El Gobierno de Pedro Sánchez ha aprobado los Presupuestos con mayor gasto público de la historia. Esgrime el Ejecutivo unos artefactos económicos que anticipan una burbuja financiera. Y esa burbuja detonará tarde o temprano, si es que no lo ha comenzado a hacer ya.

Entre las ayudas al alquiler, el bono cultural, los aumentos de impuestos y el hecho de que seis de cada diez euros de los Presupuestos se dedican a políticas sociales, se ha iniciado oficialmente el camino que todo socialista acaba calcando en un momento u otro.

Ese camino es el mismo que el del socialismo hispanoamericano. El de los Kirchner, por ejemplo. No es un decir. Son los hechos. La política pública del gobierno español imita hoy la de los movimientos del socialismo latinoamericano del siglo XXI. Aunque lo hace a la europea.

La ministra de Hacienda española se ha vanagloriado del aumento de la oferta de empleo público diciendo que “en tres años de gobierno de Pedro Sánchez, la oferta de empleo público ha sido un 73% superior a la de los seis ejercicios de Mariano Rajoy”.

Parece que lo que menos abunda dentro del gabinete de Pedro Sánchez es el conocimiento de cómo funciona la economía. Lo que más abunda, en cambio, es un monumental desconocimiento de cómo se genera la riqueza.

Los países que han alcanzado un alto nivel de desarrollo lo han hecho abriéndose al comercio. Reduciendo el gasto público. Reduciendo la cantidad de empleo público. Sin intervención estatal en la economía. Generando un marco institucional de incentivos que pondera tanto la propiedad privada como el tiempo de los ciudadanos.

Los países que progresan lo hacen creando riqueza, produciendo y dejando a la gente trabajar. No se crece con impuestos y con más empleo público improductivo, castigando el éxito, con más gasto y con los ministros recayendo en esa fatal arrogancia que consiste en querer controlarlo todo.

Para continuar con esta atribulada historia (insisto, abarrotada de semejanzas con el patrón kirchnerista) el gobierno de Sánchez festeja que el próximo año elevará el sueldo de los funcionarios un 2%.

Así, Sánchez acabará doblando el gasto público y se confirmará, con ese exótico orgullo característico del socialismo, en el dirigente con más vicepresidentes y ministros de la UE, dando a luz uno de los Ejecutivos más grandes y caros de la democracia (España cuenta con 22 ministerios cuando países más austeros como Suecia o Alemania cuentan con 12 y 15, respectivamente).

Pero “gobiernos grandes, problemas grandes”. O, traducido de otro modo, “gobiernos grandes, individuos pequeños”. El gobierno de Sánchez se ha convertido, como no podía ser de otra manera debido a su ideología, en el típico gobierno que te quiebra las piernas, te da muletas y te dice luego que no podrías caminar si no fuera por él.

El sector privado se está ahogando. Pero cuando hablamos de sector privado no hay que imaginar al arquetípico empresario de traje. El sector privado es el Gran Atlas de esta historia, el que sostiene el peso del mundo en sus hombros. Es el panadero, el ferretero y el dueño del supermercado de la esquina. Todos esos hombres y mujeres que cada mañana se levantan para sacar adelante su empresa (del tamaño que sea) sin esperar las dádivas del gobierno.

Es ese sector privado el que se demoniza. Demonizamos a los que emprenden, a los que crean empleo genuino y productivo, a los que innovan, a los que nos brindan soluciones, a los que crean riqueza. Y, mientras tanto, aplaudimos a políticos socialistas que viven a costa de nosotros, que nos saquean con impuestos cada vez mayores, que castigan el éxito y que se autoadjudican el título de dueños de nuestros bolsillos.

Argentina tiene 45 millones de habitantes. Aproximadamente 21 millones, casi la mitad, recibe dinero del gobierno. Del otro lado, sólo 7 millones trabajan en el sector privado y productivo de la economía. El modelo es sencillamente inviable. Los números no dan.

El mecanismo de destrucción es de manual. Desde el comienzo, el kirchnerismo se dio el lujo de expandir el gasto público, pasando del 29,4% del PIB en el año 2003 al 43,2% en 2009 y al 45,5% en 2011, dejándonos además el déficit más alto de la historia.

El kirchnerismo ha demolido un país con la promesa de un mayor gasto público y de planes sociales para acabar con la pobreza. Lo lleva intentando desde hace más de una década y la única pobreza con la que han acabado es la de ellos. Observen si no el patrimonio del comunista Pablo Iglesias, de la familia Chávez o de los Kirchner.

En Venezuela sucede lo mismo, pero desde hace más de dos décadas. En Cuba, desde hace más de seis.

¿El resultado? Argentina y Venezuela son los países con mayor inflación del mundo. Cuba tiene un salario promedio de diez dólares mensuales y Venezuela, de un dólar mensual. ¿Es ese el futuro que la política española busca para el país?

Si se siguen imitando las medidas económicas, políticas y sociales del socialismo hispanoamericano, el destino de España está escrito.