Oriol Junqueras, frailecillo de Lledoners, dilecto de Soraya, preso ejemplar y amigo de brujos descarriados, ha sido claro. "Que se metan el indulto por donde les quepa". Acaso porque Junqueras es Quevedo hablando en polaco y, sabe, como decimos en Salamanca, "que la lengua es un caudal, sabiéndola manejar".

Entre el "Pedro, tenemos que hablar" y la indicación de un supuesto indulto como un supositorio media un abismo. Quizá sea que en Lledoners a los de las sonrisas se le va pegando esa gramática parda de los presos comunes, aunque sea por ósmosis -ya sabemos que en la cárcel de marras los golpistas tienen un spa, un psicólogo, un confesor y hasta un paquete de series molonas-. Y los cartones de guinston, que tienen que entrar en palés de toneladas allí. Quién fuera esa cárcel que es un resort donde se curan los infartos y se convence al mojigato de las bondades de la república.

Si algo nos ha dejado la semana trágica ha sido el desmoronamiento de las sonrisas, que no eran sonrisas, sino adoquines. Y el escrache del CDR a Rufián con jarabe democrático: su gesto mirando al suelo nos mueve a una conmiseración infinita. Y sobre todos, Junqueras, valentón, que se sabe lo del tercer grado y ya no entiende cómo puede volverse mártir de nuevo de cara a las masas: él, tan salvífico, escupiendo escatologías con una ligereza que nos sorprende.

Oriol Junqueras ha pasado a una dimensión nueva, un limbo en el que de preso y condenado y santurrón ha pasado a ser un beneficiado de las miserias del sistema penitenciario en el Estado de las Autonomías. Los de las bombetas comiéndose los años por la Goma2 y aquí, Oriol, teniendo Lledoners como parada y fonda. Todo muy coherente en esa doctrina de la "ensoñación" que dicen los amigos de las togas a los que yo respeto y acato, voto a Dios...

Nadie sabe de qué forma lo volverán a hacer -que lo harán como han dicho este martes en el Parlament-, pero podemos aventurar que la cosa acabará como el Rosario de la Aurora y largarán por la sinhueso todas las barbaridades vernáculas. Qué gente.

Lo peor del separatismo es que, al final de la escapada, nos haya salido tan violento y tan mal hablado. A todo se llega degenerando, que decía el Guerra. Y aquí todos han degenerado, y por eso los queremos tanto.