En aquella convención la calefacción estaba al punto. Un hilo musical tocaba el himno del PP, así como entre el jazz y una cumbia que le pusieron al escribidor -Vargas Llosa-. Creo que el PP se reencontró consigo mismo. Hubo dos alas que Casado debe ligar o integrar en un futuro, una con complejo de socialdemócrata con laca y otra con nostalgia de bandera. En todo caso, allí, en IFEMA, más que euforia lo que se respiraba era cicatriz.

Cicatriz porque Rajoy dejó el partido en estado morcillón y estadístico: gris y nada. Cicatriz y vergüenza porque Rajoy durmió al auditorio un viernes de enero teniendo a jóvenes como Casado, como Levy, como Vargas Llosa -en diferido futurible- que no entendían cómo el Estafermo fue y existió en los peores momentos de España. Bien es cierto que lo enterraron como a un señor normal con aplausos desganados, pero el daño, ay, está hecho.

Anduve brujuleando por la convención y vi entrar antiguos sorayistas a los que me une una amistad un tanto difusa, allá en provincias, que me decían que afuera del tejado -IFEMA- hace frío. Ni siquiera la victoria pírrica de Andalucía les ha curado el helor.

Pero también yo vi a Vargas Llosa así, como de biela necesaria de lo que debe ser el liberalismo. La gente me contó en el taxi compartido que lo de Cs del escritor se le perdona, que los intelectuales son así, y que mejor un escritor que un registrador para tal y como están las cosas.

Pablo Casado tiene el mérito de plantar cara, y batallas, ideas, de traerse a un soñador de Tabarnia que certificó que el Estado con Rajoy quedó en Cataluña -y en Mondoñedo- poco menos que comatoso. Los 'rajoynianos' sorayistas llevaban calado el chapeo, como en el estrambote de Cervantes: algo les hablaba de un tiempo pasado que fue burocracia con ínfulas. 

La política hace extraños compañeros de cama, pero Rajoy hizo unos galimatías de la inoperancia que ya han despertado hasta la furia del español sentado, que diría Pacumbral.

Cuando Casado Casado afirmó el domingo lo de "que España no es solo un hecho histórico", sino que lo es también en lo "moral, estaba enterrando la nada con sifón del rajoynismo. Enterrando al Estafermo en un sepulcro bajo siete llaves, como diría Costa del Cid.

La convención tuvo que ver a Rajoy con Ana Pastor, un Rajoy sin atributos, para llegar a darse cuenta de que la gaseosa y la pachorra estuvieron a punto de llevarse por delante al PP. 

Igual ya se han curado.