Con la implantación del Título VIII de la Constitución del 78, el rodillo nacionalestatutario, en muchas regiones españolas, quiere aplastar y llevarse por delante a figuras navideñas tradicionales como son los Reyes Magos o Santa Claus (Papá Noel) -como tantas otras cosas, al parecer, igualmente "impuestas" desde "Madrid"-, y que van siendo sustituidas por figuras como la del Olentzero, personaje local de algunos municipios vascos y navarros ahora oficialmente generalizado a toda "Euskal Herria", la del no menos inquietante Apalpador, en Galicia, o la del Anguleru en Asturias (esta última ya de creación ex novo para potenciar el uso del bable entre los más jóvenes).

En televisiones locales, y otros medios del País Vasco y Navarra (además de dedicarle casi siempre un espacio en la TVE para que nos enteremos el resto de españoles), se dejan en un segundo plano a Reyes Magos y Papá Noel, para darle protagonismo, el día 24, a la "bajada del monte" del Olentzero, momento en que este barrigudo y borrachín carbonero, transformado para la ocasión, visita la ciudad para recoger las cartas que los niños, por supuesto sólo los vascos, le dirigen.

Así, mientras que Papá Noel se supone que la noche del 24 ha colmado de regalos a "todos los niños del mundo", no lo ha hecho, sin embargo, entre los niños de "Euskal Herria", de cuya distribución ahí, celosos de sus autonómicas competencias, se encarga el Olentzero.

Y es que no importa tanto que este personaje, de origen discutido, tuviese otras funciones, y menos benevolentes, en la tradición local (se dice que bajaba del monte para degollar a los niños, a modo de coco o hombre del saco), lo importante es que sirve para envolver y desplazar (mezcladas con ellas) a las figuras comunes en este sentido (Reyes Magos, Papá Noel), de tal modo que, una vez establecido como "Papá Noel vasco", propio y exclusivo, permita la erradicación, que es lo que interesa a los del "hecho diferencial", de tradiciones que son comunes con el resto de España.

Se dirá que estas tradiciones comunes, particularmente Papá Noel, tienen también un origen muy localizado, y que, promovidas por intereses igualmente espurios (comerciales, etc.), ajenos al entrañable y familiar espíritu navideño tradicional, se han generalizado.

Naturalmente que tanto Reyes Magos como Papá Noel son figuras cargadas ideológica y doctrinalmente, pero, sea como fuera, lograron ser incorporadas como elementos ceremoniales comunes a la sociedad española en ámbitos, además, como el de la familia y la escuela, de gran influencia en la formación temprana de las nuevas generaciones.

La tradición de los Reyes Magos se impone en época medieval en el área mediterránea de difusión cristiana occidental, a la que España pertenece de lleno; Papá Noel tiene más que ver con el desplazamiento moderno de la hegemonía desde el Mediterráneo al Atlántico y mar del Norte, y en el que España también juega un papel fundamental (recordemos que Papá Noel es el san Nicolás de Bari, en el Nápoles dominado por España, difundido ulteriormente, ya como Santa Claus, primero a través del ámbito holandés -provincia rebelde española-, y anglosajón después, por efecto, sobre todo de la influencia que tendrá Nueva York como ciudad alfa en la jerarquía urbana contemporánea).

España, inserta en este contexto geopolítico, asumirá, como todas las sociedades de su entorno, la influencia de estas figuras del proselitismo cristiano que, fundidas con tradiciones locales, le darán un sincretismo característico, con distintas variaciones, pero respondiendo a un patrón común.

Es ahora, con la ideología autonomista del "hecho diferencial", cuando estas grandes representaciones de la tradición cristiana quieren ser desplazadas, inventándose otras ad hoc, traídas por los pelos desde el campanario, pero con pretensiones de autenticidad secular, para justificar así la condición del autogobierno local. Hasta en los regalos de Navidad se quiere liquidar el "centralismo" representado por Papá Noel o los Reyes Magos.

Ignoramos cuándo tuvo lugar el traspaso de competencias, la cuestión es que la magia de Santa Claus da para que en una noche visite los hogares de todos los niños del mundo, pero no puede, sin embargo, con el régimen nacional-estatutario autonómico del Título VIII de la Constitución en vigor. Y es que en España los Reyes no son los padres, son los presidentes de la comunidad autónoma. Vale.