Al comenzar la legislatura, la primera sesión de control al Gobierno tiene algo de hito. Es la primera vez que los partidos de la oposición pueden interpelar al presidente, la primera vez que hay ocasión de un cuerpo a cuerpo con el principal adversario, la primera vez que se mira de frente y en público al hombre que está a la cabeza del consejo de ministros. Los partidos viven ese día con expectación y un interés notable, más en esta ocasión, después de meses de incertidumbre política.

Pues bien, en la primera sesión de control de la legislauta, Pablo Iglesias no preguntó: al parecer, se había olvidado de llevar la interpelación al registro, como manda el reglamento de la cámara. Esta anécdota sirve como metáfora del funcionamiento de Podemos y sus confluencias en la Carrera de San Jerónimo, que se resume en mucho espectáculo friki -niño en el hemiciclo, besos, camisetas, carteles, coros y danzas-, un montón de líos y malos entendidos y varios patinazos clamorosos, como la forma chanante de plantear una moción de censura: sin programa ni candidato, sin contactos previos con otros partidos, sin comunicarlo a los miembros de su propio grupo parlamentario.

El pasado martes Podemos rizó el rizo presentando en el pleno del martes una moción que ya había sido votada y aprobada y que se encuentra tramitándose. Después de más de seis meses de legislatura, sobran elementos de juicio para declarar que los de Iglesias no dan una cuando se trata de hacer trabajo parlamentario. Para ellos la vida en el Congreso se reduce a buscar formas de dar espectáculo, como si nos pagasen por los fuegos artificiales, el cierra los ojos y ábrelos cuando yo te diga, la llegada a la ciudad de una compañía circense, “ ¡¡Viene el circo, señoras y señores, con el oso, el trapecista, el tragafuegos, el mago Manolo, la domadora de leones y el payaso Pimpón, que es bonito y vacilón!!”.

La política es otra cosa. Es, desde luego, esfuerzo diario. Desde hace semanas, Pablo Iglesias repite machaconamente en cada intervención pública que el PP parasita la vida política. Parásitos hay muchos. Y aunque corromperse es la peor forma de convertirse en uno, desde luego no es la única. También es propio de chupópteros estar disfrutando de las ventajas de tener un cargo público sin dar ni golpe. En el discurso de investidura, Albert Rivera dijo a Pablo Iglesias que había llegado el momento de ponerse a trabajar. Que quede claro que no le han hecho maldito el caso.