Fueron 18 minutos de reloj que cronometró este periódico y que analizó Alberto Lardiés. 18 minutos para la Historia de esa democracia -de dos- que se moría y que expiraba mientras Albert Rivera, Ferreras y Pablo Iglesias pipeaban de lo lindo en la libertad del sorayato multimedia. En el sorayato bien que saben que es igual "ocho que ochenta", y que lo del Follonero & cia es fuego amigo. Que a cualquier barbaridad sobre "la casta" se le responde con jabón y con dos tertulias para que se desfoguen: pobrecillos.

18 minutos. Debate del lunes 14 de diciembre. 18 minutos en los que el muerto amortizado de Pedro Sánchez tuvo sangre, tiempo, y esa gramática parda, y esa mordiente de un pastorcillo resultón al que tras año y pico de secretario general en la bancada, va y se le aparece la Virgen con cuatro insultos ciertos como cuatro querubines. Como cuatro puñales. No más.

Fueron 18 minutos para que Pedro Sánchez muriese con medio galón sociata que enseñar a la descendencia igual que un banderín del Estudiantes. En 18 minutos, Campo Vidal parpadeó, miró a su cámara de siempre, pareció casi humano; medio se levantó de la siesta del dinosaurio y comprobó que el presidente que seguía allí, parpadeando de un ojo mentirosillo. Seguro que Rajoy contaba mentalmente –y presuntamente– el palmarés del Tour del 88. Desde el farolillo rojo a Perico en orden alterno y con los puntos de la Montaña.

Los 18 minutos que cuenta Lardiés en EL ESPAÑOL del debate del lunes fueron la muerte digna de Pedro Sánchez; la primera vez que el ridículo socialista pudo vencer a la pachorra. Sería cuando Pedro Sánchez puso en práctica las tablas de El Hormiguero.

A Mariano Rajoy la corrupción no le afecta, pues a todo se hace el hombre tranquilo con chubasquero; hoy en Madrid, mañana en Nueva York. Que llueva. Al mal tiempo, buena Soraya, que cuando le pise la Menina la garita, ya será tarde para todos vosotros, pecadores: ahora y en la ahora de vuestros votos. Eso sí, llamar indigno a Mariano Rajoy es pena capital. Un torbellino de revancha.

Dice Soraya Sáenz de Santamaría que lo de Sánchez en el debate fue "macarrismo político". Yo vi más bien que mentar a Bárcenas a portagayola fue la eyaculación precoz del ahorcado Sánchez. La vicepresidenta Menina hablaba de "macarrismo". Yo pensé en la consorte de Pedro Arriola –Celia– y en sus buenas maneras de Sisí Emperatriz.