Las baronías socialistas callan y consienten, aunque les coma el veneno y la pena negra cuando Iglesias se va haciendo un hombre y un nombre a cuenta del Gobierno Frankenstein. Las tensiones internas del PSOE nos las conocemos todos porque todos somos compañeros, que diría el otro. Ven los barones el tortazo catalán a la distancia, lo verbalizan tibiamente y siguen en la cortijada propia con la cabeza gacha y esperando que pase una tormenta que nunca pasará.

Lo de Pedro Sánchez en las primarias fue un error histórico, pero, tal y como dijo el fraile, "todo es bueno para el convento" y así piensa el militante de base. Sánchez ya ha ido al cortijo de Susana en no se sabe qué venganza de cuerpo presente en tierra de María Santísima y de cara a las autonómicas andaluzas. Desde que Tejerina comparó a los niños castellanos y a los andaluces, Moreno Bonilla se sabe muerto, y es la maldición que le pesa al pobre en estas elecciones. Ocurre que el PSOE tiene razones que la razón no conoce.

Decían que había malestar entre el PSOE de siempre por esta cosa de bandazo/chulazo que es el sanchismo respecto a su dejar hacer en Cataluña; y sin embargo hay mucho de "off" y más de trágala y más de confirmación de un naufragio que no le hierve la sangre a los barones. Que Sánchez vaya a Andalucía a hacer el paseíllo, a marcar militancia y otras cosas nos da una idea de que el socialismo español hace tiempo que perdió la noción de la realidad. Y que las guerras internas son hasta una marca electoral de la casa.

Es paradójico que el socialismo esté hundido y que esté en Moncloa, pero lo que sucede es que ni es socialismo ni es Moncloa: es Sánchez/Iglesias y Lledoners como bodeguilla de los pactos que sostienen este Gobierno que ni Rufián soñó en sus sueños más húmedos.

Yo sigo pensando en las baronías revueltas que callan y otorgan en espera de que llegue otro milagro de la Virgen de Fátima al socialismo español. A los constitucionalistas del partido que más se parece a España, y a otros, se le pueden contaminar los humores internos y las vísceras con grave riesgo arterial. Y, sin embargo, no se entiende esta disciplina de silencio del PSOE de siempre. 

Ahora que Pedro Sánchez se baja al Sur, empezamos a aprender sobre todo y sobre casi nada. El socialismo español se ha acostumbrado tanto al abismo que, cuando el abismo lo tiene en la mismísima presidencia, da efectivas pruebas de andar a gusto en esta coyuntura de abismo. De abismo sostenido.