EL ESPAÑOL vivió este sábado una prueba del sectarismo y la agresividad que caracteriza a los movimientos radicales aglutinados por Podemos y a sus seguidores en las redes sociales, siempre dispuestos para actuar coordinadamente, distorsionar los hechos y crear una realidad virtual al servicio de su causa.

Nuestro periódico desveló a última hora de la mañana que el concejal Zapata, tristemente célebre por sus tuits ofensivos sobre las víctimas del Holocausto, Irene Villa y las niñas de Alcasser, ha contratado como asesora de su distrito Fuencarral-El Pardo a Nuria Sánchez Díaz con quien le unen estrechos lazos personales. La remuneración por esa asesoría de desconocidas obligaciones supera los 50.000 euros anuales, tal y como consta en un documento oficial del Ayuntamiento.

A efectos de acreditar la relación entre ambos, EL ESPAÑOL no recurrió a ningún rumor o confidencia privada sino al único dato suministrado públicamente por ellos mismos: la vivencia compartida de un aborto, tal y como la difundieron en un artículo publicado el 30 de enero de 2014.

Zapata y Sánchez Díaz no han comparecido de manera conjunta ante la opinión pública por ningún otro motivo. Ni para exponer un proyecto cultural compartido, ni para proponer formas de gestión municipal, ni para describir aficiones comunes. Sólo han dado un paso deliberado bajo los focos para contar su experiencia abortista.

Fueron ellos y nadie más quienes eligieron convertir ese episodio íntimo en algo de dominio público y lo hicieron con un claro propósito de activismo político, toda vez que el artículo concluía con un llamamiento explícito a acudir a una manifestación contra la frustrada reforma legal de Gallardón.

¿Espectáculo?

De ahí la desfachatez de Zapata cuando su primera reacción a tan documentada denuncia fue hacerse la víctima a través de su cuenta de Twitter: “Gracias por convertir el hecho más doloroso de mi vida en espectáculo para atacar un proyecto político”. ¿Espectáculo? Es evidente que si eso sucedió en algún momento, fue de su mano y de su pluma, pues EL ESPAÑOL se limitó a reproducir algunos párrafos sin apostilla ni comentario alguno y a ofrecer un enlace al artículo original cuya máxima difusión buscaron.

A partir de ese momento Zapata comenzó a recibir mensajes de apoyo de los líderes de Podemos. Pablo Iglesias tuiteó algo tan surrealista como "todo vale para atacar la posibilidad de un Gobierno de progreso" como si la divulgación de la noticia obedeciera a una maniobra de alta política. Entonces una horda de replicantes -la mayoría protegidos por el cobarde anonimato- vertió una catarata de insultos contra nuestro periódico y los medios afines acudieron al quite haciendo de nuestro titular el objeto de la polémica. Por increíble que parezca ni unos ni otros prestaron la menor atención a lo que tiene todas las trazas de ser un flagrante caso de nepotismo caciquil.

Es tan fuerte la capacidad de ese conglomerado de establecer la corrección política en la red que es inevitable preguntarse en qué medida pudo condicionar otras opiniones críticas en sectores más afines a nuestras ideas y valores. No pretendemos acertar siempre y en todo. Podía discutirse la ordenación de los elementos de la noticia y de hecho no tuvimos ningún problema en trasladar la referencia a aquel publicitado aborto del título al subtítulo, en el momento en que Zapata admitió que se trataba de su expareja. Pero el texto de la noticia sigue ahí, sin haber tenido que cambiar ni una coma, porque todo lo publicado es cierto y relevante.

Casta y enchufismo

Lo esencial era y sigue siendo la rápida contaminación de buena parte de los heraldos de la nueva política de los peores vicios –y el enchufismo es uno de ellos- de la “casta” a la que han venido combatiendo. Porque la mujer, la pareja, la ex mujer, la ex pareja, la cofirmante de aquel testimonio sobre el aborto o lo que sea Nuria Sánchez Díaz del concejal Zapata no sólo tiene que ser honrada sino también parecerlo. Y ello por mor de la elemental relación de confianza que tiene que existir entre los cargos públicos y los contribuyentes.

De todas las personas cualificadas para recibir esos 50.000 euros del distrito Fuencarral-El Pardo la última a la que debía haber favorecido Zapata, en un ayuntamiento en el que tanto llueve sobre mojado, era aquella con la que ha tenido tan publicada intimidad. ¿Cómo no hacer conjeturas sobre sus motivaciones y propósitos a partir de los elementos de juicio por él mismo suministrados?

La doble moral, la hipocresía de estos fariseos oportunistas que se miden a sí mismos por un rasero distinto del que miden a los demás -¿qué hubieran dicho ellos si algo parecido sucediera en un ayuntamiento del PP?- y azuzan luego a su jauría para intimidar a quienes osen denunciarles, es uno de los síntomas más purulentos de la degradación de la convivencia en el espacio público.

Y reclamar el derecho a una intimidad previamente aventada al servicio de la causa cuando esa intimidad se convierte en prueba de cargo del clientelismo y el abuso de poder es un recurso propio del peor de los Tartufos. Nada sorprendente por otra parte en quien denuncia que alguien reproduzca con respeto su propio relato del “hecho más doloroso” de su vida, después de haberse burlado con vileza sin par de ese otro “hecho doloroso” que mutiló para siempre a una niña llamada Irene Villa. Lo único que le queda ya al concejal Zapata antes de dimitir es explicar que la contratación de su ex pareja también ha sido un acto de “humor negro”.