Estando en la Universidad, un profesor me dijo que no se podía redactar un artículo de opinión bajo los efectos de la rabia. El enfado nubla la objetividad y el sentido común. Procuro seguir el consejo, y por eso he cambiado dos veces el tema de este texto. Pero no me ha salido.

Estoy enfadada, estoy decepcionada, estoy triste. Y no se me quita. Y estoy así desde que leí, con los ojos abiertos y los pelos como escarpias, el hilo de tuits de una periodista que arrancaba así: “El lunes me llamó Pablo Iglesias para decirme que el presidente Sánchez y él habían alcanzado un acuerdo para que los nombramientos de RTVE dependieran de Podemos”. Les ahorro el resto del escrito y el consiguiente ataque de vergüenza ajena por lo leído, y vuelvo sobre lo mollar de esta triste historia: “un acuerdo para que los nombramientos de RTVE dependieran de Podemos”. Así, sin anestesia.

Iglesias llamando a una periodista para decirle que él y el presidente por accidente han decidido que a Podemos le toca la televisión pública en el reparto del botín. Esto sienta como una patada a cualquiera con unos mínimos de decencia, pero si encima te has pasado los últimos meses peleando para elegir a la cúpula de RTVE por concurso público, entonces ya te dan ganas de echarte al monte. ¿Y estos eran los que venían a regenerar? ¿Estos los que hablaban sin pudor de una tele despolitizada y libre?

Resulta que las manos del presidente, tan ridículamente fotografiadas, no sólo valen para presumir de firmeza desde una cuenta oficial, sino sobre todo para el dedazo. Pedro es igual que Rajoy, que puso a uno de los suyos a llevar la vara de mando. Con el agravante para Sánchez de que, al menos, Rajoy lo hacía sin disimulo: prefiero la desfachatez a la hipocresía. Pedro era de los que, hace días, bramaba por la independencia de la Corporación. “Un acuerdo para que los nombramientos de RTVE dependieran de Podemos”.

Así empieza a pagar Pedro la entrega de las llaves de la Moncloa: poniendo la Televisión que vemos y pagamos todos en el regazo del Hacedor. ¿Qué más va a entregar Sánchez como juguete a Iglesias y a los suyos? ¿Cuánto queda del tejemaneje, de cuyo primer episodio nos hemos enterado por el despecho de una periodista de la que, por cierto, se han burlado con muy poco decoro?

Ni los espectadores de la tele pública, ni quienes la hacen a diario (entre los cuales hay mucho, muchísimo buen profesional) se merecen tal ración de menosprecio. Me queda de esta historia un consuelo que no es pequeño: la lección de dignidad de los trabajadores de TVE, que reaccionaron al cambio de cromos con una fiereza encomiable.

La semana pasada, la ministra portavoz anunciaba, en un alarde de autoridad y suficiencia, que se habían acabado los viernes negros como quien decreta el fin de un baile apagando la música. No, ministra. El baile no ha acabado. De hecho, a lo mejor apenas acaba de empezar.