¿Por dónde andas? ¿Sigues marichaleando?", reza el mensaje que me entra por el móvil justo cuando acabo de levantarme de la mesa del Comala, adorable esquina mexicana junto al Ritz, donde he quedado con mi amiga Mercedes Sánchez, que es quien acaba de presentarme a Álvaro de Marichalar y Sáenz de Tejada. Empresario precoz (a los 16 años empezó a exportar calzado al Reino Unido, que tiene mérito; mandaba los zapatos desparejados, como si fuesen muestras, allí los reapareaba y a triunfar, God mediante), aventurero, navegante...y excuñadísimo, bien a su pesar. "Pensar que yo le presenté a mi hermano Jaime a la infanta Elena, que era mi amiga", suspira con algo cómicamente parecido a la desolación.

Sí que de un tiempo a esta parte se ha ido viendo que emparentar con la Familia Real no es per se ninguna ganga. Menos para alguien acostumbrado a la clandestinidad aristocrática en un mundo tan áridamente burgués que hasta lo de Podemos, por momentos, puede resultar un alivio.

Álvaro de Marichalar tiene una moto de agua llamada Numancia, y tatuada con un desacomplejado "Viva España" a babor (si es a estribor, perdón; NO me llaméis Ismael...) con la que está reconstruyendo en solitario toda la epopeya de Ponce de León en su viaje hasta Florida, buscando la Fuente de la Juventud. No la encontró pero sí se asomó al Pacífico.

Es curioso que hagas una cosa así y te cueste salir en los medios de comunicación mientras otros acaparan portadas a base de decir o hacer chorradas, de robar o de matar. También me parece muy curioso su sistema de esponsorización: los patrocinadores de su expedición no pagan al principio sino al final. Él ofrece el género (la aventura...) pero el dinero no cambia de manos a no ser que él consiga realmente culminarla, llegar al final. En caso de fracaso nadie está obligado a nada. Ni el magnate ruso que, intrigado y hasta indignado, casi quería meterle por el esófago un cheque por el doble de lo pactado.

"Muy fino. Y muy inteligente. Me imagino que el éxito seguro se puede vender a mucho mejor precio que el riesgo...", le comento. Él amasa una deslumbrante sonrisa jesuítica. No en vano es del linaje de Francisco Javier y, atención, descendiente directísimo de Jaume I el Conqueridor. De cuando en Cataluña teníamos reyes y no pringados, como ahora. "Cuando alguien me trata de convencer de que Cataluña no es España, me hierve la sangre", concluye. Y claro, lo dice en un sentido literal. Le hierve el ADN.

Dios. ¿Dónde y de quién se esconde la gente así? Antes de volver a galopar con su caballo de mar por la ruta de Ponce de León, Álvaro de Marichalar ha pasado por España como una exhalación y se ha plantado en Saint Moritz, en una gala de la Cruz Roja. Donde miren lo que les dijo nada más empezar: "Mi antepasado el Conde de Ripalda, trajo a España la Cruz Roja, fundando la CRUZ ROJA ESPAÑOLA, pero en algunas regiones de España, los gobiernos nacionalistas han suprimido la palabra ESPAÑOLA. Algo que no es admisible y representa una violación más de la Historia y Realidad de España. Otra manipulación cobarde y traidora por parte de unos políticos que no están a la altura de lo que es y representa nuestra Patria, ni del servicio público que merecemos los españoles".

Nobleza obliga y debería obligar a más gente. España de capa y espada, vuelve. Sin complejos y sin miedo a nada.