El Congreso de los Diputados ha sido durante dos días un gran estudio de cine, como aquellos adorables de Hollywood. O más. La Metro Goldwyn Mayer sólo tenía un león, y dos son los que custodian la puerta de la Carrera de San Jerónimo.

A un ritmo frenético, en lo que va de martes a miércoles, se han grabado varias películas de forma simultánea. En la segunda jornada, los planos generales dejaban ver las secuelas incluso entre los figurantes, con escaños vacíos que provocaron el respingo de Aitor Esteban.

Y ya tenemos los premios Oscar en sus distintas categorías. El periodismo es así: no puede esperar un año a proclamar a los triunfadores. Sólo uno logra varias estatuillas: el presidente Sánchez.

Mejor película: Vamos a ir a por todas, de Pedro Sánchez. Se trata de una cinta total, con mezcla de distintos géneros. Transita del cine de aventuras, con héroes populares que roban a los ricos para repartir el botín entre los pobres (Robin Hood), al de crítica social (Novecento).

Incluye guiños a cintas clásicas del mundo de la mafia (El Padrino), donde hombres poderosos, sin escrúpulos y con puro controlan los negocios y cambian y manipulan políticos a su antojo. Pero ni siquiera olvida la ciencia ficción (Robocop), al mostrar un país en el que los niños aprenden un nuevo idioma desde su más tierna infancia: "robótica".

Mejor actor: Pedro Sánchez. Repite estatuilla y aún obtendrá una tercera. Es el triunfador absoluto de esta edición de los Oscar. Memorable interpretación en un papel complicadísimo.

Apoyado en su físico, llena la escena y atrapa al espectador. Pero demuestra que es mucho más que el chico guapo del instituto. La mirada displicente que dedica a sus enemigos y el arrobo con el que contempla a Mertxe Aizpurua son recursos que sólo dominan los grandes. Y luego está su maestría a la hora de modular la voz. Puede decir "excepción ibérica" sin dejar de sonreír o repetir ochenta y cinco veces "la clase media y trabajadora" y quedarte con ganas de más.

Mejor actriz: Nadia Calviño. Siempre sonriente por grande que sea el sapo a tragar e incluso sin inmutarse por el número de batracios servidos consecutivamente en el plato. Podría objetarse que, al no hablar en toda la película, merecería a lo sumo el Oscar a la actriz de reparto. Grave error.

Aplaude como la mejor, susurra al presidente y transmite mensajes ocultos a sus seguidores con su indumentaria. En la primera jornada, una flor morada como broche cerca del corazón. En la segunda, un orgulloso flamenco de color ámbar. Nada deja a la casualidad.

Mejor dirección: Meritxell Batet. Impecable en el manejo de los actores. Rígida para evitar el barullo cuando la situación lo requiere, y flexible, que no generosa, con los tiempos y las tiempas.

En el Debate del estado de la Nación vuelve a imprimir su mirada artística. Seguidora de Hitchcock, aunque sin su sentido del humor, disfruta como él apareciendo en todas las películas que dirige.  

Mejor guión original: Yolanda Díaz. El libreto que interpreta Pedro Sánchez sale de su portentosa imaginación, aunque hay quien considera que está escrito a varias manos.

El argumento es poderosísimo. En un país machacado por el capitalismo salvaje y los poderosos, un grupo de audaces intenta salvar a la gente, a los más vulnerables. Hordas de fascistas tratan de impedirlo recurriendo a las mayores bajezas, pero el bien tiene una oportunidad.     

Mejor guión adaptado: Pedro Sánchez. Su tercera y última estatuilla. Al dramatismo de la lucha descarnada entre el bien y el mal ideado por Yolanda Díaz, Sánchez añade en su guión elementos cotidianos: una pandemia, un volcán, una tormenta de arena, una Filomena, un Putin...

El resultado es asombroso, pues aporta matices y un gran verismo a la historia. Ahora, junto al impuesto a la banca cabe concebir, por ejemplo, un mayor gasto militar, y junto a las becas extra y el tren gratis, la instrucción de bajar la calefacción y subir el aire acondicionado en los hogares. 

Mejores efectos especiales: Gabriel Rufián. Tras años de duro trabajo, al final obtiene un justo reconocimiento. Lo había intentado antes con una impresora y con unos grilletes, pero ha sido con las balas de fogueo de Melilla con las que ha cautivado a los millones de aficionados a los efectos visuales.

Su magistral golpe hizo creer a todo el mundo que los proyectiles que dispuso sobre al atril del Congreso eran balas asesinas, hasta que un cabo furriel de Soria llamó a la radio para explicar que eran salvas y que no podían causar daño ni a una mosca. 

Mejor corto: Jaume Asens. Quizás no haría falta más explicación.

Su distopía de lo que hubiera sido de España estos años con un gobierno de la derecha y de la extrema derecha es una obra cumbre, superlativa, a la altura del mejor Orwell e incluso de Huxley. 

Mejor banda sonora: Aitor Esteban. Soberbia partitura de este clásico entre los clásicos. Algunos le reprochan el abuso del ritornello, como en el pasaje "queremos que nos dejen ejercitar nuestras competencias", pero su música embriaga y convence por su autenticidad.

El bilbaíno puede elevarte el espíritu, y lo hace, en el vibrante fragmento en el que el PNV anuncia que se suma a Bildu y a Podemos en la exigencia de gravar a la banca con un nuevo impuesto, o devolverte los pies a la tierra cuando compara a Sánchez con el Groucho de Los hermanos Marx en el Oeste.   

Mejor actor secundario: Alberto Núñez Feijóo. Su papel mudo tiene un mérito tremendo. Por exigencias del guión, únicamente podía ver, oír y callar.

Actor poco dado a los aspavientos, tuvo que expresar durante horas su reacción a los comentarios de sus antagonistas exclusivamente con muecas. Tras tener que escuchar en más de una ocasión que además de falso moderado es amigo de un narcotraficante hay quien le equipara ya a Max Schreck, el protagonista de Nosferatu. Soberbio.

Mejor actriz secundaria: Cuca Gamarra. No podía ser actriz principal. "El presidente de mi partido le ha pedido", "el presidente de mi partido le ha propuesto", son potentes recursos en su monólogo. En media hora levantó aplausos en 22 ocasiones, y eso que venía del método Casado, no del Stanislavski.

Mejor película de animación: Íñigo Errejón. Imprime a todas sus obras un ritmo vertiginoso. Es capaz de conjugar "ola reaccionaria", "fondos buitre", "el chollo de los dueños de las eléctricas y las petroleras", "el poder de los que lo tienen, no por voto sino por apellido" y cosas así de tremendas a toda velocidad y sin trabarse.

Nadie más animado que él. Puede que en su caso el hábito haga al monje: su eterno aire de adolescente y tics de dibujo animado le dan una gran ventaja en una categoría que solo podría disputarle Mireia Vehí. 

Mejor fotografía: Inés Arrimadas. Quien tenga dudas, que acuda a la hemeroteca.

Mejor vestuario: Miriam Nogueras. En su película ha puesto de moda los pantalones vaqueros a presión rotos por las rodillas, las camisetas ceñidas y la chapita reivindicativa. Tiene que afianzar aún la marca porque, como ella misma denuncia, ofendida, hay quien todavía la llama Noguera y Nogueiras.    

Oscar honorífico: Ana Oramas. La veterana canaria culmina una larga y exitosa trayectoria que ha llevado a que la comparen con Isabel II de Inglaterra y con Jordi Hurtado. Acaba de protagonizar Debate del Estado de la Nación VII. Raro sería que hubiera una secuela más.