Jordi Sevilla fue ministro de Administraciones Públicas con Zapatero. Hoy, en este instante, cuando se toma la foto, es ciclista.

Jordi Sevilla fue ministro de Administraciones Públicas con Zapatero. Hoy, en este instante, cuando se toma la foto, es ciclista. Sara Fernández y Cristina Villarino

Opinión HABLANDO SOBRE ESPAÑA

Jordi Sevilla: "Podemos ha roto los consensos. Hace política desde la violencia y la confrontación"

"Tamames todavía está a tiempo de no hacer el ridículo. Debería retirarse" / "Hemos derrotado a ETA y no lo hemos celebrado. Deberíamos brindar todos juntos en el Congreso con champán" / "Se han reformado la malversación y la sedición... y el país no se ha hundido. Las cosas se sacaron de quicio".

19 marzo, 2023 02:31

¡Las cosas que uno hace por ser o haber sido político! El otro día, el alcalde de Madrid casi se parte el cuello saltando en una cama elástica. Ahora, en este instante, tenemos a todo un exministro de Administraciones Públicas, de traje y corbata, subido a una bicicleta... dentro de un edificio de despachos. Jordi Sevilla (Valencia, 1956) ejerce con gusto eso que Zapatero –su entrenador– llamó "talante".

Ya antes de que le entregaran la Cartera, Sevilla había merodeado Moncloa en calidad de asesor. Su conocimiento humano de los presidentes, de cómo funciona ese síndrome tan particular, lo hace un entrevistado que, en términos gastronómicos, podríamos llamar jugoso.

Estamos en la sede de Llorente y Cuenca, en Madrid, donde trabaja como "senior advisor". No sabemos muy bien qué es eso ni si tiene traducción, pero debe de ser algo muy importante. Esas cosas se notan en la mirada de las decenas de empleados que, a media tarde, contemplan esta sesión de fotos.

Entrevista a Jordi Sevilla Sara Fernández

Sevilla es economista. Pertenece al cuerpo superior de técnicos comerciales del Estado. Entre 1985 y 1991, asesoró a Felipe González en materia de relaciones internacionales. Luego estuvo a la sombra de Pedro Solbes, fallecido este sábado. Y, finalmente, con Zapatero, fue ministro.

No es Sevilla un personaje del pasado. En 2016, Sánchez le encargó la negociación de una posible investidura. Conoce al actual presidente desde hace más de veinte años. En cierto modo, Sevilla crio a Sánchez. Le tiene "aprecio y cariño", pero verterá críticas severas a lo largo de la conversación.

Va a haber, ahora que la grabadora empieza a funcionar, un poco de todo: temperaturas cálidas (los jóvenes, las pensiones) y tormentas borrascosas (los pactos con Bildu, la sedición). Sevilla, que está contento porque por fin gana el Valencia, sabe utilizar la ironía para poder decir todo lo que quiere: sea políticamente correcto o no.

Comienza el ascenso al Tourmalet.

Hace unos años, ya habiendo dejado la política, se lanzó usted a la escritura de la novela negra. ¿Tanto aprendió del género en el ejercicio del poder? 

¡Según se mire! Lo de la novela negra ha sido mi gran afición. Si hubiera podido dedicarme a ello, no hubiese intentado otra cosa. Es evidente que no era mi camino, pero me saqué la espinita escribiendo ese relato. 

La política se ha transformado desde que yo la conocí. No diría que en un thriller, sino en un espectáculo. Los asesores y los expertos demoscópicos son los guionistas. El “relato” es lo más importante y la verdadera sustancia ha pasado a un segundo plano. 

Ha quedado sepultada esa vieja definición de la política como “resolución de problemas”.

Exacto. Ahora la política es a ver cómo cojo ese problema y se lo lanzo a la cabeza a mi adversario. Se utilizan los problemas como un trampolín para llegar al poder. La gente lo percibe. Eso explica la desafección y el cabreo ciudadano. Espero que la política-espectáculo sea una fase transitoria como tantas otras.

