Otegi tras su discurso en el Velódromo de Anoeta. Javier Etxezarreta / Efe

Otegi tras su discurso en el Velódromo de Anoeta. Javier Etxezarreta / Efe Javier Etxezarreta Efe

Las preguntas de la semana

¡Otegi, visita a los guardias civiles! ¿No eres un hombre de paz?

16 octubre, 2016 02:21

Sí. Sí a lo primero. Dos guardias civiles fueron apaleados en la madrugada de este sábado en Alsasua (Navarra) por una manada de violentos abertzales. Arnaldo, ¡qué menos que visitarles! Con una doble finalidad: por la agresión sufrida, como hombre de paz que ahora eres, ¿o no?, y para disuadir a otros abertzales con tendencia a la intolerancia y la violencia. Ya se sabe cómo ha funcionado el País Vasco durante décadas: primero, agresiones y destrozos públicos, y después, o a la vez, el disparo en la cabeza o la bomba debajo del coche.

Si usted visitara a los guardias civiles agredidos, podríamos empezar a creer que debajo del barniz de hombre pacífico que exhibe hay un propósito verdadero. Un sencillo guiño así contribuiría, definitivamente, a que comenzaran a borrarse renglones en su hoja de servicios como etarra criminal y como batasuno de la peor calaña. Como cuando, a finales de la década de los 70, secuestró al directivo de una multinacional y lo tuvo metido en un zulo a la espera del rescate solicitada por ETA. Agujero situado en el término municipal de Elgoibar, muy cerca de Eibar, donde fue secuestrado Miguel Ángel Blanco el 10 de julio de 1997, a pocos kilómetros de Ermua, el pueblo de Vizcaya donde el joven concejal del PP nació y fue enterrado cuatro días después de su desaparición.

Porque, a propósito de aquel terrible asesinato que he reconstruido en mi libro reciente El hijo de todos, ¿qué hizo usted para que no le pegaran dos tiros al concejal de 29 años? Entre nada y nada. No movió ni un pelo de sus despobladas cejas. Y eso que ya era un influyente parlamentario en Vitoria y estaba a punto de entrar en el directorio de la Mesa Nacional de HB.

Imagen de la fachada del bar ante el que se produjo la agresión.

Imagen de la fachada del bar ante el que se produjo la agresión.

Nunca está de más que nos recuerden las páginas negras de nuestra historia para animarnos a resarcir con hechos positivos errores cometidos. Más aún si los hicimos a sabiendas, como fue su caso. Tal día como hoy, por ejemplo, un 16 de octubre, un acreditado otorrinolaringólogo pasaba consulta en Sevilla. Un supuesto paciente le pidió hora aduciendo que le dolía un oído. Pero al que dejó de dolerle todo fue al doctor Muñoz Cariñanos, coronel, además, del Ejército del Aire.  El etarra Jon Igor Solana, miembro del Comando Andalucía, nada más entrar en el despacho del doctor le disparó varios veces, dos de ellas en la cabeza.

¿Tiene sentido recordar hoy, 16 de octubre, aquel suceso acaecido en el año 2000, coprotagonizado por un correligionario de Arnaldo Otegi? Sí, sin duda. No recordar a las víctimas de ETA es como matarlas dos veces, la segunda con silenciador. Pasar esa página en falso es dejar el libro de los asesinatos abierto para que otros jóvenes tengan la tentación de echar su firma para convertirse en “héroes” según la mitología y el martirologio del independentismo vasco violento.

Igor Solana, precisamente, participó en los preparativos del Pacto de Estella (Lizarra en vasco), firmado por el PNV, ETA y partidos abertzales radicales (Otegi puso su rúbrica) en septiembre de 1998, sólo catorce meses después del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Aquella tregua de ETA se esfumó en 2000, año en que fue asesinado Cariñanos, el otorrino de estrellas como Rocío Jurado.  

Hay que recordar todo esto. La paz no puede edificarse sobre los cimientos del olvido y de la injusticia. Eso fue lo que dijeron con su 'no' los colombianos hace un par de semanas al rechazar el contenido del acuerdo con las FARC. Un paso para la paz, señor Otegi, pasaría, pues, por visitar al teniente y al sargento de la Guardia Civil apaleados en Alsasua por abertzales violentos, para quienes usted es un líder ejemplar.

¿EL PAYASO DE ANA MATO?

La exministra de Sanidad, Ana Mato.

La exministra de Sanidad, Ana Mato. Efe

Sí. Sucedió un 9 de junio de 2001 en la fiesta de cumpleaños de una hija del matrimonio Sepúlveda Matos, a la que asistieron 35 niños, más tres payasos. Uno de ellos, tan curioso como leído, aprovechó para darse un paseo por el chalé del entonces alcalde de Pozuelo de Alarcón, el pueblo más rico de Madrid. Rico empezando por su corrupto primer edil.

