El Real Madrid está a un paso de jugar su decimoctava final de la Champions (ha ganado catorce) y se ha clasificado con brillantez marca de la casa para la Final Four europea de baloncesto. Pero un pozo de profundísima insatisfacción impide al madridista disfrutar de este momento. La cosa es seria: al Madrid le falta arraigo, al parecer, y no hay vitrina lo suficientemente nutrida para compensar este sinsabor. Al menos así nos lo hacen saber, sin anestesia, aquellos cuya sala de trofeos no tiene visos de necesitar una pronta ampliación.

Vinicius Júnior besa el escudo del Real Madrid tras su gol al Manchester City.

Vinicius Júnior besa el escudo del Real Madrid tras su gol al Manchester City. Reuters

La RAE define 'arraigo' como "acción o efecto de arraigar", lo que nos obliga a consultar el significado del verbo. Entre las varias acepciones del mismo, no hallamos ninguna que permita concluir que se trate de un verbo ajeno al Real Madrid.

Por ejemplo: "Establecerse de manera permanente en un lugar, vinculándose a personas y cosas". No se nos ocurre de qué manera se puede sostener que eso no sea algo que haya hecho sobradamente el club de Concha Espina, a menos que el desarraigo consista precisamente en haber movido recientemente su sede a Valdebebas

El Madrid está indisolublemente unido a la ciudad de Madrid desde un punto de vista histórico y sociológico, y no veo de qué modo el hecho de que, a lo largo de las décadas, el culto al club se haya extendido de manera masiva por los cinco continentes juega en contra de esa aseveración. ¿O es que quien mucho abarca poco aprieta, incluso en materia de sentimientos masivos? ¿Es menos de un sitio una cosa porque guste a mucha gente de fuera de ese sitio, además de gustar a los del sitio mismo?

[Opinión: El arraigo popular del Real Madrid]

Sólo desde un cierto aldeanismo puede sostenerse algo semejante. Aldeanismo y/o la clásica mentalidad esnob a partir de la cual las cosas pierden autenticidad (o algo así) desde el momento en que comienzan a gustar a demasiada gente. Es decir, la nouvelle vague, sí, naturalmente. Pero cuidado con considerar arte a Hitchcock o a Spielberg, que son señores cuya obra gusta más allá de las paredes de la casa donde vivo con mi primo. Y encima ganaron Oscars. No sé si catorce, pero muchos. Qué asco.

En el Madrid de la posguerra, que era una capital que pasaba hambre y frío, un orate absolutamente lúcido decidió que su club de fútbol necesitaba un estadio inmenso, mucho más inmenso de lo que la razón parecía recomendar. Y pidió a sus socios que suscribieran deuda de la entidad para sufragar la construcción de lo que hoy es el estadio Santiago Bernabéu.

Aquellos socios (economías domésticas que sufrían las penurias de una ciudad en ruinas) eran madrileños. Madrileños humildes que buscaron en los bolsillos para ayudar a hacerse grande al club que amaban. A Bernabéu se le disipó cualquier duda sobre el arraigo no bien vio la cola de suscriptores dar varias vueltas a la manzana donde estaba la sucursal bancaria que colocaba los bonos.

Se podrá argüir que eso era entonces. Que ya no. En la asamblea destinada a aprobar la remodelación del estadio, hace muy pocos años, un compromisario solicitó a Florentino Pérez que, aunque por las sólidas fianzas del club no hiciera falta, permitiera a los socios colaborar con el club de sus desvelos prestándole dinero para dicha remodelación, de forma modesta pero significativa. 

Aquel socio quería sentir lo que sintieron aquellos otros de la década de los 40. Los que estamos en el madridismo de las redes sociales sabemos sin sombra de duda que, en el eventual lanzamiento de un crowdfunding para fichar a Haaland, media provincia de Madrid se daría de tortas por participar.

Suceden dos cosas, ay: que el Madrid no necesita ese crowdfunding y que millones de seguidores de Malasia, Bombay y Chile también querrían participar. Supongo que ambos detalles nos joden lo del arraigo, no sé. 

Constituyendo como constituye una anomalía que el Madrid siga siendo propiedad de sus socios, no deja de llamar la atención que el alegato "arraiguista" contra el club blanco lo haya lanzado un seguidor de Osasuna, que es otro de los escasísimos clubes que forman parte de esa bendita anomalía. No se me ocurre una forma de arraigo más clara, contra viento y marea además, que esa que comparten ambas instituciones.

No sé qué porcentaje de los socios del Real Madrid está compuesto además por gente censada en la villa y corte. Pero en aras de contentar a quien le pueda importar esta minucia, estoy en condiciones de confirmar que son gran mayoría.