria y gravedad en el tono de voz de la banda terrorista y el 11-M dice mucho de lo mal que se les está dando a los entrevistadores el asunto

Menos mal que el espectador es más listo de lo que los políticos y los periodistas piensan. Si no, hasta podría uno preocuparse de que acabaran realmente pensando lo que Sánchez quiere que piensen. Que es algo así como "pero ¿por qué odiamos tanto a este tío con lo majo que es?".