Rafael Nadal, a quien se le conocen muchas hazañas y ni una sola declaración carente de inteligencia, dijo hace poco que ya estaba bien de quejarnos de nuestro país, porque era un país privilegiado.

Arabia Saudí no lo es. Allí han condenado al activista Raif Badawi a diez años de cárcel y a 1.000 latigazos, de los que ya ha recibido cincuenta, por ofender al Islam. Como si el Islam pudiera ofenderse porque alguien cree un portal de internet para debatir libremente sobre religión y política.

La segunda tanda de estos infaustos latigazos ha sido aplazada, en medio de una enérgica condena internacional, por “razones médicas”. Al parecer, al premio Sajarov 2015 ni siquiera le curan las heridas. Badawi, si sobrevive a la cruel condena que ya ejecuta ese país cruel, será un héroe. Si no lo hace, será un mártir.

En Venezuela, el dirigente opositor Leopoldo López cumple una condena de trece años que, como explica el fiscal ahora huido Franklin Nieves, estaba fundamentada en “un cuento”. El propio Nieves obligaba a los supuestos testigos y expertos a firmar las declaraciones incriminatorias que él elaboraba. López es inocente, como dice el arrepentido Nieves, pero continúa pasando sus largos días y peores noches en una tenebrosa cárcel de Maduro.

Al Premio Nobel de la Paz 2010 Liu Xiaobó lo condenaron a once años de cárcel por “incitar a la subversión contra el poder del Estado”. Liu defiende con su activismo y sus revolucionarias “Elegías del 4 de junio” la necesidad de reformas democráticas en China. A pesar de los avances que se observan en el gigante asiático, desafortunadamente aún queda mucho para que éstos saquen a Liu de prisión.

Nadal es un ejemplo para todos: su coraje y su esfuerzo arropan con mimo sus muchas cualidades, elevándolas. López, Badawi y Liu constituyen, además de un modelo en el que se reflejan con extrema nitidez la valentía y la decencia, la prueba de que la Humanidad no está perdida y que aún puede progresar.

Mientras existan seres como ellos, dispuestos a entregar todo lo que tienen, incluida la vida, por los demás, habrá esperanza. Sin embargo, tristemente, estos titanes admirables ya sufren por nosotros, por la libertad de todos, el castigo de dictadores y asesinos. O, lo que es aún peor, la enfermiza voluntad de los torturadores.
Aún queda mucho que hacer para mejorar la convivencia en nuestro país, pero Nadal, una vez más, efectuó una sabia afirmación.