La alegre muchachada de Arran sigue en la idea de acojonar a mis compañeros de Crónica Global.

El pasado 25 de enero tres encapuchados de las juventudes de la CUP machacaron a martillazos la fachada del periódico en Barcelona y la llenaron de pintadas con mensajes en los que, básicamente, se acusaba a los periodistas de españoles y fascistas: "Iluminemos la oscuridad, ahoguemos el fascismo", escribieron. Era el cuarto ataque sufrido en la redacción que dirige Xavier Salvador.

Este último fin de semana estos intelectuales de la palabra, poetas de la barbarie, adalides de la libertad de expresión, arquitectos del pensamiento y geómetras de la concordia amenazaban abiertamente con seguir y seguir sus ataques contra los duros de mollera que no tienen la suficiente cordura como para pensar como ellos. Mar Ampurdanés, portavoz de esta kale borroka con estelada de fondo, amparada en una sorprendente impunidad, justificaba en una entrevista en El Mon los ataques llevados a cabo por Arran contra Crónica Global a la vez que dejaba entrever nuevas actuaciones.

Ampurdanés defendía sin pudor "la confrontación directa", hablaba de que "las acciones pacíficas tienen sus limitaciones", y de que "hay ciertas acciones que son necesarias para señalar y hacer discurso". Insistía en que "toda forma de lucha debe tener cabida" y en que ellos nunca han renegado "de formas de lucha que no son las del independentismo más transversal", para concluir con que "en ciertos momentos es necesario estar dispuesto a alcanzar un clima de confrontación directa más intenso".

Esta intensidad es para ellos el martillo y el pasamontañas; el martillo y el pasamontañas contra la palabra, contra el que no piensa como uno, con el miedo como estandarte. El fascismo es así, los fascistas son ellos, los que no quieren el debate sino la obediencia, los que oponen la violencia frente a discrepancia, los que se amparan en el oscurantismo y desprecian la luz, los que ahogan cualquier vestigio de libertad, los que no soportan a los que no se rinden, a los que no se arrodillan, a los que con su valentía demuestran que son más fuertes que ellos, más fuertes que el miedo por bandera que destilan.

Y aunque en cierto momento de la entrevista sostiene la líder de Arran que la "única línea roja" es la agresión física, no es menos cierto que una edición actualizada de la historia general de la infamia estaría repleta de ejemplos en los que, al final, los profetas del pensamiento único, del totalitarismo más negro, de la cobardía imperante, justificarían cruzar línea tras línea en pos de ese bien general que sólo sobrevive, aunque les joda, entre yugos y flechas.

Desde Madrid me solidarizo con mis compañeros de Crónica Global que van a trabajar sabiendo que muy cerca de la redacción hay unos tipos, esa alegre muchachada de Arran, que creen que una capucha y un martillo pueden ser suficientes para acallar a quien quiere hablar. Pobres ignorantes.