Cuando le escucho, le veo reflejado en sus libros. Hoy, cada vez más políticos escriben libros. ¿Cada vez menos políticos escriben los libros que publican?

No lo sé porque yo sí escribo los míos [sonríe]. Siempre se ha hablado de los “negros” de los políticos. Pero hay algo más relevante que eso: ¿por qué un político en activo piensa que necesita escribir un libro? ¿Por qué quieren construir una imagen de sí mismos? No escriben por una necesidad de expresar ideas, porque para eso está el Parlamento, sino para construir un personaje.

La política española está cada vez más llena de cadáveres. Se ha convertido en una trituradora. Matan y mueren con inusitada frecuencia. ¿Qué explicación le encuentra? Parece que han pasado veinte años de los fallecimientos de Rivera, Casado e Iglesias.

Todo va muy rápido, es verdad. Incluida la política. Ojo, es importante resaltar que no sólo hay una gran velocidad en la destrucción de liderazgos, sino también en su construcción. La Transición, por ejemplo, fue otra trituradora de liderazgos anteriores. Luego hubo una dilatación: González, Aznar…

Parece existir una necesidad social de generar ilusiones a través de nuevos liderazgos. Eso denota nerviosismo y tensión social. La sociedad en la que vivimos es la más ansiosa que hemos conocido.

Jordi Sevilla trabajó en Moncloa con Felipe González como asesor en materia de relaciones económicas internacionales.

Jordi Sevilla trabajó en Moncloa con Felipe González como asesor en materia de relaciones económicas internacionales. Sara Fernández y Cristina Villarino

Suele terminar sus tuits con una frase: “Para pensar”. Y añade temas que considera importantes, pero que no están en el debate público. 

Pongo “pa pensar”, no “para pensar”.

Disculpe que le haya corregido la errata. Uno de esos temas es la salud mental.

Que se trata con muy poca seriedad. Sólo Errejón parece haberlo tratado en serio.

Los datos muestran un aumento de estas patologías, somos líderes en consumo de ansiolíticos… Pero no parece que sea una prioridad para el Gobierno central ni los gobiernos autonómicos. No funciona la correlación entre importancia y actuación.

Estoy cada vez más preocupado por eso. Voy a una variante concreta: las encuestas en los colegios. Un 25% de alumnos reconoce que en algún momento ha sufrido algún tipo de trastorno mental. ¡Eso es muchísima gente! Denota que estamos perdiendo el centro de lo importante. 

Seguimos atrapados en el dogma de que la enfermedad mental es una debilidad que conviene ocultar. Hemos dado grandes pasos como sociedad en temas como el feminismo o la libertad sexual, pero no en lo que se refiere a la salud mental. Prefiero que tome las riendas la política en lugar de que lo siga haciendo la industria farmacéutica.

"Seguimos atrapados en el dogma de que la enfermedad mental es una debilidad que conviene ocultar"

Se trata de una cuestión de empatía: uno piensa que si los gobernantes han sufrido este tipo de trastornos estarán más abiertos a intentar poner medios, ¿no? ¿Encontró en la política muchos casos particulares? 

Los ministerios y los gobiernos siguen funcionando con métodos y estructuras del siglo XIX, cuando el ritmo de expedientes y trabajo era infinitamente menor. Azaña salía de su despacho a las siete de la tarde y se iba a El Escorial a tomar café con unos amigos. Eso hoy sería impensable.

Podemos discutir si lo que hacen los ministros es útil o no, pero que a nadie le quepa duda de que trabajan como cosacos. Las estructuras son piramidales, casi todo recae en el presidente y los ministros. Eso no tiene sentido. En las empresas se han dado pasos hacia el trabajo en red y las responsabilidades compartidas.

Eso genera presión.

Sí. Hay una gran presión sobre la clase política. Hasta un punto que me parece vergonzoso. Ya no es sólo su vida personal, sino la de sus hijos, sus hermanos… Y no sólo es su vida personal hoy, sino también la de hace diez, veinte años… Esa presión acaba empujando a los políticos a intentar dibujar alguien que no son.

