Felipe González dijo una vez que los ex presidentes del gobierno son jarrones chinos en apartamentos pequeños: un ornamento vistoso al que hay que cuidar por su valor intrínseco, pero que no tiene utilidad y al final siempre acaba estorbando y cogiendo polvo. La metáfora, brillante, se sostiene a medias. Adolfo Suárez nunca molestó. Tampoco Leopoldo Calvo Sotelo, que dejó la política para siempre y no volvió a involucrarse en asuntos de gobierno.

Los jarrones llegaron con González y Aznar, quizá porque en el fondo sus sucesores reconocían aquello de “ni contigo ni sin ti”, y aguardaban el susurro del viejo de la tribu aunque sólo fuese para poder decirle que a ver por qué no se podía estar calladito. Pero tras ellos dos llegó Zapatero y allí fue Troya

José Luis no es un jarrón chino, sino un vaso de duralex, o mejor, esa figurita que te regalaron en la boda y no hay forma de que se pierda en las mudanzas. Zapatero, que no encuentra su sitio porque no lo tuvo nunca fuera del territorio protegido de Moncloa, anda buscando su lugar, primero en Venezuela, donde ha demostrado más empatía con Maduro que con quienes padecen el chavismo, y ahora en suelo patrio.

Sí, la figurita de porcelana que creíamos a buen recaudo en el fondo de una caja ha aparecido como por arte de magia encima de la chimenea para cargarse el efecto civilizado del salón. José Luis Rodríguez Zapatero se reunió con Otegi porque el líder de Bildu tenía ganas de conocerlo. Ahí es nada. Un expresidente del gobierno quedando con un delincuente para hacer pandilla. Me pregunto quién puede entregarse a esos juegos oscuros con el que es coleguita de asesinos y cómplice de delitos atroces.

A lo mejor Zapatero se aburre porque no sabe hacer gran cosa: les pasa a algunos jubilados. Pero hay miles de aficiones mejores que sacudirse el tedio haciendo migas con un indeseable. Así que, por favor, que alguien le dé algo que hacer al ex presidente para quitarle las ganas de tomarse con ese sujeto un café, un txiquito o un vaso de sangre fresca, que no me extrañaría que fuese eso lo que bebe Otegi.