Rompo la baraja y me niego a escribir de Cataluña. Barcelona no es la capital del mundo, ni tan siquiera de España. La vida y la muerte no pasan por el Parlament, ni por la plaza de Sant Jaume. El futuro, desde luego, tampoco deberían. Y la libertad y la democracia no están hechas para el uso exclusivo de quienes las quieren constreñir a sus exclusivos intereses; libertad y democracia son palabras libres, abiertas, desencadenadas; palabras con las que todos podemos jugar y deletrear con la misma intensidad.

Me niego a escribir de Cataluña. Puigdemont no es nadie, una mota de polvo, un estornudo, una equivocación, una nota a pie de página, un lastre, un puto lastre. Y el Gobierno de la nación, por desgracia, no parece ser mucho más. Hartos ya de estar hartos del tema catalán que se nos viene encima día si día también sobrevivimos a duras penas. Las ramas nos están impidiendo ver el bosque y hay mucha más cera que la que arde.

Ya está bien de estar más pendientes de Bruselas que de Extremadura, Aragón o Galicia. Ya está bien de ser víctimas de las declaraciones de cartón piedra con las que políticos y periodistas (o periodistas y políticos) envenenamos los sueños de una ciudadanía mustia que ya no aguanta más, que cree que todo es una bazofia, que le gustaría borrarse de este mapa, irse, esconderse; una ciudadanía entristecida que le gustaría arrancarse de la piel esa costra de podredumbre que a todos nos empapa.

Qué país de mierda somos que no logramos salir de este bucle melancólico al que llevamos tanto tiempo encadenados que ya no somos capaces de recordar lo que debe de ser la vida sin este aire viciado que nos ahoga sin remedio y sin esperanza. ¿Qué hemos hecho para merecer esto? ¿Cómo era la vida antes de esto? ¿Cómo será la vida después de esto?

Tenemos un Gobierno pusilánime, cobarde y corrupto que ni ha sido ni será capaz de dar respuestas a una sociedad que las necesita con más urgencia que nunca. No han sabido hacer su trabajo, no han logrado ser esa bandera –recuerdo a Charlie Chaplin en Tiempos Modernos– que todos deberíamos seguir, incluso con los ojos cerrados, incluso sin querer como el propio Chaplin, incluso con estos mangutas al frente del país.

Los perros ladran pero, en contra del dicho, la caravana no continúa. Estamos atascados, agarrotados, esclerotizados; nos estamos perdiendo en los márgenes de nuestros pecados, de nuestra incompetencia.

Cataluña nos está ganando, no por argumentos sino por cansancio.