Para saber en qué campo juego: ¿continúa usted pagando la cuota de afiliado al PSOE?

Sí. 

¿Desgrava en la declaración de la renta?

No lo sé si se puede desgravar. Creo que yo no lo pongo a desgravar [se ríe]. Milito por convicción. Eso no quita para que sea crítico conmigo mismo y con mi partido. Percibo hoy que la crítica interna es peor vista y asumida que en otros momentos de la Historia.

En el PSOE de hoy no existen familias ni corrientes críticas. Todo es monolítico, no hay debates de ideas.

Eso es cierto. Creo que está pasando en todos los partidos. Pero, cuidado, porque esa “pluralidad interna”, cuando ocurre, genera titulares de “inestabilidad”, “jaula de grillos”… Pero vamos a lo importante: creo que tiene que ver con las primarias. 

Explíquese.

He defendido las primarias, pero le hemos dado un poder total al ganador de las primarias. No hemos conseguido desarrollar contrapesos internos necesarios para el ejercicio del poder. Deberíamos instaurar un sistema según el cual el secretario general no pudiera elegir a toda su ejecutiva.

Jordi Sevilla continúa militando en el PSOE.

Jordi Sevilla continúa militando en el PSOE. Sara Fernández y Cristina Villarino

Muchos de su generación, todavía más entre los de la generación anterior, han soltado amarras con el que había sido su partido.

Hace años me prometí no caer en el error de pensar: “En mi época todo era mejor”. Porque eso no es verdad nunca. Algunos de esos compañeros que menciona han olvidado lo que fueron ellos mismos: los del congreso de Suresnes rompieron con la generación anterior de la guerra y la república. Representaron una ruptura generacional.

Parece que se les ha olvidado que barrieron a toda la generación anterior. Los de hoy también tienen derecho a protagonizar esa ruptura generacional. En algunos casos, hay mucho de narcisismo: “Con lo importante que yo soy y nadie me consulta”. A lo mejor no eras tan importante y tuviste la suerte de vivir un momento importante.

Hoy, en el PSOE, esa ruptura generacional nos permite adivinar las posturas políticas a través de la edad. Resulta muy difícil encontrar un socialista de más de sesenta años que esté a favor de la reforma de la malversación y de la abolición del delito de sedición. 

Pero en muchos casos porque ellos no son los autores de esas reformas. Seguro que ellos hicieron cosas similares. Y eso me aleja de los compañeros que no entienden que su tiempo pasó. Mi crítica no va tanto a lo que se ha hecho, sino a lo mal que se ha explicado.

Le parecen bien, entonces, esas dos reformas mencionadas.

No me preocupa tanto lo que se ha hecho. No me parece un tema determinante. Aquí seguimos, el país no se ha hundido.

¿Cree que se ha sacado de quicio lo de la sedición y la malversación?

Sí, creo que se han sacado de quicio. Uno de los activos fundamentales de este gobierno es haber desactivado el procés y haber ocasionado una ruptura entre los independentistas. No lo están sabiendo explicar de manera suficientemente convincente. 

Cataluña no está como antes, es un hecho. Pero explíqueme dos cuestiones: es la primera vez en la Historia que se reforma el Código Penal mediante una negociación con quien lo ha incumplido. Y la otra: el Tribunal Supremo dice que la abolición de la sedición deja desprotegido al Estado.

Sí, pero los magistrados que dicen eso mantienen la condena. Desde mi punto de vista, se desmienten en su propia sentencia. Yo estuve a favor del 155. La pasividad de Rajoy nos llevó a no tener un margen de maniobra mayor. No creo que debamos pensar que el cambio en el Código Penal ha sido necesariamente a peor.

"Uno de los mayores activos de este Gobierno es haber desactivado el 'procés' y haber ocasionado una ruptura entre los independentistas"

Un tema capital: los jóvenes. Tengo la sensación de que, cuando se aborda por ejemplo el tema de las pensiones, siempre se hace pensando en los actuales pensionistas, pero no en quienes pagamos esas pensiones y quizá no las tengamos.

