Últimamente he leído un par de crónicas donde se decía que la reina Letizia, con motivo de algún evento real, llevaba un vestido feminista. Así, con dos ovarios. 

Que yo recuerde, una de las crónicas correspondía a la visita del memorial de las Víctimas del Terrorismo en Vitoria. Otra, a un acto de la fundación Ayuda contra la Drogadicción. En este caso no parecía muy claro que se tratara de un vestido feminista, pero todo el mundo alabó su originalidad y el diseñador, Ulises Mérida, celebró que a la reina le sentara como un guante.

Ambas creaciones eran vestidos oscuros y profundos, aunque muy alejados del luto.

Hubo una etapa en la que la reina mostraba cierta predilección por los vestidos negros, normalmente escotados o con tirantes de spaghetti. Cuando ya lo habíamos visto todo, la reina apareció con un vestido de escote tipo camiseta de albañil, dejando su musculatura al descubierto.

Sin embargo, los modelos más icónicos fueron el de Ulises Mérida, que no era del todo negro, sino color acero casi negro, y un Giorgio Armani magnífico, que no era feminista, pero se lo podía permitir. Incluso se permitió repetirlo varias veces, insistiendo en su abertura lateral, que fue motivo de crítica. El vestido en cuestión causó especial efecto en la entrega del Premio de Periodismo Cuco Cerecedo, concedido en aquella ocasión a Vicente Vallés.  

Nunca se me habría ocurrido pensar que el negro es un color feminista. Ni siquiera el fucsia lo es, por mucho que Rociito se haya empeñado en elevarlo a esa categoría, en la docuserie Contar la verdad para seguir viva.

Colores feministas son, que yo sepa, los lila, malva, morado, violeta, magenta o púrpura saturado. Digan lo que digan las ministras del ramo, el morado no pertenece a la gama de colores feministas.

El morado tiene dos versiones: la religiosa y la laica. La versión religiosa se corresponde con el color de los paños utilizados en Semana Santa para tapar las imágenes de las iglesias. La versión laica encuentra su expresión más certera en el último color del arcoíris, el violado. Sus ejemplos más notables son la bandera republicana y las flores de la tumba de Antonio Machado.