En julio de 2021, el diario francés Le Monde informó de que uno de los móviles del presidente Emmanuel Macron había sido espiado con el programa Pegasus. El artículo hablaba incluso de la identidad del espía: los servicios secretos del Marruecos de Mohamed VI. El móvil del presidente francés, que este utilizaba desde 2017, era uno más en una lista de docenas de móviles espiados por Rabat. 

Pedro Sánchez habla por su móvil.

Pedro Sánchez habla por su móvil. Reuters

La fecha del espionaje a Macron no es un dato intrascendente. Fue por esas mismas fechas cuando los móviles de Pedro Sánchez (mayo) y Margarita Robles (junio) fueron espiados. Sólo unos días antes, el 18 de abril, Brahim Ghali había sido ingresado en el Hospital San Millán-San Pedro de La Rioja. Y sólo unas semanas después, el Gobierno marroquí ordenó la invasión de Ceuta por parte de miles de inmigrantes ilegales en represalia por la acogida en España del líder del Frente Polisario.

Y ahora, pónganse en la piel del Gobierno español. En pleno conflicto diplomático con Marruecos, el Gobierno francés hace público que el móvil del presidente Macron ha sido espiado por Rabat y el Gobierno español no hace nada. O lo hace, y descubre que ha sido espiado, pero no lo hace público hasta ayer lunes 2 de mayo. Una semana después del estallido del escándalo por el supuesto espionaje a varios líderes independentistas.

No hace falta ser un furibundo antisanchista para darse cuenta de que algo no encaja en la historia que ayer explicaron a los españoles Félix Bolaños e Isabel Rodríguez

1. Porque si la historia es cierta, y Sánchez y Robles han sido espiados por Marruecos o por otro Gobierno, pero ese espionaje sólo ha sido descubierto a raíz de un artículo de la revista New Yorker basado en un estudio absurdo y de rigor inexistente dirigido por un independentista de currículo inventado y a las órdenes de la Generalitat, entonces sólo cabe deducir que el CNI y el Gobierno están en manos de aficionados.

2. Si ese espionaje es cierto, y fue descubierto hace ahora un año, el Gobierno es un irresponsable por haberlo ocultado hasta el momento en que ha podido utilizarlo como herramienta de apaciguamiento frente a sus socios independentistas. Lo que demuestra tanto su ventajismo como su dependencia de los extremistas catalanes y vascos, y que el Gobierno está dispuesto a echar por tierra el prestigio internacional de España a cambio de un beneficio político partidista. 

3. Si el espionaje es cierto y está siendo utilizado por el Gobierno para justificar el sacrificio de un alto cargo del CNI en ofrenda al nacionalismo, entonces es que se pretende traicionar a los servidores del Estado para ganarse la condescendencia de aquellos que pretenden acabar con dicho Estado.

Por no hablar de cómo Marruecos (el hipotético espiador) se sale de rositas en un asunto que obligaría a España a adoptar medidas diplomáticas de calado contra Rabat. 

Esta posibilidad es la más probable a la hora de escribir este artículo. El Gobierno estaría entregando la cabeza de Paz Esteban, directora del CNI, a cambio de una paz temporal con el separatismo, como antes entregó el Sáhara a cambio de una paz también temporal con Mohamed VI.

La misma Paz Esteban, por cierto, que este Gobierno vendió como "la primera mujer directora del CNI" en una de esas operaciones en las que se suele publicitar más el sexo del postulante que su currículo y que muchos vieron como una "compensación" a Margarita Robles por la destitución de uno de los hombres de la ministra de Defensa, el director de la Guardia Civil Félix Azón, por parte de Marlaska. 

4. La posibilidad de que el espionaje no sea cierto, algo impensable y además indemostrable en la práctica, nos dejaría en un escenario de procés gubernamental en el que la realidad ha sido sustituida definitivamente por una suerte de Matrix monclovita.

Lo cierto es que España nunca ha sido una potencia en ciberseguridad y que los intereses de los distintos Gobiernos que han pasado por Moncloa han sido siempre más localistas que geopolíticos. En 2020, España obtuvo un digno cuarto puesto en el Global Cybersecurity Index de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT). En 2022, sin embargo, unos ejercicios de ciberdefensa más realistas, los Locked Shields, organizados por el Centro de Excelencia de Ciberdefensa de la OTAN de Tallin (Estonia), relegaron a España a un lamentable último lugar. 

El problema de este Gobierno es que, como decía un tuitero ayer lunes, "lo de las escuchas es uno de los mayores escándalos de la democracia en lo que llevamos de semana". Otro problema es que, como decía en este caso Edmundo Bal, se le haya dado crédito a las acusaciones de espionaje de los separatistas teniendo conocimiento de la infección de los móviles del presidente y de la ministra de Defensa. 

Incluso esa teoría que corre a estas horas por las redes sociales, la de una nueva bomba de humo del Gobierno para desviar la atención de la "verdadera" noticia (ya sea esta la mala marcha de la economía, la realidad de unos sondeos calamitosos para el PSOE, o la de la descomposición a ojos vista de la mayoría Frankenstein), parece demasiado favorecedora para el Gobierno. Porque esa teoría presupone un Gobierno compacto y capaz de gestionar sus circunstancias con mayor o menor capacidad de reacción. 

Pero lo que asoma en el horizonte no es más que un Ejecutivo incapacitado para gestionar la realidad dado que sus energías están volcadas al 100% en su mera supervivencia diaria. Dado que sus socios, tanto de coalición como parlamentarios, le boicotean a diario, nacional e internacionalmente, con saña guerracivilista.

Lo de menos a estas alturas es que Margarita Robles, una de las únicas ministras de esta Gobierno con sentido de Estado, pierda de nuevo a una de sus fieles. O que el CNI quede listo para el desguace. O que los secretos de Estado vayan a ponerse en manos de ERC y EH Bildu.

Lo de más es que una tormenta en un vaso de agua de pegasus, ronanfarrows, ionebelarras y peresaragoneses está siendo capaz de hacer tambalearse al Gobierno. Porque la verdadera medida de un Gobierno la dan sus enemigos. Y los de Pedro Sánchez son tan irrisorios, tan triviales, tan infantiles, tan folletinescos, que uno acaba sospechando que esta representación teatral no acaba bien para los españoles.