Comparto esa reflexión. Los jóvenes no están en el centro de casi nada. Posiblemente porque son menos y porque votan menos. Su peso político resulta menor. Nos estamos acostumbrando a tener la tasa de abandono escolar más alta de Europa, a tener la tasa de paro juvenil más alta de Europa, la tasa más tardía de abandono del hogar… ¡Parece que no pasa nada! 

Y pasa.

¡Se está machacando a toda una generación! La estamos lanzando en brazos de sus familias. La familia rica que puede pagar un piso al hijo se lo paga. La familia pobre que no puede hacerlo… no se lo paga. Esa pasividad está incrementando un montón la desigualdad entre los jóvenes. El joven no es exigente con la gestión política. Se ha resignado. Y es muy preocupante. 

Llevamos décadas oyendo: “El ascensor social ha dejado de funcionar”. Una de dos: o no es verdad o es verdad. Y si es verdad, ¿cómo es posible que los políticos no estén encerrados en el Congreso intentando corregirlo?

Jordi Sevilla ojea un libro de Mao que hay en un despacho de la consultora.

Jordi Sevilla ojea un libro de Mao que hay en un despacho de la consultora. Sara Fernández y Cristina Villarino

A grandes rasgos, ¿qué le parece la reforma de las pensiones acordada entre el Gobierno y los sindicatos? 

Han hecho lo fácil y han dado patada a seguir con lo difícil. No entiendo por qué no se ha negociado todo junto. El hacerlo por etapas tiene ventajas políticas, pero no sociales. La primera fase fue aceptar la revalorización de las pensiones por el IPC, algo que yo comparto. Eso te sube el gasto 15.000 millones. Ahora, en una segunda fase, se ha pensado cómo resolverlo. Se ha decidido destopar las bases máximas de cotización. La Seguridad Social es regresiva: paga menos el que más ingresa.

El problema de las pensiones es que hoy tenemos un pensionista por cada dos activos. En 2050, habrá un pensionista y medio por cada dos activos. Queda pendiente dar estabilidad financiera a la reforma. 

¿Se debe tocar algo así sin pactarlo con los empresarios y la oposición? 

A mí me hubiera gustado una negociación conjunta. Tengo la impresión de que la CEOE ha dejado de actuar como agente social desde que pactó la reforma laboral con el Gobierno. La crítica interna y externa que sufrió por ello le ha dejado en una posición difícil. Le va a resultar muy complicado volver a pactar con Moncloa. Porque todo está muy politizado. 

El Gobierno se ha equivocado al no llevar esta negociación de manera paralela con el Pacto de Toledo y todos los partidos. El ministro Escrivá dice con orgullo que pactó antes con Europa. Veo en eso un problema democrático: lo preferiría al revés. Primero se pacta en el Parlamento y luego se va a Europa.

Volvemos al mismo talón de Aquiles: la falta de consensos.

En las clases, suelo decirles a mis alumnos: apuntad en un papel los diez principales problemas que tiene España. Acabamos coincidiendo en siete. Y ninguno de esos siete problemas se puede resolver con un solo gobierno o un solo partido. Suelen ser temas que requieren de una intervención de diez o quince años. Pactar y negociar no es hoy políticamente correcto. Es terrible.

Suele decir usted que el último gran consenso fue el del euro como moneda en España. 

Es cierto.

Un momento de la entrevista.

Un momento de la entrevista. Sara Fernández y Cristina Villarino

Otro de los últimos consensos fue la ilegalización de Batasuna: el PSOE la apoyó desde la oposición. En apenas un pestañeo, ese mismo partido ha pasado a pactar con Bildu, una organización orgullosa del legado de Batasuna.

Con un pequeño detalle: los terroristas ya no matan. Los que hemos vivido mirando debajo del coche, preocupados por si estábamos en las listas… No nos parece ese detalle un tema menor. Hay frivolidad cuando se dice: “Bildu son los terroristas”. No, los terroristas pegaban tiros y ponían bombas. Esta democracia ha derrotado a ETA y no lo hemos celebrado. Me parece un grave error político.

¿A qué se refiere? No le entiendo.

