Un lapsus es despedirte de tu jefe en un mail con un bochornoso "un salido" en lugar de "un saludo". O pedir en el colmado "penes" en lugar de "panes". Lo típico. Te das cuenta tarde, te sonrojas, te disculpas torpemente.

Articular toda una frase, componerla perfectamente, declamar sin mayor dificultad y hacerlo, además, mientras se consultan unas notas sobre el atril, no parece un lapsus, precisamente.

No parece, así a simple vista, que se hayan confundido dos palabras. O que toda una oración y su sentido fuera equivocado, que no fuese eso exactamente lo que se quería decir, sino otra muy diferente y que, por lo que sea, se ha resistido a salir con soltura de la boca tal y como debía. Parecería, más bien, una indiscreción que desvela una indicación oficiosa.

Hablo, por supuesto, de las gravísimas y preocupantes declaraciones del jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, el general José Manuel Santiago, este domingo en rueda de prensa.

Trascribo literal para despistados, que no puedo permitirme un lapsus calami al reproducir un supuesto lapsus linguae. Sería un pleonasmo: "Nosotros estamos trabajando desde… con nuestros especialistas en dos direcciones: una, pues a través de la Jefatura de Información, con el objetivo de evitar el estrés social que producen toda esta serie de bulos; y otra de las líneas de trabajo es también minimizar ese clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno".

Marlaska ya se lanzó rápidamente a aclarar que aquello había sido un lapsus (estoy segura de que Marlaska desconoce la definición de la palabra "lapsus"). También la Guardia Civil emitió un comunicado corrigiendo al jefe del Estado Mayor.

Podría confiar en el principio de Hanlon en otras circustancias, pero hemos visto en las últimas semanas cómo se aprovechaba un estado de alarma para colar una instrucción por la cual las fuerzas de seguridad del Estado pueden monitorizar y cerrar cualquier web o perfil en RRSS que consideren que podrían (ese condicional), en base a no se sabe muy bien qué criterios objetivos, generar "estrés social".

Hemos visto despedir a periodistas por publicar artículos críticos con la gestión del Gobierno, ruedas de prensa con preguntas filtradas e, incluso, formuladas ad hoc sin derecho a repreguntas, denuncias por parte de miembros del Gobierno a supuestas "organizaciones criminales" que se dedicarían a difundir bulos y falsas informaciones por maldad manifiesta, a la Asociación de la Prensa de Madrid emitir un comunicado ante el acoso de Podemos a periodistas, al CIS introduciendo una pregunta capciosa en su último estudio planteando la posibilidad de que la información proceda únicamente de fuentes oficiales y se acabe con la libertad de información...

Creo que, con estos antecedentes, nuestra credibilidad la merece, sin duda, el general José Manuel Santiago en su literalidad.

Y es aterrador, pues estaríamos ante un escenario en el que, no solo peligran algunos de nuestros derechos fundamentales, sino que se estaría viendo comprometida la neutralidad política exigible a los cuerpos de seguridad del Estado.

Aún creyendo las explicaciones de Marlaska, se trataría más bien, en lugar de un error más o menos incómodo por despiste, de uno de esos que muestran por descuido una realidad que se pretendía esconder.

Sería, más que el topiquísimo "un salido", ese otro tipo de lapsus en el que el adúltero, por ejemplo, llama por el nombre equivocado a quien no debe en el momento más inoportuno y sicalíptico. Y, como en ese caso, a alguien deberían ponerle las maletas en la puerta y cerrarle la puerta en las narices, dejándole en ropa interior en el descansillo.

Antes de que vuelva a hacerlo. Que lo hará.