Sí, claro que veo First Dates mientras ceno, y tú también, aunque no lo quieras reconocer. De hecho, el programa de Sobera es el principal placer culpable de los españoles, alcanzando audiencias de más del 8% en prime time durante cinco años, muy por encima de la media de Cuatro.

Firts Dates es una representación de lo que hay en nuestras redes sociales, no de nuestra sociedad real. Dicho esto, como tengo espíritu de sociólogo, haré un análisis todo a cien de qué tiene este programa que lo hace tan adictivo y a su vez tan vergonzante. Valgan los siguientes seis puntos:

I. Un Tinder televisado. Lo primero es ser conscientes de que el 97% de los que asisten al programa van por las cámaras. Solo se salvan esas entrañables parejas de ancianos que piensan que van a lo de Juan y Medio. La gran mayoría busca unos minutillos de gloria en la tele, y ya de paso a ver si se enchufan en Gran Hermano o cualquier otro reality de Mediaset.

Nadie en su sano juicio iría a un plató a buscar pareja. Y si lo que quieren es tocar peluche, para eso está Tinder, Grinder y derivados.

II. Las cuotas. Luego, es evidente que hay una sobrerrepresentación de homosexuales, bisexuales, asexuales, pansexuales y todo lo que no lleve por prefijo un hetero. Cosa que no me parece mal, porque al fin y al cabo dan juego, y aquello es un show televisivo, no el CIS. Ahora, siguiendo la (des)proporción que nos presenta el programa, dos de cada seis españoles serían LGTBIQ.

Imagino, por cierto, la que se podría montar en Twitter si en un episodio, de las seis o siete citas que contiene, no hubiese ninguna que sea homosexual o interracial. ¡Boicot a First Dates!

III. Los tatuajes. Es fácil comprobar que el 90% (todos mis porcentajes son a ojo) de los jóvenes (y no tan jóvenes) que se presentan al programa van tatuados. Pero no me refiero a que lleven un dibujo discreto, como una flor en el tobillo o un número romano en la muñeca; hablo de que van de tatuajes "como la puerta de una nevera", por decirlo en palabras de David Gistau.

Se presenta, por ejemplo, Isaac, 31 años; RRPP en Alicante y parece que es un capo de la Yakuza o un líder tribal hawaiano. Pérez-Reverte escribe que "presidiarios, marinos, putas y legionarios: esos eran quienes llevaban tatuajes". Hoy, parece ser que los pocos que no los lucen son bibliotecarios, monjas y notarios. A mí me parece que es una horterada y que se hipoteca la piel.

Pero lo que menos comprendo es que la piel tintada sea considerada una virtud en nuestra sociedad, y lo más de lo más en este programa. Que aparezca en First Dates un tipo o una tipa diciendo que lo que busca (¡o lo que más valora!) en el otro es que tenga tatuajes es para darle una vueltecita al asunto.

IV. El sectarismo. Lo que más me cabrea de este Tinder televisado es cuando con frecuencia aparece la sectaria ignorante de turno (hablo en femenino porque suele ser de tal sexo), y suelta que ella no puede estar con un chico que sea de derechas o le gusten los toros. ¿Quién dice esto? Pues Anna, 21 años; influencer de Tarragona. Suele coincidir que son veganas y votantes de la CUP o EH Bildu.

V. El macho ibérico como friki. Suelo romper a aplaudir cuando se presenta un tito en escena. Por ejemplo: Paco, 59, tractorista de Zafra. O sea, un señor de cincuenta en adelante, que se la suda todo y entra por la puerta con el pasodoble Suspiros de España. Y se pide en la barra un Machaco de Rute en vez de un Mojito de Sandía sin alcohol y sin gluten.

Y ya, si a este tito le da por decir que le gustan las mujeres bonitas, ver torear a Morante e ir los domingos a ver a su Betis, me vengo arriba, al igual que tú, y le suelto un "¡óle tus huevos, Paquito!".

El problema es que para First Dates este es el perfil del friki, al que subrayan y caricaturizan; mientras que un transespecie que se crea un gato (y se planta allí con sus bigotes de minino, lentillas, dilataciones e implantes faciales) es alguien normal. No, no le pasa nada, qué va. El raro es Paco.

VI. En plan. No hay que ser muy observador para darse cuenta de las veces que la juventud usa esta odiosa e invasora muletilla. Este show es una magnífica ventana para el estudio de las habilidades lingüísticas fruto de tanto cambio de ley educativa. En plan, que hay una parejita de veinteañeros y entre plan y plan, con suerte, intercalan una frase. En plan, que piensan que una oración subordinada es como un burpee místico.

En fin, pese a todo, seguiremos viendo First Dates mientras cenamos. Porque la alternativa cuál es, ¿Wyoming?