Nos hemos negado a reconocer que los hemos derrotado. Debemos celebrarlo en el Parlamento brindando con champán: “¡Hemos derrotado a ETA!”. Pero seguimos echándonos los muertos a la cara unos a otros. Y se acusa al PSOE de pactar con terroristas, pero no son terroristas porque no matan. Pequeño detalle, ¿eh?

Voy con dos “pequeños detalles”. El primero, la tesis de Rubalcaba: es una victoria de la democracia que Bildu esté en el Parlamento y ETA no ponga bombas. Pero una cosa es eso y otra pactar con ellos y entregarles la gobernabilidad del país. Y otro detalle: el líder de Bildu ha secuestrado a punta de pistola y no ha condenado el legado de ETA.

Pero ha pagado con años de cárcel. Cuando alguien hace algo y la paga, la ha pagado. Y sobre eso de “o votos o balas”, ahora que tienen votos, en algún momento tendremos que empezar a incorporarlos a la política. Hay gente que los vota y esos son tan españoles como cualquier otro. Si les hemos empujado a las reglas del juego, pues en las reglas del juego está pactar con ellos.

Porque, ¿dónde termina el juego? ¿Dónde ponemos la raya? Lo llevo al otro lado: ¿puedo pactar con alguien que reivindica a Franco? La raya deben ponerla los tribunales de justicia.

Usted dice: “Les hemos arrastrado a la democracia y por eso se puede pactar con ellos”. Si se pacta con ellos antes de que repudien el terrorismo de ETA, nunca tendrán incentivos para dar ese paso. Insisto: una cosa es que estén en el Parlamento y otra situar en sus manos la gobernabilidad.

Pero nosotros no estamos pactando lo que ellos pedían: la independencia del País Vasco. Por cierto, el PP también ha pactado con ellos en ciudades del País Vasco. Lo que se pacta son inversiones, carreteras…

Y la Ley de Memoria, que es una cuestión capital.

Sí, ¿y? 

Hombre, pactar la Memoria de un país con un partido que no repudia el legado de una banda terrorista…

Para mí la crítica no debe ser el con quién, sino el qué. A mí me encantaría que el PSOE tuviera mayoría absoluta en el gobierno y el PP también. Pero esa no es la realidad.

"Decir que el PSOE pacta con los terroristas es frívolo porque los terroristas ya no matan"

Es usted un nostálgico del bipartidismo.

No, no. No soy nostálgico de casi nada. Pero siempre he dicho que, en contra de lo que intentaron hacernos creer, el bipartidismo no era el origen de todos los males. El origen de los males es la partitocracia: poner el interés del partido por delante del interés general. Eso lo han hecho los viejos y los nuevos partidos.

¿Cuál es su idea de los consensos? Quiero decir: ¿le convence que el PSOE intente gobernar sumando a su izquierda o preferiría que lo hiciera sumando a su derecha?

En mi cabeza no hay respuestas globales para eso. Depende de temas y asuntos. En cuestiones de Estado, quiero ponerme de acuerdo con los partidos que tienen opciones de gobernar. El resto, que se discuta en el Parlamento. Estoy en contra del bibloquismo. Hace falta flexibilidad y cintura política.

En 2016, Sánchez lo eligió a usted como “negociador” con otras fuerzas políticas. Hábleme de Sánchez: ¿cómo es él?, que diría la canción. Puede hacerlo con tono de novela negra, si quiere.

Lo conozco desde el año 2000. Trabajó conmigo cuando yo era secretario de Economía del PSOE. Le tengo mucho cariño y aprecio. Es un gran político. Tiene la voluntad de querer ser y una gran capacidad de resiliencia. Tiene un problema derivado de lo que siempre se ha llamado “síndrome de la Moncloa”. Y otro derivado de las primarias, ese poder interno absoluto que hemos comentado antes. Una vez le dije a Zapatero: “El síndrome de Moncloa aparece cuando siempre tienes razón”. Sánchez está en eso. No es el primero y no será el último.

