Podemos estar tranquilos. Si los nazis y la ultraderecha española son lo que acabamos de ver en Vallecas y en Coslada, no hay nada que temer.

Uno se imagina a los fascistas con brazos de Popeye, sujetando bates de béisbol como el as de bastos de Heraclio Fournier. Tiparracos dispuestos a abrirte el cráneo sin preguntar y a patearte el hígado después con sus botas con puntera de acero.

Pero resulta que en España a la extrema derecha la sacan a hostias en todas partes.

Se van a Sestao y los corren a pedradas. En Vic querían dar un mitin en la campaña catalana y tuvieron que salir por patas.

El otro día en Coslada, cuatro cabezas rapadas, o casi, le gritaron no sé qué a Pablo Iglesias en mitad de la calle, y allá que se fue él con su coleta a plantarles cara. Si les aprieta un poco acaban invitándole a tabaco y cantan puño en alto La Internacional. Vaya mierda de fachas, tron.

Ayer anuncian la llegada de Abascal y sus matones a la Plaza Roja de Vallecas para provocar violencia y amedrentar al barrio. Un barrio humilde y obrero que no quiere problemas. Por poco los descalabran. Su diputado por Guadalajara, que presidió la Federación Española de Caza y al que cabría suponer un especial instinto sanguinario, acabó en el hospital. 

Para mí, que la democracia española está a salvo. No hay que bajar la guardia, es cierto, y tenemos que estar atentos a lo que Echenique llama "la orgía de blanqueamiento del fascismo en las tertulias". La derecha mediática intentará hacernos ver la realidad de otra forma. Eso es seguro.

Pero visto cómo silbaban los adoquines en Vallecas contra los franquistas, tal vez son exagerados los llamamientos al "no pasarán", el "Madrid será la tumba del fascismo" o "a por ellos como en Paracuellos". 

Porque tenemos la fortuna de contar con una muchachada antifascista hábil en el manejo pacífico de la estaca y el cóctel molotov, y dispuesta a darlo todo por los ideales de libertad y concordia, ya sea reventando mítines, escracheando a concejalas embarazadas, destruyendo cajeros, saqueando escaparates o incendiando coches de la Policía con agentes dentro.

Lo dicho, democracia a prueba de bombas.