Queridos asesores de Pedro Sánchez: ¡Buenos días por la mañana! Para vosotros, si habéis heredado los obsesivos madrugones del equipo anterior, deben de ser las 5:00 o las 6:00. Mi compañero Diego, el que hace la noche, ha debido de publicar esta columnata a eso de las 3:00. Así que os habréis levantado con una alerta mía en el móvil.

Pedro Sánchez al teléfono en Moncloa.

Pedro Sánchez al teléfono en Moncloa.

Voy a asegurarme, no obstante, de que el nuevo juguetito funciona y de que me cuelo entre los textos a analizar por el sacrosanto aparato propagandístico de la Moncloa: "¡Sánchez, miserable! ¡Sánchez, tío bueno! ¡Sinvergüenza! ¡Redentor! ¡Actorazo!". No incluyo palabras más gruesas para no ser penalizado por los buscadores.

Ahora, sí: aquí estamos. Quizá incluso estés tú también, presidente. El poder es una maravilla. Has pasado, estimado Sánchez, de obsesionarte con las Google Alerts a disponer de una sofisticada herramienta que, pagada por todos nosotros, te notifica, ¡en menos de dos minutos!, todo lo que se ha dicho de ti en cualquiera de los cinco continentes.

Qué narices, ¡te lo mereces, hombre! Te recuerdo cansado, desparramado por las provincias cuando había que reconquistar el PSOE, durmiendo en la parte de atrás de aquel Peugeot, con los ojos inyectados en sangre, revisando uno a uno todos los periódicos para ver qué habían dicho de ti. ¡Incluidos los regionales! Hoy, por fin, encarnas el reinado del algoritmo.

No cuesta demasiada pasta, parece, algo menos de 20.000 euros al año. Teniendo en cuenta el sinfín de chorradas financiadas con dinero público, podemos considerarlo, Semana Santa mediante, como un pecadillo menor. Un rescoldo del narcisismo que a todos, de tanto en cuando, nos secuestra el alma.

Cuando te pregunten, tú que eres un experto en eufemismos (por ejemplo, llamando a Esquerra y compañía "fuerzas progresistas"), podrás alegar que se trata de un regalo para todas esas personas que se dedican a vigilar tu belleza mediática. "Con esta inversión haré más fácil la vida de los trabajadores de la Moncloa. Nos preocupamos por la gente".

Yo, si fuera tú, habría hecho lo mismo. Habría contratado esta inteligencia artificial. Porque la desideologización que padeces obliga el algoritmo. La indefinición somete al político a las corrientes sociales. Ni Kelly Slater surfea mejor que tú. Eso que algunos llaman "sanchismo" no es otra cosa que la relación de un psicólogo conductual con sus pacientes. Aunque a veces los roles cambien.

Unas veces, eres tú quien, gracias a ese algoritmo, empujas a la sociedad a episodios olvidados, como por ejemplo el franquismo y la lucha contra los fantasmas. Otras, en cambio, es el "pueblo" quien te lleva a erigirte como una especie de Antonio Machado, juglar del campo, reconvertido a político.

Es un ejercicio elemental de marketing, pero llevado a cabo con exquisita perfección. La creación de las necesidades al mismo tiempo que se aprovechan las que aparecen por sí solas.

Yerran quienes te dibujan como un "izquierdista radical echado en brazos de EH Bildu". ¡Cómo te lo tienes que pasar! ¡A ti todo eso te importa un pimiento! Si ves que sólo puedes sumar con Alberto Núñez Feijóo, te pasearás por Bruselas como un firme partidario de la gran coalición. ¡Qué importa el PNV o los Guerrilleros de Cristo Rey! Sólo un genio como tú puede alabar a Emmanuel Macron por librar a Francia de los "extremos" mientras gobierna sostenido por una amalgama de formaciones nacionalistas.

Todavía recuerdo a Carlos Westendorp, tu padrino político, en aquella terraza de la calle Almagro. Te conoce desde que eras un chaval. Le pregunté, tratando de descubrir El Dorado, por tu catálogo de ideas. No supo decirme ni una. Hace unas semanas, hice lo propio con Iván Redondo. Tampoco me solventó la duda.

Dinos, Pedro Sánchez. ¿Quién eres? ¿Qué hay más allá del algoritmo?