Ya está España como querían los sabios de La Tuerka, los gurús de Vallecas que iban a traer el futuro y que acabaron fogueándose entre depuraciones en Vistalegre II. Ahí, meneando ideologías que ya no venden lo que dicen que vendían, y eso que se auparon a la bandera que más calentaba sin distinción y con voluntad de poder. Y España, como la tierra baldía.

Con la frente marchita acabó 2017. Sin que le entre a este país un mínimo de esperanza, sin que a España le quepa el bigote de una gamba, y con los listos del 15-M y el foralismo en una coyunda que tiene en meta y mente lo de cepillarse la Constitución (y Rajoy consintiendo la demolición de lo que pudimos ser).

La tercera España fue quizá el sueño de un mañana de veroño en Barcelona, rota por el sorayato militante, mediático y hasta submarino. Redujeron a España a un plató de sábado noche, y nada bueno puede salir de un VIP Noche con políticos hiperactivos. Juntemos a Colau, de cuando en vez, como vuvuzela hipotensa de los Jordis.

Terminó el año con dos mensajes que fueron calando, cada uno en los suyos: que el junquerismo es amor para los tiernos supremacistas de ERC, y el mensaje del Rey, que aun con la narrativa de los spots navideños de Campofrío, vino a decirnos que sin los afectos y sin lo común quedamos reducidos a tuiteros celtíberos, irredentos encabronados y trolls endogámicos en la taifa.cat.

Cantará el 2018 en un país cansado en los albores del invierno, como casi siempre desde que tenemos esta memoria histérica de vieja conformista que se postra de hinojos ante Rajoy. Este país, me refiero, que tiene a esquiroles que se ponen en vigilia por un golpista en Estremera, que son nacidos en Badajoz, y que quizá ni huelen que el de abajo, el del cuarto, es un criminal machista.

Leo que el 2018 será el año de X o no será, y ya van escrachadoras y escrachadores fiscalizando el pensamiento de los que más que nada somos libertinos, y libres e iguales. Aunque quedan 12 meses, y un árbol huele a jazmín. Hoy el experimento de Tabarnia les pone a los indepes frente al reflejo de una estupidez que habrá que implosionar con más pedagogía que amor: con más ley que tragaderas. Del PP nada se espera (Vidal-Quadras le definió a Campos la quintaesencia de su cúpula). De la izquierda, un cortoplacismo con militantes seniles y dos palmeros que nos reprocharán las cunetas del 36 cuando medie abril. Ciudadanos vive el papel de héroe en un tiempo, 2018, y un país, España, que apunta a tragicomedia en los papeles y en los mercados.

Yo seguiré creyendo en lo mío por entrañas, por convicción, y por el discreto encanto de llevarle la contraria a los -ismos que ladran cuando cabalgo al Picalagartos que hay en todos.