Navidades Negras (y II). Aquí va un puñado de imaginación para seguir leyendo estas navidades o para regalar y quitarse un marrón de encima. Algunas de estas novelas son negras y otras azul oscuras pero casi negras, como diría Daniel Sánchez Arévalo. Algunas están todavía calientes porque acaban de salir y otras son simplemente eternas y hay que leerlas porque es pecado no hacerlo si a uno le gusta la fusión entre la buena literatura y lo peor de nosotros mismos. En esta oscurísima cesta de Navidad hay de todo pero todo interesante, muy interesante; para leer sin parar, para quedarse sin aliento…

Verhoeven, una trilogía de cuatro. Esto también quiere decir que Irene, Alex, Camille y Rosy&John, las cuatro novelas de Pierre Lemaitre protagonizadas por el pequeño comandante Verhoeven, son en realidad tres novelas y media, como reconoce el propio autor. Los tres primeros títulos son la madre del cordero mientras que el cuarto es el resultado de un divertimento que le ofreció una editorial al autor cuando le propuso hacer un folletín por capítulos para smartphone. En cualquier caso, el resultado –que Alfaguara ha publicado en un solo volumen de 1.152 páginas– es una obra maestra, un antes y un después en cualquiera de las historias de la novela negra.

Camille Verhoeven se nos queda corto después de haber acabado con él y queremos más sabiendo que no lo habrá. No hay una línea del gran Lemaitre que no te sorprenda, no hay espacio para tópicos ni verdades anticipadas, derrocha sentimiento, humanidad e inteligencia; ha conseguido darle una vuelta de tuerca al género. Asesinatos brutales, secuestros, venganza, más asesinatos… un policía que no llega al metro y medio de altura, que dibuja mientras piensa, repleto de dudas, tormentos y preguntas, que parece arrastrar una vida que le pesa y un boceto que no logra acabar nunca. Verhoeven es imprescindible y acabará siendo un clásico. Lemaitre, también.

Rocco tras los pasos de Salvo. El subjefe de policía Rocco Schiavone tiene mala leche, no gana para zapatos, mantiene largas conversaciones con su esposa fallecida, sabe deletrear la palabra venganza y maneja una lista de tocadas de cojones donde un caso de asesinato que sea difícil de resolver ocupa siempre uno de los primeros puestos. También está harto de Aosta, en los Alpes italianos, a cuya Brigada Móvil ha sido desterrado este romano del Trastévere por no dejar en paz a un siniestro canalla hijo de un político cinco estrellas.

Pista negra, La costilla de Adán, Una primavera de perros y Sol de mayo –todas editadas por Salamandra Black– son las primeras cuatro historias escritas por Antonio Manzini que han llegado a España. Seguimos esperando 7-7-2007, su quinta aventura. Rocco, que lleva camino de convertirse en primo lejano del bueno de Salvo Montalbano, ha ido creciendo página a página. Manzini nos los presentó lleno de claroscuros, con excesivas sombras, con demasiados puntos negros que el paso del tiempo ha ido despejando. Ha ido creciendo, haciéndose un hombre, un policía que sabe que no siempre hay que actuar dentro de la ley para ser justo. Tiene una buena galería de secundarios, muy italianos todos ellos, y recomendaría empezar a leerlo cuanto antes para que luego no se amontone el trabajo.

Caperucitas y lobos. Estremecedoras las cuatro últimas historias de Bevilacqua y Chamorro, los guardias civiles de Lorenzo Silva. Cuatro relatos en un solo libro, Tantos lobos (Destino), con idéntico tipo de víctimas, adolescentes, y un caldo de cultivo en el que muchos de ellos acaban abrasados: internet, las redes sociales, el acoso escolar y el incremento de la violencia de género también entre los más jóvenes. Una joven muerta a los pies de un acantilado, el cadáver de una adolescente en un área de descanso, una joven muerta a la que, aparentemente, su novio maltrataba, el cuerpo sin vida de una hija única en la costa almeriense… Cuatro historias para no dormir, cuatro caperucitas y demasiados lobos hambrientos que no podrán con Vila y Chamorro, más sensibles que nunca, más duros que de costumbre, con una personalidad cada vez más definida, más humana y más real, tan de carne y hueso que impresiona. Se pueden tocar. Silva no pierde el tiempo porque al final, lo importante no es sólo quién lo hizo y detenerlo, sino intentar alcanzar la siempre respuesta imposible: por qué, por qué, por qué.

Yelruldelgger ha vuelto. A Mongolia vamos de la mano de este singular policía de Ulan Bator; bueno, a Mongolia, a Rusia, a China y a Francia nos transporta esta segunda entrega de Ian Manook, Yeruldelgger, tiempos salvajes (Salamandra Black). Al protagonista le han tendido una trampa que pretende acabar con su reputación y con sus huesos entre rejas. Pero no es Yeruldelgger el perfil del tío que baja los brazos y se rinde; además, el crimen que le quieren endosar es el de una antigua colaboradora suya, cuyo hijo ha desaparecido tras su muerte, y aunque sigue viviendo entre sombras, en un continuo camino de autodestrucción y buscando el perdón que no quiere alcanzar, este policía inclasificable se levanta de golpe y empieza a buscar respuestas. Pero éstas no siempre están cerca. Y si para ello hay que viajar al fin de del mundo, se viaja.

