El jefe de gabinete del presidente Pedro Sánchez ha publicado en El País un artículo titulado España 2050 en el que anuncia la presentación de la estrategia de prospectiva de Moncloa. Su propósito es estudiar “con un carácter multidisciplinar los problemas del futuro”, retomando “la senda iniciada en el año 1976 por el expresidente Adolfo Suárez”. Nada menos.

Por lo visto, la cosa se fraguó así: “Tenemos un proyecto de presente y renovación para modernizar España, pero para lograrlo, el largo plazo lo es todo. Conseguirlo no será fácil, pero no es imposible”. Eso le habría dicho Sánchez a Iván Redondo y su equipo en 2019, y el jefe de gabinete lo reproduce ahora con comillas, lo que demuestra que tiene una memoria de elefante.

Lo que pasa es que algún malpensado puede deducir que se lo ha inventado él. Y así la tribuna se convierte inevitablemente en una performance de ventriloquia virtuosísima, con Redondo representando un diálogo tronchante entre él mismo y el presidente.

El director de gabinete va poniendo palabras en boca de su jefe y va dibujando su retrato con gestos y actitudes: “El presidente fue muy nítido y ejecutivo como es él”, y cosas así. Al final, Sánchez aparece como un muñeco hipotónico, deshuesado. Una doña Rogelia o un Macario. Sánchez nunca ha podido desprenderse de ese aire de títere grandullón que lo acompaña en sus declaraciones públicas, pero el show de Iván Redondo y su muñeco, en prensa y por escrito, supone una notable renovación del género.

En todo caso, la estrategia de prospectiva es un tema serio. Lo sé porque el director de gabinete le ha puesto muchos números. Esa propiedad conmutativa que sustituye ideas por cifras es marca de la casa en la factoría Redondo: “1.600 referencias bibliográficas, modelizaciones matemáticas y 350 gráficos basados en 500 series de datos”. “Académicos de más de 30 universidades”. “Lo firman 100 autores”. Etcétera. Redondo es el rey del redondeo.

Otro aspecto sorprendente del artículo es que el jefe de gabinete admite el agotamiento de los problemas del pasado que han protagonizado buena parte del mandato de Sánchez: “Ni el pasado ni el presente pueden cambiarse: sólo el futuro puede ser modificado” dice el texto, que podría pasar por sinopsis de una película de Christopher Nolan.

Quizá deba entenderse como un adiós a las armas tras dos años rebatallando la Guerra Civil y la dictadura. Porque sacar la osamenta de Franco en helicóptero del Valle de los Caídos fue un clímax como de novela de Dan Brown, y desde ahí ya sólo podía venir el declive de la épica neoantifranquista. Sea como fuere, parece que la memoria histórica ya no pita.

El Gobierno renuncia a litigar el pasado, que me parece bien, pero anuncia que ahora se centrará en “los problemas del futuro”. Qué sé yo, tal vez los españoles habrían agradecido que Sánchez se detuviera en algún punto de la línea temporal entre 1950 y 2050 para atender los problemas del presente. Pero esos, dice Iván Redondo, tampoco se pueden cambiar. Y chimpún.

En fin, que el futuro ya está aquí.