En el linchamiento de Pedro Sánchez confluyen sus rivales, sus adversarios y algunos tertulianos homologables, más interesados en cobrarse la pieza emitiendo juicios sumarísimos que en apuntar elementos de análisis.

No es algo nuevo que la política propicie curiosas coyundas entre representantes públicos y periodistas; pecadillos veniales. Pero es sorprendente que esta convergencia en la lapidación del secretario general socialista se haya producido desde el día uno del inicio de este "nuevo tiempo" para el que tan pomposamente pedimos renovadas actitudes.

Las últimas pedradas vienen a cuenta de que el PSOE haya prestado senadores a Democràcia i Llibertat (los restos de Convergència) y a ERC para que los partidos catalanes tengan grupo propio en la Cámara territorial.

Los argumentos empleados para criticar a Sánchez resultan tan gruesos e inconsistentes -sobre todo cuando se esgrimen desde el PSOE- que resulta difícil decidir si es mejor llorar de risa o reírse de tanto llanto prefabricado, tanto alarmismo.

Dicen que Sánchez traiciona a España por ceder espacio en el Senado a quienes quieren romper el país. ¿A estas alturas, tantos años después de la "geometría variable" de Zapatero, de los encames de Maragall y Montilla con ERC y del flirteo batasuno de Eguiguren? Este ataque a Sánchez es tan obsceno que aburre. Sobre todo porque quienes le critican han hecho ya todo tipo de concesiones a Podemos y allegados, partidarios del inexistente derecho a decidir.

La cuestión no es sólo que arremetan contra Sánchez los mismos que le han precedido en el funambulismo. La cuestión es que si hay que sacar de este auto de fe algo en claro es que los representantes de los viejos partidos no saben cómo actuar ante la nueva política porque siguen movidos por las pulsiones cainitas de siempre.

Que el PP olvide el marco de impunidad que Aznar dio en su día a los Pujol para atacar ahora a Sánchez forma parte de lo previsible. Que Ciudadanos explote la misma veta por obligaciones del guión, aun a sabiendas de que de repetir elecciones corre riesgo de ser relegado a la irrelevancia, también. Pero que los mismos barones que defienden eso del federalismo para mantener a Cataluña en España se echen las manos a la cabeza porque Sánchez permite tener grupos a dos partidos independentistas es de un cisnismo exasperante.

¿Se llevarían los barones socialistas la Camara territorial a Barcelona pero no harían nada para favorecer que las principales formaciones de esta región se sintieran representadas como grupo, incluso si no les han alcanzado los votos? ¿Acaban de descubrir que la política es negociación (también negación de lealtades internas y externas) y posibilismo?

Aquí de lo que se trata es de eliminar a Pedro Sánchez no ya para intentarlo con Susana, sino para ascender y apoltronarse con ella en unas estructuras de poder cada vez más disminuidas mientras Podemos -que es responsable del actual bloqueo- continúa creciendo a base de "crianza con apego", lloriqueos y pachangas. A este fin se pliegan todos los pretextos, todas las estrategias y todas las incongruencias. Allá ellos.