Pedro Sánchez tiene una rara habilidad para el aguante; al zapaterismo gaseoso de los tiempos pasados, le ha puesto Pdr tecnocracia y relumbrón, y se sabe que entre su Begoña e Iván Redondo va surgiendo un presente de ocurrencias y un listado de gente válida en lo suyo que acabará torrada y señalada por la pronta disposición en colocar el nombre en el BOE. Dicen que "la nave va", y se intuye que las pataletas de Pablo Iglesias o las bravatas de Otegi son ese ladrido frente al que cabalga la socialdemocracia, que es ahora la ubicación circunstancial -la socialdemocracia, digo- que gusta a Europa y sobre la que el sanchismo se revuelve como guarro en una charca: entró al aro del mal/capital aunque proclame vaguedades con voz hueca.

A Pedro Sánchez le sigue ahora una masa crítica de intelectuales de salón y de última hora en Facebook, de escritorcillos de literatura infantil que pasean con boina en El Retiro, que firman pocos libritos y que creen que aquí se ha pasado de Tangentópolis a Suecia con una moción y una caterva de ministros vírgenes. Luego está Batet, ambición rubia y gestitos a Torra, que deja al icetismo en histriónica anécdota y un cierto acojone en la Cataluña silenciada: la que sacó la constitucional a los balcones.

Comparan el pedrosanchismo con la consagración de la primavera, y así vemos ya el nivel. Es el PSOE salvado en las vísperas de la implosión y armado de esa transversalidad pintona que le han chuleado a Ciudadanos, allí donde brotan las primeras canas naranjas por haberse bregado de verdad en los jodidos días del pre y el post supremacismo. A Sánchez lo vino Dios a ver cuando el verbo se hizo carne de Borrell en aquel otoño en el que Pedro comprobó en secreto que la Constitución, antes de abrirla, pudiera servirle como trampolín que relajara los infartillos a las baronías. Este Picalagartos que les escribe recuerda su renacimiento -el de Pdr- entre las aguas de un lago estancado en Dos Hermanas, con los mosquitos de las aguas quietas y una señora que venía de Madrid, natural de La Mancha, que repartía 'miguelitos' de La Roda y tenía a Susana por el diablo.

Hay quienes vaticinan aguante, quienes como el sociólogo Andrés Villena ven que el negocio de este nuevo PSOE le tira "mucho a las mamachichos" (Mediaset), una 'broadcasting corporation' a la que sí le arriendan ganancias y hasta un secretario de Estado: que lo que hay es "un barrosismo sin Barroso".

Sánchez ha dejado el Frankestein en macedonia, y va de suyo que acabará dejando en la cuneta a tantas mentes brillantes que no conocen el regusto de las clásicas guerras sucias. Ni al ambicioso Pdr.