Hábleme de Pedro Solbes, recientemente fallecido. Usted fue su jefe de gabinete, su sombra. ¿Cómo evalúa su legado político?

Pedro Solbes fue un gran servidor público con cuatro décadas de servicio, incluidos el Tratado de Adhesión a la Comunidad Económica Europea, el Tratado de Maastricht, la reforma de la financiación autonómica y el primer superávit presupuestario de la democracia española.

¿Qué hay de la crisis de 2008? Se le criticó mucho "por no haber sabido ver la crisis de 2008".

Nadie fue capaz de evitarla. Ni aquí ni en Estados Unidos, Francia o Reino Unido. ¿Sabe? Siempre he creído que si Solbes hubiera gestionado esa crisis, nos hubiera ido mejor.

¿Alguna anécdota inolvidable después de tantos años trabajando a su lado?

Un retrato general: su capacidad de dormir y descansar diez minutos en cualquier sitio para levantarse fresco era impresionante. Esa habilidad, de cara a las largas negociaciones de Bruselas, era insuperable.

"Siempre he creído que si Solbes hubiera gestionado la crisis de 2008, nos hubiera ido mucho mejor"

El eje izquierda-derecha ha sufrido un descalabro en España. Porque la izquierda solía ser históricamente la ideología más alejada del identitarismo, de los nacionalismos. De hecho, en Europa suelen ser las fuerzas de extrema derecha las más vinculadas con el nacionalismo. En España, es la izquierda la que está en manos del separatismo. 

Ha tocado un tema interesante, pero creo que no lo ha tocado bien. Y perdone la corrección: a mí no me preocupa sólo la identidad nacionalista, sino cuando la identidad debilita lo común. Durante los primeros años de la Transición, lo importante era lo que nos unía. Así se fraguaron las reglas del juego.

A partir de un momento determinado, empiezan a asentarse los principios identitarios sellados a la contra. Cuando uno establece lo que es en contraposición al otro. Siguiendo la estela de los deportes, del fútbol en concreto.

Sobre la izquierda. 

Es que después de darle muchas vueltas a eso de que la izquierda no era identitaria sino internacionalista he llegado a la conclusión de que no es verdad. Lo que pasa es que su identidad era el proletariado. Y el proletariado era internacional. Aunque fuera de clase, era un discurso identitario.

La izquierda, entonces, siempre ha sido identitaria. 

Sí, me temo que sí.

Jordi Sevilla fue presidente de Red Eléctrica, cargo que dejó por discrepancias con la vicepresidenta Ribera.

Jordi Sevilla fue presidente de Red Eléctrica, cargo que dejó por discrepancias con la vicepresidenta Ribera. Sara Fernández y Cristina Villarino

Ahora que estamos hablando de la igualdad de derechos. La ley del sólo sí es sí ha terminado vulnerando los derechos de las mujeres. Ya son más de 750 rebajas de condenas.

Otro ejemplo claro de partitocracia. La ley pone más hincapié en el consentimiento, pero antes ya estaba. Si no había consentimiento, había delito. Es una obviedad. Emperrarse en mantener el error y no reconocer estos efectos secundarios…

La estrategia de Podemos persigue presionar a Yolanda Díaz para que les tenga en cuenta en su candidatura; y a Sánchez para marcar un territorio propio de cara a las elecciones. Al principio de la legislatura, no habría existido este problema. 

Más que de la partitocracia, el problema deriva de la naturaleza del Gobierno: el presidente, por las reglas de la coalición, no puede cesar a una ministra que se niega a corregir tan grave error.

Es la primera vez que tenemos un gobierno de coalición a nivel nacional. En 2016, cuando fui negociador, todo apuntaba a que podría haber una coalición con Ciudadanos. Le dije a Sánchez: “Una coalición no son dos gobiernos en uno. Si se traslada esa percepción, será letal”. Me basaba en la experiencia de Touriño en Galicia. 

No sé si en este momento no se sabe hacer de otra manera, pero no estoy nada conforme con la sensación que da el Gobierno. Tampoco entiendo por qué los de Podemos, si están tan a disgusto, no están dispuestos a bajar del coche oficial.

