En el ordenador, nueva carpeta de “EL ESPAÑOL” (y van cinco).

Agenda Moleskine amarilla (sol, luz, heno, puro optimismo). Después de la agenda negra del 2022 ¿será una señal?

Antes de cerrarla y olvidarme de ella, reviso mis propósitos para el año que se ha ido. No he cumplido ninguno. También eso puede ser una señal. Ya tendré tiempo de averiguar de qué. O no. 

Joan Baldoví y Mónica Oltra en la presentación de una campaña de Compromís.

Joan Baldoví y Mónica Oltra en la presentación de una campaña de Compromís. EFE

Escribo esto en la mañana del día de Reyes. Aclaro que en mi casa no es asunto menor. De eso me encargo yo. 

La ilusión, la tradición, la estética, la nostalgia y el activismo (dura la pugna con ese señor gordo vestido rojo). Es la única batalla que por ahora tengo ganada. 

Se amortigua por un rato el diapasón de la política patria. Nada como tener cerradas las Cortes, y el diwan de Pedro Sánchez entretenido en sus cosas navideñas. 

Alguno habla, sí, pero como al desgaire, sin interés ni convicción y sólo porque le toca. 

En el sumidero de cifras del 2022 se lanzan datos maquillados, inciertos, improbables, pero ¿qué más da? Al final, la única estrategia es que la tómbola de ayudas y sinecuras del Gobierno tenga tantos agraciados como desmemoriados. Hasta mayo. Luego ya se verá. 

Por si acaso, a Ximo Puig, Lambán o Page, les toca fingir por un rato que no quieren nada con el PSOE que bendice a golpistas y corruptos, que ellos son de otro partido, de uno que no existe. También confían en una amnesia selectiva. Quizás no les salga bien.  

Alejados por unas semanas de Madrid, los periféricos buscan foco. Nos topamos por ejemplo, con los de Compromís (Baldoví y Carlos Mulet) que lo mismo les da por festejar que se tape la complicidad de su compañera Mónica Oltra con los abusos sexuales de su marido a una niña, que hacerlo cuando se derriba, a golpe de piqueta, la Cruz del Ribalta. 

Los dos tienen en común, además de ser de Castellón, ser feos y odiar la Cruz. Lo uno va con lo otro –según mi opinión- porque el odio siempre ha estado reñido con la belleza. 

La llaman “símbolo franquista” y ahora van a por la de Cuelgamuros. No nos engañan. Les mueve el mismo fanatismo que a los que hoy hace ocho años entraron en la redacción de la revista Charlie Hebdo pegando tiros. 

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Los otros también tenían (tienen) su justificación. Como ellos -con Franco- la suya.  

Sigue el goteo de ejecuciones y torturas en Irán desde que empezaron las protestas por el asesinato de Mahsa Amini. Nuestras feministas de guardia siguen callando como puertas. La comunidad internacional, casi que también.

Lo mismo con las bombas que caen sobre Ucrania. El silencio cómplice de la izquierda nos dice que no hay nada moral en ella. Así lo atestigua su indiferencia, cuando no compadreo, con todas las dictaduras mundiales (de izquierdas) 

Hablando de Ucrania, Pedro Sánchez hace suyo el proverbio chino, "regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida", y niega ayuda militar a Zelenski a cambio de dar formación a sus tropas. Rusia agradece el gesto. 

Y el Rey emérito sigue sin poder pisar suelo patrio y celebra su cumpleaños en el lugar del que vino uno de los Magos. 

No se sabe muy bien por qué. Será verdad que a los reyes hay que tratarlos de diferente manera por eso de que son reyes. Si fuese un político, ya hace tiempo que hubiese vuelto a España. 

Día de Reyes. Se diluyen las portadas y languidecen las tertulias. Hoy importa más qué ha separado a Isabel de Mario que a Pablo de Yolanda. Por un día. Afortunadamente.