"Entonces, los periódicos son como las salchichas. Si la gente supiera cómo se hacen, quizá se pensaría volver a consumirlos".

Pensaba en esto el otro día, al colgar el teléfono, tras una conversación en la que presionaba y fui presionado por el asistente de un político que necesita algo. La frase es de una amiga, de un día en que le revelaba exclusivas que nunca podré publicar a falta de pruebas.

Sepa el lector que la inmensa mayoría de los periodistas cuenta la verdad. Pero que la verdad no tiene mil aristas según del color político del cristal con que las miras, sino mil porciones, en función de las que caen en tus manos. De ahí que, para condenar a un reportero, lo que busca un juez es que le demuestren que mintió y que lo hizo a sabiendas, no que lo reportado al vulgo acabara por no ser (del todo) cierto.

Parece lo mismo, pero no es igual: si has hecho tu trabajo, si has buscado la verdad, la culpa es del que te mintió, o te contó sólo una parte. Por eso la palabra más repetida en periodismo es "según...".

Nos pasamos los días buscando historias que contar, que a ningún director le vale con la espuma de la rutina. Desde que Gutenberg puso a su disposición la prensa de tipos móviles, todos los jefes quieren una exclusiva.

Sepa también el lector que este oficio de contadores de historias es muy rarito, porque beneficio y dividendo no son los objetivos, sino un simple medio: si hay dinero, somos libres para contar más cosas, durante más días y más relevantes; la rentabilidad se mide en noticias.

Hoy debatimos de si el rey abuelo cobró comisiones ilegales o evadió regalos ilícitos. Y si su hijo hizo bien o tardó mucho en renunciar a su herencia.

Pocos han reparado en que el jueves María Peral desveló que Felipe VI ya no tenía nada a qué renunciar, porque su papá lo había desheredado firmando en un papelito oficial al lado de la mistress: ése es el valor de la exclusiva, el documento, que es verdad completa e irrefutable.

Tampoco sabemos en qué se fundía la pasta -la que le escondió a su hijo y a la Hacienda pública- si, como consta en la rúbrica, todavía era Juan Carlos Rey. A todo pagado pero también inviolable. Otra verdad incontrovertible.

Así que volvemos al inicio, a cómo se hacen los periódicos y al chalaneo telefónico con el asesor: "O me dejas contar la verdad que me cuentas o cuento la que tengo". Sepa el lector, por último, que hay poderes institucionales y también los hay antisistema. Todos manejan cachitos de realidad en su propio beneficio.

Los hechos son los que son y a veces los sabemos. Pero hasta que no tienes la prueba o se entrega el personaje oculto... hasta que no lo cazas diciendo "he sido yo", lo que hacemos son salchichas. De ahí que haya medios de más carnaza y otros veganos, a los poderes también les conviene.

Pero incluso en esos casos, importa de dónde vienen los ingredientes, le dije a mi amiga. "Porque la maldad existe. Tiene cara y ojos. Y nombre y apellidos. Uno se hace amigo del diablo, no para sortear el mal, sino para saber de dónde te caerán las hostias".