Paralelamente, un contenedor procedente de Mongolia repleto de cadáveres infantiles y con un solo superviviente es descubierto cerca de París y un policía, o lo que sea, de nombre Zarza, –que seguro acabará teniendo colección propia de la mano de Ian Manook– quiere respuestas sabiendo que sólo puede encontrarlas en el país asiático. Dos policías diferentes en busca de respuestas que les va a conducir al mismo destino. Y algunos personajes que ya disfrutamos en la primera entrega: Oyun, la inspectora fiel; Saraa la hija que sigue odiando a su padre; Solongo, la forense que continúa amando al policía; Enderbat, el poderoso suegro del policía que vuelve de las tinieblas, Gantulga, el perro callejero que acaba en un triste contenedor. Dicen que ya sólo queda una más de este Yeruldelgger. Una lástima.

Ellroy, el pit bull. Si viniera al caso, al hablar de James Ellroy deberíamos ponernos todos de pie. Él diría que porque es el mejor escritor de novela negra del mundo. Y probablemente sea cierto. Y si no lo es, da igual porque realmente lo parece. No ha sacado ningún libro este año, ni el pasado, pero le acaban de dar el Premio Pepe Carvalho por toda su negra trayectoria y es una buena excusa para recordar la obra de este escritor que escribe a martillazos, que es un chute permanente de adrenalina, que muerde como un pit bull, que se cree un poeta urbano en ciudades donde no crecen las putas flores y que piensa que Marlowe es un blando y un gilipollas.

A su madre la asesinaron y ha sido el único crimen que nunca ha podido resolver. De ahí nació La Dalia Negra, su primera gran incursión en la novela norteamericana y la que abrió el Cuarteto de Los Ángeles. Le siguieron El gran desierto, L.A. Confidential y Jazz Blanco para conformar un gran retablo del corrupto cuerpo de policía de Los Ángeles entre 1946 y 1958. Antes había escrito la trilogía de Lloyd Hopkins, un policía loco pero sorprendentemente decente: Sangre en la luna, A causa de la noche y La colina de los suicidas. Y después del cuarteto angelino la trilogía de los bajos fondos en Estados Unidos –América, Seis de los grandes y Sangre vagabunda– y finalmente Perfidia, escrita en 2014 y que abre el segundo cuarteto de Los Ángeles del que todavía no tenemos más noticias. Como verán, mucha sangre donde elegir, mucho talento por descubrir, muchas mierda por oler.

Un tío con un martillo. Joe es un exmarine y exagente del FBI que cuando va a trabajar siempre se lleva un martillo. La novela –cuya versión cinematográfica protagonizada por Joaquin Phoenix y dirigida por Lynn Ramsay acaba de llegar a las pantallas españolas– se titula En realidad, nunca estuviste aquí (Principal), el autor es Jonathan Ames y se lee de un tirón, sin mover un músculo, casi sin respirar. Es corta pero salvaje.

Joe lo dejó todo un buen día cuando se dio de bruces con el sufrimiento absoluto, con la pena suprema. Desde entonces no quiere saber nada de nadie, no tiene amigos ni los quiere, intercambia las menos palabras posibles y sólo acepta trabajos para rescatar adolescentes que han sido secuestradas o vendidas para la prostitución. Se torna invisible pero mortal. No tiene piedad porque cree que quienes son capaces de determinadas atrocidades no la merecen. Nadie lo ve venir pero siempre llega acompañado de su arma favorita para hacer justicia, para rescatar a la chica, para utilizar el martillo como ustedes ya se imaginarán.

Mejor no saberlo… Mejor leerlo. Una sorpresa sobresaliente. Mejor no saberlo (Editorial Palabras de Agua) es una trepidante novela de Alicia Huerta que con inteligencia, paciencia y sabiduría nos introduce, con pulso firme y conocimiento de causa, en el universo de la corrupción bancaria y los despachos de abogados, y en otros que ni tan siquiera sospecha el lector cuando empieza la aventura.

Paula Fuentes, abogada de una importante entidad financiera investigada por la Fiscalía Anticorrupción y la UDEF, es el hilo conductor de esta historia de múltiples aristas. Tratando de mantenerse al margen de las presiones que sufre tanto por parte de la Justicia como de los propios jefes del banco donde trabaja, Fuentes se verá inmersa en un perverso viaje al fondo del mal del que no parece haber vuelta atrás. Tendrá que enfrentarse a corrupciones políticas y financieras, al tráfico internacional de órganos, a las mafias que comercian con la tragedia de los refugiados y a los asesinos que aspiran a ganar, como han hecho siempre, sin pagar por sus pecados. Un sinfín de personajes transitan sin parar por estas páginas, sin molestarnos, sin tropezar entre sí, sin que sobre ninguno de ellos. Un ejercicio literario brillante que nos mantiene sin aliento, que es lo mejor que puede decirse de una novela de estas características. Abogados de todo pelaje, becarios con ambiciones, banqueros sin escrúpulos, espías con sentimientos, traficantes depredadores, periodistas en busca de la verdad… Un friso excelente y absorbente del que el lector no podrá desviar la mirada.

Una advertencia: al final del libro la autora no ha tenido más remedio que poner aquello de que “los personajes y hechos retratados en esta novela son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con sucesos acaecidos en la realidad es pura coincidencia”. No le hagan caso, no es verdad. Me darán la razón cuando lean Mejor no saberlo.