Voto a Dios que me espanta esta España en la que se cuecen besugos abertzales, se secretea en público con Otegi y se le guarda una cuchara a Camilo de Ory en Alcalá Meco por hacer chistes negros sobre hoyos, pozos, perros y feministas. Esa España que se pone morcillona con los niños muertos, y que olvida demasiado pronto quién o qué fue Otegi. 

Esa España nuestra que olvida qué fue Hipercor, o todos los viernes negros en los que amanecíamos con un concejal matado a bocajarro, con el cadáver en el suelo, bajo el sirimiri del Norte, y Aznar con gabardina consolando a un concejal del PSE (el mismo PSE que ha dado apoyo en Vitoria a la infame ley de abusos policiales). La amnesia era eso mismo, un "haz que pase" un etarra por un socio fiable. 

Porque pase lo que pase, Otegi siempre ha estado ahí, con sus llamadas discretas o no tanto, rodando reportajes con el Follonero en un caserío, y ha sido la España de la caraja la que hoy está a punto de darle un ministerio.

España es este abril o la cocina de Bertín o la cocina de Tezanos y de Redondo: no hay más color ni más tutía. Sánchez lo sabe y ahora se sube al burro de la eutanasia, al Falcon de la cicuta subvencionada y el pentobarbital, y dirán que este macho alfa del Ramiro de Maeztu tiene baraka, como Paca la culona -aún sigue en Cuelgamuros bajo la piedra sellada de Alpedrete- o Alfonso XIII.

A Sánchez nada humano le es ajeno, y a su proyecto/no proyecto igual le sirve un abertzale campestre, un jubilado terminal o un circo de tres pistas. 

Otegi, insisto, lleva esa cara de compungido que nos perdona la vida, y a falta de acta notarial que lo consigne, tiene ya casi el sueño cumplido de los txakurras kampora, o sea, ningún picoleto en Navarra y Vascongadas.

Igual Arnaldo roza un ministerio -insisto-, que un hombre de paz (sic) como él tiene abiertas las puertas del cielo, y del ministerio, para que un ordenanza lo vea llegar con sus pintas de senderista ahora pacífico, bendecido quizá por los trankimazines y por la paz de los cementerios y de esas viudas que huyeron a Benidorm para olvidar al sol.

Después del 28-A se barrunta una coalición que le pondrá sus respectivos cordones sanitarios a aquellos que, como el arribafirmante, no queremos ni olvido ni perdón. Pero Otegi suena a ministro y llegaremos, mediando junio, al fin de la Historia. 

En ese balandro, en esa gabarra que dice Celaá que pudiera ser el Titanic, vamos todos, con indolencia y viento fuerte que sopla por la retambufa.