"No entiendo por qué los de Podemos, si están tan a disgusto, no son capaces de bajarse del coche oficial"

Otro asunto de igualdad de derechos: ¿qué le ha parecido la polémica sobre el bono térmico? Lo cobra un consejero de Ayuso y lo cobra la líder de la oposición que lo había criticado. 

Una primera conclusión: se puso en marcha una política social de la cual los beneficiados ni se enteran. Segunda conclusión: el propio gobierno tampoco se entera y parece que desconocía que no existía el criterio de renta. Eran 200 euros al año para pagar esa factura. Para una familia que no lo necesita, ni se entera. Y para una familia que lo necesita, es bochornosamente escaso. Ojalá hayamos sacado un aprendizaje de esta polémica.

Por primera vez en Democracia, hay en el Consejo de Ministros un partido en clara batalla con los empresarios. Hablo, por ejemplo, de los insultos de Podemos a Juan Roig o Amancio Ortega.

No creo que las aportaciones de Podemos a la Democracia sean positivas. Es uno de los partidos que más daño ha hecho y está haciendo a este país. Ha roto todos los consensos. Ha forjado la política desde la confrontación, la violencia y el ataque, aunque sea verbal. Todo lo hacen en clave mediática y electoral.

En el debate de investidura de 2016, cuando no salió Pedro Sánchez, rescataron los GAL y la guerra sucia. No tienen freno a la hora de decir lo que les interesa cuando les conviene. No tengo una buena opinión sobre sus aportaciones y sus ganas de construir. No me extraña que un partido así esté haciendo eso que usted menciona. 

Ferrovial ha sido el último capítulo del enfrentamiento empresarios-Gobierno. Moncloa acusa a los Del Pino de una “falta de patriotismo”. Ellos alegan “inseguridad jurídica”. Usted conoce las dos perspectivas: la de la empresa y la de la política. ¿Qué está pasando?

Se ha llevado mal por las dos partes. Sólo tengo la información que ha salido en los medios. Si el Gobierno se enteró casi al mismo tiempo que la prensa, tiene cierta razón para estar enfadado, aunque yo no lo hubiera manifestado públicamente. 

La realidad subyacente, lo que me preocupa, es ésta: las grandes empresas están globalizadas. Todos nos hemos sentido orgullosos de ello. Pero no podemos olvidar que esa globalización significa que ganan más dinero fuera que en España y que sus accionistas no son sólo españoles. Una empresa así se radica donde le resulta más cómodo.

Ferrovial lo ha manejado mal. Creo que están sufriendo una pérdida de reputación. Ya le digo: se ha llevado mal por ambas partes. Y debemos ser conscientes de que este no va a ser el último caso. Mientras existan otras zonas con una fiscalidad más competitiva, las empresas globales seguirán viajando.

¿Y los bancos? Vamos pasando de los titulares que comparan lo sucedido en Silicon Valley y Suiza con la crisis de 2008 a los que inciden en que “no hay contagio posible”.

En clase, decía a mis alumnos: cuando ocurre algo así, alguien está ganando dinero en Bolsa. Los rumores nunca son desinteresados. En esos hundimientos y recuperaciones, alguien gana dinero.

Esta situación no tiene nada que ver con 2008. La regulación y el problema son distintos. En 2008 se creía que la desregulación era buena, que cuanto menos Estado mejor. Resultó que no. Los que eran liberales y estaban en contra del Estado han acabado mirando al Estado.

Trump quitó buena parte de la regulación a los bancos medianos, entre ellos el de Silicon Valley. Entendió que no eran sistémicos y que no debía existir ese nivel de control. Si no hubiera hecho eso, el mal de hoy habría sido menor. No menospreciemos la importancia de la regulación, especialmente en sectores donde la confianza es tan importante. Lo de Credit Suisse es muy diferente. Llevaban un montón de años con problemas.

De economista a economista, dígale algo a Ramón Tamames, que afronta la moción de censura esta semana que empieza. 

Todavía está a tiempo de no hacer el ridículo.

¿Debe retirarse?

Sí.