El 6 de noviembre de 2005, en un periódico de tirada nacional, aparece publicada una entrevista al entonces presidente de la Generalidad de Cataluña, Pascual Maragall (y al que el entonces presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, había prometido el oro y el moro –con perdón– en cuanto al reconocimiento de la identidad nacionalísima de Cataluña con el anuncio de un nuevo Estatuto definitivamente nacional), en donde responde a la pregunta del millón acerca de cuántas naciones hay en España.

Y dice así:

¿Usted sigue pensando, como le dijo a José Antonio Zarzalejos, que España no comprende a Cataluña? 

Bueno, las frases contundentes son peligrosas... Ha habido episodios de incomprensión y de desconfianza, pero están superados. Yo no desconfío de España, aunque mi confianza no sea ciega. Pero es elevada.

¿Qué es una nación?

Una nación es un sistema compartido de sentimientos.

Carod dice que los sentimientos sobrepasan las leyes.

Los sentimientos pesan.

¿Las naciones han de tener Estado?

Nosotros somos una nación de naciones, que tiene un Estado. Y varias naciones.

¿Cuántas?

Tres seguras, y alguna probable.

¿Y un señor de la Mancha, qué es?

Español. Bueno, manchego, pero español.

¿Y usted?

Catalán. Y por tanto, español.

Hay quien se siente sólo catalán.

Es que los sentimientos son libres.

Desde entonces, desde esa respuesta, en la que se habla de la existencia de "tres seguras y alguna probable" (no sabiendo si España, por cierto, está entre las seguras, entre las probables, o no está), nadie, salvo Miquel Iceta, se ha atrevido a contar el número de naciones.

"En España hay ocho naciones, las he contado", sentenció terminante y audaz Iceta en una entrevista, también concedida a un periódico de tirada nacional (nacional español, claro) publicada el 8 de diciembre de 2019.

O sea, que de las tres seguras de Maragall, y alguna probable, se pasó a ocho seguras, despejando las dudas que pudieran caber en algunas de ellas (es curioso que sea gente del PSC la única que se ha atrevido a aventurar un número).

Aunque, en realidad, si leemos la entrevista más allá del titular, dice lo siguiente: "Según los Estatutos de Autonomía, ocho, y si sumamos el preámbulo de Navarra, nueve. Los Estatutos de Galicia, Aragón, Valencia, Baleares, Canarias, Andalucía, País Vasco y Cataluña dicen que son nacionalidades o nacionalidades históricas. Nación y nacionalidad son sinónimas".

Todo clarísimo.

Ahora bien, pregunto al nuevo flamante ministro de Política Territorial, ¿España es también una nación? Porque, en cuyo caso, no la ha contado, y sería la nación número diez. Un número diez que no se sabe si comprende, si contiene o no, a las otras nueve en su seno, en cuyo caso todas las demás tendrían una identidad nacional española, con lo cual se terminarían reduciendo todas ellas a una, la española (para ese viaje…).

Además, el resto de regiones, ya que cada una en sí misma no se aviene a ninguna identidad nacional (madrileños, extremeños, murcianos, castellanos, manchegos, riojanos, cántabros, asturianos, ceutíes, melillenses), se supone que formarían parte de una nacionalidad. ¿Cuál sería?

Si fuera la española, significaría que ni canarios, ni andaluces, ni gallegos, ni aragoneses, ni vascos, ni navarros, ni catalanes, ni baleares, ni valencianos se podrían acomodar a la identidad nacional española (lo que resulta verdaderamente llamativo).

Y si no fuera la española (porque esta abarcaría también a las nacionalidades estatutarias anteriormente mencionadas), ¿no se requeriría de un nuevo Estatuto que les reconociera su carácter nacional, y, por tanto, sus derechos como tal nación (vamos a llamarla Restoespaña)?

Y el caso es que, si hacemos el recuento final, obtendríamos, quizás, el siguiente número: nueve estatutarias y una décima (que hemos aquí descubierto, modestamente), que sería la formada por el resto de regiones (restoespañolas, permítanme el neologismo acorde con el descubrimiento), y cuya identidad nacional habría de reclamar su propio Estatuto (con su historia, sus instituciones autonómicas, su capital, etcétera).

Por último, relegada a un décimoprimer puesto, habría que contar, quizás (no sabemos bien), la identidad nacional de la propia España.

En cualquier caso, también desconocemos si la unidad de España se conserva o no, a pesar de todo este pluriverso nacional de Iceta. Porque si se conservase la unidad española, a pesar de todo ese festival identitario, entonces, definitivamente, no sé de qué estamos hablando.