Llegó hasta al garaje, donde vio aparcados dos flamantes vehículos, un Jaguar y un Range Rover. El payaso, ilustrado como era, pensó “un rover como yo”, vagabundo, correcaminos, en inglés. Aunque, en realidad, aquel vehículo, más que Rover, era de un Robber, de un ladrón en inglés. Se escribe casi igual y se pronuncia parecido, pero no es lo mismo.

El payaso, versado, recordó una reflexión del protagonista de la novela Opiniones de un payaso, de Heinrich Böll, un Premio Nobel de Literatura de verdad, no como el admirado Bob Dylan. (Espero que el próximo Grammy de música se lo den a Javier Marías). Piensa el payaso de Böll: “¿Y ser rico, pregunté, ¿cómo es?”. Me ruboricé. Me miró con acritud, se ruborizó también y dijo: “Joven, tú acabarás mal si no dejas de pensar. Si yo tuviese valor y creyese aún que se puede crear algo en este mundo, ¿sabes tú lo que haría yo?” “No”, dije. “Fundaría una asociación que cuidara de los hijos de la gente rica”…

El payaso de Jesús Sepúlveda y Ana Mata, entonces diputada en el Congreso (en 2011 sería nombrada ministra de Sanidad por Mariano Rajoy), se reincorporó a la fiesta pagada por el jefe de la Gürtel, Correa, decorada con dos castillos de aire y dos arcos de hasta 6 metros de altura. Algo le olía mal al payaso en aquel montaje, pero Ana Mato ni se dio cuenta, la pobre. La cándida política pensaría que el hedor lo desprendían las cuatro margaritas de 2,5 metros de alta que adornaban la fiesta en homenaje a uno de los tres hijos del matrimonio pepero.

¿HOY ES EL DÍA INTERNACIONAL DE RAJOY?

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy.

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy.

Sí. No es su cumpleaños. Tampoco su onomástica. Pero, sin embargo, el 16 de octubre es el Día Internacional del santo y seña de Mariano Rajoy Brey. Es el Día Internacional del Anestesiólogo. ¿Se le ocurre a alguien mejor definición del líder del PP que esta: el anestesista de la Moncloa?

Con las toneladas de corrupción caídas sobre su partido, así como sobre decenas de íntimos colaboradores suyos, sobre vecinos de despachos en la sede de Génova, sobre amigos del alma, “sé fuerte…”… Y ahí sigue. El 16 de octubre de 1846, hace 170 años, el joven Gilbert Abbot, de 20 años, era operado de un tumor de la cara. Antes, le habían administrado un buen chute de éter. Esta intervención quirúrgica ha pasado a la historia de la medicina como la primera operación indolora en la historia del hombre.

“Gentlemen, this is no humbug” (más o menos, “Caballeros, no hay truco”), exclamó el cirujano John Collins Warren dirigiéndose al público que desde un anfiteatro seguía la intervención realizada en un hospital de Massachusetts, ante la incredulidad general al observar que el intervenido no se movió ni un ápice mientras el escalpelo rebañaba el tumor.

Efectivamente, no hay truco: Rajoy, el jefe del partido beneficiado por la corrupción del Gürtel, que esta semana ha comenzado a juzgarse en Madrid, ganó las elecciones el 20-D de 2015, las del 26-J de 2016, y ganaría las siguientes, si las hay, por una mayoría más amplia, con millones de votos que optaron y optarían por el mal conocido encerrado en sobres vergonzantes.

La capacidad letárgica de Rajoy, O Corcheiro de Pontevedra, no evitará una dolorosa ruptura interna del PSOE, que se debate entre la abstención y un no suicida en la investidura prevista para final de mes.

Rajoy, el anestesista de la democracia, será seguramente presidente, aunque con su actitud egoísta y grotesca se parece cada día más a Juan Maeso, aquel anestesista de Valencia que infectó al menos a 275 pacientes de hepatitis C. Maeso se ponía un chute antes de dormir al paciente y Rajoy votos para seguir ahí en cada elección.

La solución a la crisis sería fácil: esta semana que entra Rajoy debería renunciar a su candidatura y el PP elegir a otro candidato libre de mácula para ser elegido nuevo presidente del Gobierno. El PSOE salvaría la cara y la sociedad española recuperaría la esperanza en la dignidad política. Pero ni Otegi se postrará ante los guardias civiles ni Rajoy se retirará al pazo. La vida en ansí, diría Baroja.

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