Si algo ha conseguido esta moción de censura es reconciliar a cierta derecha consigo misma en la reivindicación, siempre un tanto vacía, de una política adulta.

Ha habido elogios francamente excesivos, pero comprensibles para quienes están acostumbrados a tratar con infantes. Para ellos, para nosotros, la proximidad del viejo es a menudo tranquilizadora. Por su experiencia, por su serenidad, por la distancia que el tiempo le da sobre las cosas y que en ocasiones resulta de un cinismo reconfortante en un mundo y en un ambiente tan cargado de moralismo. Y, en los peores días, incluso por su proximidad con la muerte, que relativiza cualquier mal. 

A Tamames han llegado compararlo con un senador romano, que era el elogio previsto, aunque siempre un tanto extraño y que sólo justifica la vana y más o menos disimulada esperanza de verle protagonizar unos Idus de Marzo. 

Sánchez utiliza la moción de Vox para ayudar a Yolanda Díaz a imponerse a Podemos

Sánchez utiliza la moción de Vox para ayudar a Yolanda Díaz a imponerse a Podemos

No ha sido para tanto. Y parece que todo lo que puede llegar a lograr es el mantener este espíritu de distanciamiento que supone Vox que debería caracterizar a toda auténtica oposición.

Pero esta política adulta solo puede reivindicarse cuando la oposición hace de oposición. Cuando se muestra unida contra el gobierno y ni siquiera puede hacerlo alrededor de un candidato que ya es más viejo que adulto

Y esa es la primera advertencia, que ya nos hizo en su día Jacques Brel: es muy posible hacerse viejo sin hacerse adulto. La segunda, nuestro gran problema, es que hay mucha gente a quien crecer simplemente no le gusta. 

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Hay gente y hay políticos auténticamente reacios a la vida adulta. Le pasa a Gabriel Rufián, que sinceramente no entiende esa madurez, por otro lado tan tópica, que lleva del comunismo a la derecha. Y le pasa a quien pasa por ser la gran ganadora de la moción; esa Pocoyó a la que llaman Yolanda Díaz y a quien, finalmente, parece que entre todos han conseguido imponer como líder de la izquierda a la izquierda de la izquierda que representa el PSOE. 

Como dijimos, lo que esta moción representa es un conflicto generacional. Un conflicto que se ve en la batalla de las pensiones y en la madurez de nuestros representantes. En el fondo (freudiano de Sigmund, por lo de matar al padre que nos hizo la Transición) y en la forma, (freudiana de Lucian, por lo de la decadencia de la carne, que merece si no respeto, si al menos un poco de compasión).

Y un conflicto que marca la diferencia de esta España periférica y subsidiaria de todo lo serio, incluso de Europa, con la vecina Francia de Macron. De un Macron a quien tanto llaman adulto y racional y centrista y demás, y que a pesar de los pesares ha incendiado el país para hacer un poco lo que tocaba hacer con las pensiones.

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Mientras, aquí se mantiene la paz social, que es la máxima aspiración de los izquierdistas cursis cuando gobiernan, a cambio de hacer justo lo contrario de lo que toca y de hacerlo encima por la puerta de atrás, recurriendo de nuevo a un decreto ley para ahorrarse los engorrosos problemas que conlleva la discusión democrática y que tanto preocupan a nuestros vecinos del norte. 

Tamames le habrá servido a parte de la derecha opositora para reivindicar la política adulta. El problema, me temo, es que en la izquierda, en la calle, y en la propia oposición hay mucha gente que la rechaza y con buenos motivos

Si no ha servido para traer la política adulta, esta moción sí que puede haber servido para enterrar definitivamente la vieja política. Y así muere, como bien sabían los célebres senadores. Entre los moderados e incómodos aplausos de la oposición. Y la condescendiente indiferencia del poder.