Cuatro semanas de confinamiento y yo ya solo distingo unos días de otros si hay discurso del presidente. Qué afición ha pillado.

Los sábados ya no son lo mismo si él no comparece. Son a la cotidianidad sabatina lo que antes era Noche de fiesta y Sánchez, con sus fatuos discursos fútiles, es como ese José Luis Moreno adjetivando descontrolado, arengando al público de charanga y pandereta, de casino de pueblo costero: "Tiene garra, tiene fuerza, uh-uh-uh".

Este sábado no hubo discurso de Sánchez, jopetas, y yo anduve desnortada y mohína hasta el domingo por la tarde, momento en que volvió a deleitarnos con su declamar sobreactuado.

Otra vez el tuteo (¿por qué nos tutea?) y de nuevo el mismo discurso, reciclado y huero, lleno de frases fusiladas a Bush, Churchill o Kennedy, según el momento (Iván Redondo, por lo que más quieras, depón tu actitud), subestimando ofensivamente la cultura general básica del espectador, dando por hecho que ignora aquellas fuentes.

Con Sánchez me pasa exactamente lo mismo que con los robots antropomórficos, me lanza de cabeza al fondo del Valle Inquietante. Se me acelera el pulso, se me dispara la inarmonía, mis ideas entran en conflicto.

Me resultan siniestras sus formas, como si no fuera humano. ¿Cómo podría serlo alguien que no es capaz de, en un momento como este, alejarse de la fatuidad y la petulancia? ¿Alguien más preocupado por la épica de su discurso, arrogantemente bélico, que por la franqueza, exactitud y rigor del contenido?

Es quizás el desajuste entre lo que dice y lo que hace, como si se le hubiese averiado el fotómetro y fuera incapaz de ajustar el gris medio moral, lo que más me inquieta. Su insistencia, por ejemplo, en pedir unidad y lealtad a la oposición, con una mano, mientras con la otra consiente, y quizás alienta, que la menosprecie, denigre y culpe una Adriana Lastra -como una delegada furibunda y arrebatada de 4º grado de la ESO- o un Echenique -despreciando flagrantemente las bases de una democracia sana-.

Y cuando peor lo estaba pasando, cuando ya creía que no podía ir a más, 33 minutos después de empezar a revolverme incómoda en mi asiento, comienzan las preguntas de la prensa. Nius Diario, La Marea, Nuevo Lunes, Diario del Puerto. Parece un chiste y no lo es.

Juro que pensaba que en cualquier momento entraría a la carrera Hugh Grant como corresponsal de Caballo y Sabueso, le preguntaría a Sánchez cuánto tiempo pensaba quedarse en Moncloa y él diría “indefinidamente” mirando a cámara, ilusionado y satisfecho.

Música romántica, primer plano de su sonrisa, beso. The End.