El día que quemaron adelantadamente a Pepu Hernández hacía sol en Madrid. Sol y frío. El día que el sanchismo consumó el dedazo, sonaba Loquillo por un altavoz, eso de "feo, fuerte y formal" en un alarde de modestia del presidente Sánchez. Pepu Hernández abrió la gloria de la España al baloncesto y Sánchez lo ha ungido como su dilecto para sus mamporrerías consistoriales.

Es verdad que el baloncesto hace sus hombres y Sánchez los deshace. Hasta el más rutilante astronauta degenera -que diría el Guerra- cuando se asocia al hombre del Falcon. La militancia que lo respaldó en Dos Hermanas tiene que estar en estado de catatonia con las querencias de Sánchez en esto de ir a la estela de Carmena sin proyecto y con un entrenador del Maeztu.

Pepu triunfó quizá porque lidió con un vestuario blandito, y esa falta de carisma le dio una consistencia pública de bonachón; cierto que era otra España en la que la falta de carácter podía pasar por virtud. 

Sánchez argumentó que, con Gabilondo y Pepu, no hay mejor equipo. Entendemos que el filósofo y jesuitilla Gabilondo haga de tripas corazón, aguante la bilis y siga la máxima aquella de San Ignacio: "En todo amar y servir".

Sánchez, en todo caso, tiene de Madrid una idea aproximada. Una ciudad desde la que hay que volar a Valladolid o a Benicassim. Sánchez podría haber apostado por la Cultura, el consenso, el movimiento nacional o un militante con bigotillo de subsecretario. Pero no, elige a un tipo con fama de pusilánime para mangonear e imponer el sanchismo, cuya fórmula van escribiendo entre Iván Redondo, el vacío y la señora de Pdr, que aporta mucho a la socialdemocracia en praxis. Con tal oráculo de iluminados nada puede salir mal, ni en Madrid ni en Cataluña

Carmena, a la que tildaron de "cerril", lleva camino de eternizarse los días de alta contimación y los otros también en la Alcaldía. Las coñas con las magdalenas sobre Manuela han puesto a Madrid en el mapa. Tiene su marca como Álvarez del Manzano tuvo su fotógrafo de 'corps' o Tierno Galván su querencia al anís Machaquito que daban en aquellas tascas que ya no quedan. 

Sólo Madrid es Corte, y Pepu está a tiempo de argumentar miedo escénico, personal en ataque o lo que pueda.