Susana Díaz y los barones del PSOE han decidido dejar que Pedro Sánchez se estrelle contra la aritmética parlamentaria y contra Podemos en lugar de precipitar su defenestración forzando la convocatoria del congreso previsto para febrero.

Después de haber perdido más de un millón y medio de votos y 20 escaños en las elecciones generales, y de haberse convertido en cuarta fuerza en Madrid, el futuro del secretario general socialista parecía sentenciado. Los precedentes de Almunia y Rubalcaba, que dimitieron tras sendas derrotas en las generales de 2000 y en las europeas de 2014, han creado una especie de norma no escrita en el PSOE.

Líneas rojas inasumibles para Podemos

Los dirigentes territoriales, reunidos este lunes en el Comité Federal, han optado finalmente por permitirle explorar "a su izquierda y a su derecha" todas las opciones de formar gobierno, no sin antes imponerle unas líneas rojas inasumibles para Podemos y los partidos independentistas en que tendría que apoyarse: no negociar con quienes defienden referendos de autodeterminación.

El secretario general, que pretende aplazar a primavera la celebración del próximo congreso del PSOE, ha conseguido ganar un poco de tiempo tras cosechar los peores resultados electorales de su historia. Pero es evidente que ni las combinaciones posibles surgidas en las urnas ni la estrategia del líder de Podemos constituyen un escenario halagüeño para él.

Desde la misma noche electoral, cuando salió a celebrar los 69 diputados obtenidos por Podemos, Pablo Iglesias no ha parado de criticar a Sánchez y de redoblar las exigencias sobre el PSOE. Se ha mofado de su derrota y de su debilidad orgánica, ha exigido la celebración de un referéndum en Cataluña y este mismo lunes le ha acusado de "estar haciendo teatro" para terminar permitiendo la investidura de Rajoy. Además, ha puesto como condición que el PSOE apoye el Proyecto de Ley de Emergencia Social que presentarán sus diputados el 13 de enero con motivo de la constitución de las Cortes.

Iglesias quiere fagocitar al PSOE

La cuestión no es ya que Pablo Iglesias esté condicionado en sus posicionamientos políticos por los diputados nacionalistas que le han impuesto Ada Colau, Mònica Oltra y Xosé Manuel Beiras, sino que su estrategia pasa por intentar eliminar al PSOE tras haber fagocitado a IU. Para la consecución de este objetivo, Podemos advierte en un posible adelanto electoral una buen oportunidad, tal y como el propio Iglesias sugirió cuando dijo que le había faltado "una semana más de campaña y un debate".

Susana Díaz y los barones que en principio apoyarían su liderazgo en el PSOE han preferido dejar en el tejado de Podemos la responsabilidad de someter de nuevo a la sociedad a la tensión de otras elecciones. Además, dirigentes como Guillermo Fernández Vara (Extremadura), Emiliano García-Page (Castilla-La Mancha), Ximo Puig (Comunidad Valenciana), Javier Lambán (Aragón) o Francina Armengol (Baleares) también gobiernan gracias a Podemos o sus aliados, por lo que no están moralmente legitimados para criticar a Pedro Sánchez por intentar pactar una alianza de izquierdas como hicieron ellos.

Prefieren dejar que fracase en el intento de formar un gobierno, lo que tras la debacle electoral le dejaría prácticamente sin opciones de revalidar su liderazgo interno, a asumir la responsabilidad de precipitar su muerte orgánica tan sólo 17 meses después de haber sido elegido secretario general.