Me habría gustado nacer hombre. A lo largo de mis ya cuarenta y ocho años de vida nada ni nadie ha podido convencerme de los supuestos parabienes de ser mujer. Me parece que a día de hoy sigue sin haber ninguna razón válida ni en occidente, ni mucho menos en oriente, para sostener lo contrario. Que no me hablen de maternidades, ni de oportunidades y mucho menos de igualdades, todo eso es una mandanga que nos venden los políticos. Yo, lo único que sé, es que si en el vientre materno mi clítoris se hubiera transformado en glande, a estas alturas habría escrito diez libros. Pero no, no hubo suerte.

Lo que digo queda refrendado cotidianamente por las noticias. La última ha sido el revuelo mediático producido por la edad de la ya primera dama francesa, Brigitte Trogneux, una mujer de sesenta y tres años, casada con el nuevo presidente del gobierno francés, Emmanuel Macron, varios lustros más joven que ella. Ríos de tinta han corrido al respecto, con todo tipo de elucubraciones morbosas que han hecho temer incluso por un resultado desfavorable en las elecciones. Sin embargo, nada se comentó en su día sobre la diferencia de edad entre Trump y Melania. La misma, por cierto, pero a la inversa. Que el elemento más joven de una pareja sea la mujer se considera normal e incluso conveniente. Sin embargo, lo contrario resulta intolerable.

Y de ello se aprovecha la pornografía. Como es natural en este género, lo mal visto goza de una gran aceptación. Quizá por eso ya no interesen tanto las lolitas con falda de tablas y piruletas: las menores de edad han pasado de moda. Ahora lo que arrasa en internet son las mujeres maduras llamadas MILF, Mothers I Like to Fuck, o incluso GILF, Grannies I'd Like to Fuck. Estas madres y abuelas follables, en traducción literal, resultan muy interesantes para las actividades lúbricas y, por eso mismo, absolutamente sospechosas para aquellas que impliquen el uso del intelecto.

En la industria de la moda, en el cine, en la televisión y en tantos otros sectores profesionales, a partir de los treinta y cinco años las mujeres empiezan a temer por sus puestos de trabajo. Y no es una paranoia, es una realidad. El otro día alguien me dijo que me “conservaba” muy bien. ¿Ah, sí? Como un boquerón en adobo, pensé. Menos mal que cuando me quede sin trabajo siempre podré intentar una nueva carrera como Milf o, en el mejor de los casos, como Gilf. Dicen que están forradas. Ya se sabe que en el sector del porno las mujeres ganan más que los hombres.

Y que no sirva de precedente.