Nunca hubo relato tan poderoso como el que ahora mismo se está realizando. De ahí surge la necesidad de lanzarse a combatirlo con microrrelatos, reduciendo la relación de hechos a un escenario tan vacío como el que deja tras de sí el capitalismo y su globalización tecnológica.

Hace unos días, el actor José Sacristán dio una entrevista donde reprochó a Pablo Iglesias que denunciase la guerra de cal viva de la que fue cómplice el PSOE. En el Congreso, Pablo Iglesias destapó el hedor de las cloacas y José Sacristán, con sus palabras de poca fortuna, reveló resentimiento. El mismo enfado que hoy tienen los que permitieron levantar una verdad como es la democracia con unas manos tramposas como fueron las manos que escribieron el relato de la Transición.

Con todo, la respuesta a las declaraciones de Sacristán no se puede reducir a 140 caracteres como tampoco a una columna. Cada vez que se reduce, la respuesta se equivoca. Tras vaciar de sentimiento los hechos, a Sacristán le dijeron de todo por lo corto, que es como decir nada.

Días después, otro actor, Fernando Tejero, hacía público su apoyo a Podemos y, por lo visto, también le empezaron a caer los insultos en la red social del pajarito; groserías a las que Fernando Tejero iba respondiendo con otras, según iban llegando los tuiteos.
Una de las veces, el actor Fernando Tejero convocó a las personas que le faltaban el respeto, a comerle “el rabo”. Con esta fórmula, el actor daba entender que, para comerle “el rabo”, antes había que faltarle el respeto. Calentamiento global en la red del pajarito, se podría denominar el asunto.

La pereza epistemológica a la que son tan dados los integrantes de la cultura del famoseo, sumada a la falta de conciencia crítica, trae casos como los citados. Dos actores, cuyas declaraciones tan poco desarrolladas dan lugar a otras menos desarrolladas. Microrrelatos combatidos por otros microrrelatos que, al reducir los hechos, dejan espacio suficiente al ataque superficial.

Así, en el caso de un actor, los ataques traían el argumento de las películas de la época de Franco y, en el caso del otro, una opción sexual. Si lo miramos con la extensión que corresponde, nos daremos cuenta de que los que atacaron a José Sacristán y los que atacaron a Fernando Tejero son los mismos; los que están en contra de la libertad de expresión, incluso en su expresión más limitada. Por eso se dedican a reducirla más todavía.