La vacuna se ha convertido en un tema de conversación comparable a las hipotecas de la Pantoja. Todo el mundo habla de vacunas, unos porque tienen prisa y otros porque tienen miedo. Aparte está Sánchez, que no sabe exactamente lo que tiene pero hace como si lo supiera.

Vacuna viene de vaca. Una vacuna explica a otra vacuna precedente. Las esperadas vacunas contra el coronavirus, sobre todo la Moderna y la Pfizer, nos llevan constantemente a la temible gripe española del 18 y más lejos aún, a la gran hazaña que supuso en su día el descubrimiento de la vacuna contra la viruela, una gesta que dio la vuelta al mundo y fue un hito de la ciencia.

No obstante, en esta ocasión la curiosidad se centra en nuestros días. ¿Es casual que el recién inaugurado hospital de pandemias de la Comunidad de Madrid se llame Isabel Zendal? Hace un par de años nadie sabía quién era esta mujer. Se habían publicado algunos estudios y un par de novelas históricas (A flor de piel, de Javier Moro, y Ángeles Custodios, de Almudena de Arteaga), pero pocos eran conscientes del espectacular avance que había significado la aventura del doctor Balmis, investigador y cirujano militar junto a la enfermera Zendal y veintidós niños huérfanos que llevaban la vacuna inoculada en sus propios brazos.

Aquella fue sin duda la mayor proeza sanitaria de la historia de la humanidad. El doctor Balmis se encargó de convencer a Carlos IV para que financiara la expedición. La enfermera Zendal, que había trabajado en el orfanato de La Coruña, fichó a los niños huérfanos para la travesía. Su deseo, sin embargo, era más íntimo y personal: incluyó a su hijo natural en la lista para así desaparecer del mapa y empezar una nueva vida con el hijo en cuanto llegaran al Nuevo Mundo.

El reto de la vacuna no fue para todos igual. Jenner la descubrió, pero luego hubo que trasladarla por el mundo. Como en aquella época no había neveras, convirtieron a los niños en vehículos. La decisión era moralmente discutible, pero funcionó. Gracias a la expedición Balmis, se salvaron millones de vidas. El último brote de viruela fue en 1977, y en 1980 la OMS dio por erradicada la enfermedad.

Son muchas las vacunas contempladas en el calendario vacunal, y aunque la de la viruela es la más llamativa por el hecho de haber convertido a los niños en portadores, otras, como la del sarampión, también pasaron lo suyo, administrándose actualmente junto a la de paperas y rubeola (triple). Un estudio de finales del siglo XX sugería que la vacuna del sarampión podía producir autismo, teoría que enseguida hicieron suya los negacionistas de la época para no vacunar a sus hijos.

Caso aparte fue la de la poliomielitis, una enfermedad viral que producía parálisis. En España, el último brote de polio atacó a un buen número de niños de la década de los 50. Más tarde, muchos españoles denunciaron al Estado por negligencia, al no promover campañas de vacunación. Seguramente al Estado español le habría salido más barato llevar a los niños a Lourdes.