De la extrema izquierda al chalet: la reproducción de este trayecto por Pablo Iglesias e Irene Montero ha sido el gran homenaje a Mayo del 68 y lo demás son tonterías. Encima les ha quedado muy gráfico, al concentrar en dos años lo que los mayistas hicieron en veinte.

Aunque los mayistas eran más como Íñigo Errejón, porque llegaron a aquel mayo desde sus chalets y lo de después fue técnicamente una vuelta a casa. Para que luego digan que no hay lucha de clases, si hasta entre los marxistas se da. Al final, el beneficiado de las ganas de chalet de los Iglesias Montero es Errejón, cuya única virtud es que tiene matado el gusanillo: llegó a la política ya chaleteado; no sé si desde un chalet familiar, pero sí como mínimo desde el chaletesco Pozuelo. Mientras que a Iglesias le penaliza ser realmente de Vallecas: es decir, alguien que, como los de Vallecas, no quiere la revolución (esa cosa de los de Pozuelo), sino un chalet si se presenta la oportunidad.

La desgracia de Iglesias y Montero (procedente ella de otro barrio no rico, Moratalaz) es que están atrapados en un circuito trágico: aquello que les ha permitido prosperar es justo lo que les impide disfrutar de ello; al menos, sin que cante. Porque lo que les ha permitido prosperar es la predicación de la moral sobre la política (o como forma de política), que ha sido según Rafa Latorre “la gran aportación de Podemos a la vida pública española”.

Así, entre todas las críticas contra los Iglesias Montero (incluida la del impostor Kichi, que, a diferencia de cualquier currante, prefiere seguir viviendo en su “piso de currante”), ninguna es tan acerada como la del Iglesias de no hace mucho, que hasta clavó el precio. Pareciera que hubiese querido introducirse en el molde exacto del pecado diseñado por él mismo...

Lo de la consulta a las bases no es más que la consumación del equívoco, al dejar en manos de los otros la dignidad y la coherencia propias. Se tratará, por cierto, de una consulta performativa, estremecedoramente vinculante: si gana el no, la reprobación de la compra del chalet se traducirá en que sus compradores –enviados al paro– tendrán imposible pagar la hipoteca.

Si gana el sí, en cambio, la cosa será no solo más alegre sino francamente divertida, ya que Podemos se habrá convertido en el primer partido de nuestra historia política en aprobar de forma explícita la compra de chalets. La moraleja sería puramente mayista: los Iglesias Montero habrían sido realistas al pedir lo imposible. ¡La imaginación al chalet!