La crisis desatada a raíz de la matanza del viernes en París no sólo ha puesto el foco en la amenaza que para la supervivencia de las democracias occidentales supone el Estado Islámico, sino que ha obligado al Gobierno y a los partidos a fijar posición sobre cuál debe ser el papel de España en la guerra internacional contra el yihadismo.
También obligará a revisar los protocolos en materia de seguridad y control de fronteras y comunicaciones, tal como harán los ministros del Interior en el Consejo Europeo extraordinario del viernes, lo que vuelve a poner sobre la mesa el viejo debate entre seguridad y libertad.

La toma de postura es apremiante porque Francia ha invocado el Tratado de Lisboa para que los socios europeos se impliquen más en la contienda que se libra en las regiones de Siria e Irak dominadas por los terroristas y porque todo indica que habrá que redoblar el esfuerzo bélico para acabar con el Estado Islámico en su terreno. Ni siquiera se puede descartar en el futuro una intervención terrestre bajo mando de la ONU o la OTAN. En este sentido, la decisión de la Comisión Europea de relajar los objetivos de déficit para que los países puedan incrementar su gasto militar da una idea de hasta qué punto esta crisis interpela a los partidos. Sobre todo en plena precampaña, cuando todo lo que dicen y hacen los candidatos tiene efectos sobre la intención de voto y condiciona la lid electoral.

La experiencia de la infausta Guerra de Irak, y de cómo la decisión de Aznar de apoyar la invasión fue aprovechada tras el 11-M por el PSOE para movilizar la calle contra el PP, sigue viva. También el recuerdo de masas enfurecidas rodeando las sedes populares, una maniobra de acoso y derribo de cuya autoría intelectual se ha jactado Pablo Iglesias.

Eso explica la prudencia con que el Gobierno y el PP miden sus pasos apelando a la vigencia del pacto antiyihadista; el temor del PSOE a que sus votantes puedan tacharle de belicista; y la satisfacción con que Podemos e IU vuelven a levantar la bandera del No a la guerra. En esta clave hay que interpretar los guiños pacifistas de Ada Colau y también Manuela Carmena, que ha anunciado que pondrá en marcha un Instituto de la Paz.

Podemos, cómodo

En términos globales esta crisis beneficia al PP, mejora las opciones de Ciudadanos de presentarse como partido dispuesto a tomar decisiones difíciles, perjudica al PSOE y da una baza a Podemos e IU para llevar el debate electoral a un ámbito cómodo para el populismo y la demagogia, hasta el punto de llegar a justificar la barbarie, como hizo este miércoles un eurodiputado de Podemos. "Hay muchísima gente que no tiene otra salida que inmolarse", alegó Miguel Urbán.

Electoralmente, Mariano Rajoy puede beneficiarse por partida doble. Como presidente del Gobierno y candidato de un partido de orden puede subrayar su perfil de interlocutor ante las potencias del mundo y su responsabilidad como garante de la seguridad frente a una amenaza exterior. Además, la amenza del yihadismo, igual que sucede con todo lo que tiene que ver con el desafío secesionista, le permiten velar al electorado los problemas de corrupción en su partido. La financiación ilegal ha pasado a segundo plano y nadie habla ya de Bárcenas. Rajoy apela y llama continuamente a Pedro Sánchez y al resto de dirigentes políticos para hacerles partícipes de cualquier decisión sobre la lucha contra el Estado Islámico.

A Pedro Sánchez esta situación le pone en aprietos porque sabe que tiene que estar junto al Gobierno pero teme el efecto que sobre los votantes de izquierdas puede tener esta proximidad al PP. Por eso reclama "unidad de los partidos frente a la barbarie" mientras hace apelaciones genéricas a la necesidad de dar una "respuesta política" a la amenaza y al fenómeno terroristas.

Finalmente, Albert Rivera, a quien Pablo Iglesias intenta descalificar comparándolo con "el Aznar de las Azores", se expone por convicción cuando cierra filas con el Gobierno y se muestra dispuesto incluso a desplegar tropas españolas en Siria con amparo de la ONU y la OTAN.

El estado de conmoción general provocado por los atentados condicionará la campaña electoral. Es fundamental que los partidos estén a la altura del reto y no se dejen llevar por estrategias cortoplacistas.