Vengo a contarles algo inverosímil que sucedió hace pocos días en una red social y que perfectamente podría ser un cuento de Roberto Bolaño.

Pero antes permítanme contextualizar.

Aunque José Antonio Montano amenace cada dos tuits con abandonar Twitter, como ya han hecho un buen número de columnistas, y pese a que José F. Peláez haya seguido la senda de David Gistau porque “el linchamiento es insoportable” y “sólo trae odio y problemas a cambio de nada”, he de romper una lanza en favor de la red social de los 280 caracteres. Rara vez cae un anillo de oro a las alcantarillas, pero ahí estamos los @poceros, entre excrementos y bichos inmundos, para recuperar la valiosa sortija.

Jorge Decarlini, aunque tenga nombre de futbolista canchero italoargentino, es un brillante periodista narrativo, hijo de El Puerto de Santa María. En Twitter, con la periodicidad de un anarquista resacoso, Decarlini desmadeja hilos musicales con tal maestría e ilusión que asusta. Disecciona canciones de Carlos Cano y Silvio Rodríguez pasando por Martínez Ares, Leonard Cohen y Bob Dylan.

Recientemente, Decarlini ha publicado un extenso y documentadísimo reportaje, que se lee como una novela de ciencia ficción, sobre la secta de El Palmar de Troya (¡Milagro!).

El caso es que la semana pasada, por el 60 cumpleaños de Andrés Calamaro, Decarlini publicó un hilo tuitero sobre esa magna canción del alquimista bonaerense que lleva por título Paloma (1999). Ya saben: “Mi vida, fuimos a volar con un solo paracaídas”.

Pero en el análisis del tema y su contexto, el minucioso Decarlini dejó un botoncito sin coser. Se trata del verso que dice “hampas de gloria, mujer”. La pieza que no le encajaba del puzzle. Un interrogante, como una luna en cuarto creciente, que le abrió a la noche.

Pero en la madrugada los duendecillos tuiteros se pusieron a currar y, ¡chas!, se hizo la magia. Nuestro hombre se despertó con un regalo de Reyes a los pies de su cuenta en forma de respuestas de un tuitero anónimo, un tal Galimberti (@Galimbe64457296), que le contaba ¡en primera persona! cómo había compuesto el tema de Paloma.

Pensó, claro, que se trataba de una broma. Pero antes de confirmar la guasa, como buen periodista, se puso a investigar, no fuera a ser que… ¿Acaso no había respondido Calamaro en una entrevista reciente en El Mundo que su cena ideal sería con Rodolfo Galimberti?

Sí, Galimberti. El mítico líder montonero (guerrillero argentino peronista) que pasó de ser la mano izquierda y armada de Perón a convertirse en una suerte de colaborador de la CIA que jugaba a la derecha de Javier Zanetti. Un personaje extremo (de estética joseantoniana) como el propio autor de Estadio Azteca. Autor que recientemente decía inclinarse por el vértigo de “los patriotas y reaccionarios” en alusión a VOX.

No conocía yo al tal Galimberti, cabecilla de la Columna Norte, pero tras un poco de esnórquel en las aguas de Google me he prometido sumergirme en la historia del tipo que dijo que “yo soy mucho mejor de lo que ustedes piensan y mucho peor de lo que imaginan”.

Montoneros aparte, estamos en que tras una serie de verificaciones fiables, el bueno de Decarlini pudo confirmar que quien andaba tras aquella cuenta con seudónimo peronista y foto de perfil de un joven Marlon Brando (apenas 3.000 seguidores) era el mismísimo Andrés Calamaro. El hilo había cruzado el charco y el propio autor, tras felicitar por su análisis al periodista portuense, despejo la duda del misterioso verso de Paloma, a veces escrito como ampas y otras como hampas.

Nadie, por muchas lecturas que atesorase, se vio venir la referencia cultural. Se trataba de una cita textual de una traducción (a cargo de Rafael Panizo) de Emil Cioran, pensador franco-rumano del que, al parecer, el exvocalista de Los Rodríguez es fanático lector.

Concretamente, el verso procedía de un aforismo del pesimista y ácido escritor contenido en su obra Silogismos de la amargura (1952). Más concretamente, en el capítulo Vitalidad del amor.

Dice así:

Mezcla de anatomía y de éxtasis, apoteosis de lo insoluble, alimento ideal para la bulimia de la decepción, el Amor nos conduce hacia hampas de gloria

La historia, creo, tiene todos los ingredientes de un buen puchero: música, amor, literatura, redes sociales, tuiteros enmascarados, montoneros, Calamaro, Galimberti y Cioran. Y Decarlini, ese detective salvaje, que lo corona con la hojita de laurel gaditano.

Peláez, que la leerá aquí, se la perdió en su momento por najarse de Twitter. Montano, quizás, entre una amenaza de abandono y otra, haya podido seguirla. Pero a quien desgraciadamente no le va a llegar el hilo de la historia, porque arriba no creo que haya wifi, es a quien más la hubiera gozado: David Gistau, al que seguro que la calamarada le hubiese arrancado una sonrisa.