Quítense todos los prejuicios de encima; al Partido Popular lo votan también los hípsters. Sí, apuesto a que el partido en el Gobierno ha logrado el beneplácito de esos que combinan su vestuario en la justa proporción de lo más moderno y lo más antiguo gracias a que ellos hacen los propio desde el Gobierno. Eso es lo que dice la propaganda electoral y hasta los amigos del hípster, bautizado en el anuncio como Raúl, tratan de entender cómo después de veranos salvando ballenas, kilómetros en bicicleta para no contaminar y conversión absoluta hacia la alimentación con menos grasa manufacturada de todas, Raúl dará su voto al Partido Popular.

Fácil: porque al Partido Popular lo vota gente muy diferente. Hasta los raritos barbudos confían en su candidato. Ese es el mensaje.

Dicen que es ironía fina; una burla elegante y disimulada. Jamás hubiésemos unido a estos barbudos modernos con el partido después de la campaña mediática que Jorge Moragas, flamante cabeza pensante del show de los populares, ha diseñado hasta ahora: Ausencia del candidato en debates donde puedan preguntarle más allá de "qué hay de lo mío", visita a la casa de Bertín Osborne a hacer chascarrillos sin mentar el déficit, comentar un partido de fútbol en la radio eludiendo cualquier posibilidad de que saquen de córner la financiación ilegal del PP. Moragas lleva paseando a cualquier vecino del quinto desde que esto comenzó con la más firme intención de convertirlo en presidente de esta nuestra comunidad.

Entiendo por tanto que lo que buscan es que no admiremos a nuestro presidente. Presuponen que preferimos, a ser posible, alguien un poquito más zafio que nosotros.

Falta saber si la burla a la que se refieren es tan disimulada como la de su concejal de Galapagar, Ángel Camacho Lázaro, llamando "fondona" a Begoña Villacís, representante en el Ayuntamiento de Madrid del partido que más pisa los talones presidenciales. O si hablamos de una ironía tan velada como la que ha arrastrado a más de 50.000 españoles a salir por patas del país en los primeros seis meses del año y que curiosamente, la mayoría ni siquiera podrá votar por lo complicado que es hacerlo desde el extranjero. Sarcasmo puro como el incremento en un 200% del consumo de antidepresivos que sin embargo no ha mermado la tasa de suicidios.

Necesitamos algo más que sentido del humor para los once días que nos quedan de campaña; no quiero ni contarles lo que necesitaremos como sigan otros cuatro años más. A la ironía jamás se le concede un ápice de sadismo, ustedes verán.