El miércoles un tal Mario, periodista, fotógrafo, realizador audiovisual, videoperiodista, programador, community manager, técnico de iluminación y voluntario, hizo algo que muy pocas personas hacen: reconocer que tiene un problema. Así que Mario entró en Twitter y escribió el listado (no exhaustivo) de machismos que “ha tenido” o que “sigue teniendo”. Su confesión fue bastante comentada ese día y Mario, ridiculizado con saña. Me pregunto por qué. Yo no había visto un mea culpa así desde el Jealous Guy de John Lennon. Mario, a fin de cuentas, sólo estaba poniendo en práctica el muy cristiano sacramento de la penitencia y la reconciliación.

De la lista de penitencias de Mario (“no patalear” frente a un espacio sólo para mujeres) se deduce una lista paralela de machismos equivalentes (patalear frente a esos espacios). Dice Mario que a él los machismos siguientes le pasan “a veces”: volver a explicar lo que acaba de explicar una mujer por si a ella no se le ha entendido, creer que todo lo que hacen las mujeres gira alrededor de su polla, fingir que no pasa nada cuando se ha cobrado más que una mujer por hacer el mismo trabajo que ella, ponerse en primera fila en las manifestaciones feministas robándoles el protagonismo a ellas, creerse experto en todo y, lo más grave, ¡retuitear preferentemente a hombres cuando hay mujeres que “han dicho lo mismo que ellos”! Me gustaría saber cómo distingue Mario a hombres de mujeres en Twitter cuando los que firmamos ahí sin seudónimo somos una minoría en extinción. Pero ese es un detalle menor.

Sin embargo, algo falla. Porque Mario, después de confesar su machismo, se impone él mismo la pena. “Me ha salido una lista de cosas que podemos hacer los hombres si de verdad estamos comprometidos con los feminismos”. Mario dice feminismos, en plural, porque se ve que hay más de uno, aunque yo veo difícil reconciliar a Camille Paglia, Claire Lehmann, Ayaan Hirsi Ali, Cathy Young, Christina Hoff Sommers o Susan Pinker con Barbijaputa.

Y no. Esto no funciona así. Como es obvio, el ofensor no puede juzgarse a sí mismo e imponerse la pena que se le antoje porque el resultado sería un transatlántico diario de tíos yéndose de vacaciones a las Seychelles en penitencia autoimpuesta por su ofensa.

También sorprende que Mario reconozca su pecado, el del machismo, pero a la hora de adjudicarse la penitencia nos la intente encasquetar a todos los demás. “Soy machista y aquí va una lista de cosas que podemos hacer los hombres”. Que es como decir “he defraudado a Hacienda y ahora vamos todos a poner 500 euros de nuestro bolsillo para un fondo común que voy a gestionar yo mientras me fustigo un ratito”.

Por no hablar de lo paternalista que resulta todo su hilo. No conozco yo una sola mujer incapaz de defenderse perfectamente, y sin la ayuda de ningún machista arrepentido, de las ofensas que menciona Mario, todas ellas bastante tontorronas. Pero igual las mujeres que me rodean son una excepción estadística.

En realidad los machismos de Mario no llegan a delito, ni siquiera a falta, y como mucho se quedan en torpezas, pesadeces o mala educación. Algunos de ellos ni siquiera tienen relación alguna con lo que la mayoría entendemos por machismo. Yo creo que Mario ha de relajarse un poco, parar de juzgar a las personas por su sexo, suponerles la misma inteligencia y capacidad de defensa que la que se supone a sí mismo y dejar que las cosas fluyan. Be water my friend y tal. Pero quién soy yo para opinar.