La guerra híbrida en Europa.

La guerra híbrida en Europa. Imagen generada por IA.

Observatorio de la Defensa

La guerra híbrida se ha convertido en un auténtico problema en 2025 y será el gran desafío de Europa en 2026

Son conflictos de baja visibilidad, pero de alto impacto, capaces de erosionar la seguridad, la cohesión política y la confianza social sin necesidad de disparar un solo misil.

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Europa ya no se prepara para una guerra futura: convive con ella. Aunque no haya declaraciones formales ni frentes claramente delimitados, el continente está inmerso en una auténtica guerra híbrida.

O lo que es lo mismo, un tipo de confrontación en la que los Estados combinan la fuerza militar con otras formas de presión —económica, política o diplomática— y con operaciones más sutiles, a menudo encubiertas, como la guerra electrónica, las campañas de desinformación, el sabotaje o la manipulación social.

Ángel Gómez de Ágreda, coronel en la reserva del Ejército del Aire y del Espacio y actual director de Europavia Middle East, lanza una advertencia estratégica en declaraciones al Observatorio de la Defensa de EL ESPAÑOL: “La guerra híbrida es ya una realidad y probablemente se intensifique en 2026”.

El riesgo, señala, aumentará si Europa se queda sola en el apoyo a Ucrania. “Rusia intentará hacer sentir a la población el coste de ese apoyo”, recuerda, aludiendo al largo historial de acciones híbridas de Moscú, que van desde la propaganda hasta la interrupción del tráfico aéreo mediante drones o interferencias de señal GPS.

David Ramírez, analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), dependiente del CESEDEN, explica que “la guerra híbrida no es un fenómeno nuevo, sino que en la actualidad adopta nuevas características fruto de la transformación que se está produciendo en las sociedades”.

A su juicio, los profundos cambios sociales, económicos y culturales han alterado la forma en que estas estrategias impactan en los países occidentales. “Las sensibilidades han cambiado: el gobierno de la ley, la creciente propiedad privada a proteger y la generalización de la educación contra la violencia en las regiones más desarrolladas multiplican los efectos de las acciones híbridas”, subraya.

Al mismo tiempo, apunta que estos fenómenos “se producen con menor frecuencia e intensidad en otros conflictos entre actores con un menor grado de desarrollo”.

Esta visión es compartida por analistas, servicios de inteligencia e instituciones europeas. Todos apuntan a que lejos de los enfrentamientos convencionales del pasado, los actores hostiles recurren hoy a una combinación sofisticada de instrumentos militares, tecnológicos, informativos, económicos y cibernéticos.

Se trata de conflictos de baja visibilidad, pero de alto impacto, capaces de erosionar la seguridad, la cohesión política y la confianza social sin necesidad de disparar un solo misil.

El objetivo no es tanto la conquista territorial inmediata como la desestabilización prolongada de las sociedades europeas.

La invasión de Ucrania en 2022 aceleró esta tendencia y, a lo largo de estos últimos años, ha puesto de manifiesto cómo la desinformación, los ciberataques, la presión energética, la manipulación de flujos migratorios, la guerra electrónica y las operaciones encubiertas forman parte de una misma estrategia orientada a debilitar la unidad y la resiliencia del proyecto europeo.

Drones, interferencias de señal GPS y capacidades de sabotaje a distancia han dejado de ser armas de un frente lejano para convertirse en amenazas directas sobre el territorio comunitario. Y es algo que se ha incrementado en el último año.

Un punto de inflexión se produjo el pasado 10 de septiembre, cuando una veintena drones rusos Geran-2 penetraron en el espacio aéreo de Polonia. El incidente hizo saltar las alarmas y puso de relieve las carencias europeas en detección y defensa frente a este tipo de amenazas.

Episodios similares se registraron posteriormente en Rumanía, Dinamarca y Alemania.

La respuesta aliada no se hizo esperar: la OTAN activó la operación Centinela Oriental, con el refuerzo de cazas F-18 y Eurofighter, así como sistemas antidrones para blindar el flanco oriental.

Piloto español de Eurofighter en cabina.

Piloto español de Eurofighter en cabina. Emad

En paralelo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció el diseño de un “muro de drones” para proteger los cielos europeos frente a aeronaves no tripuladas, convertidas por el Kremlin en una pieza central de su estrategia militar. “Europa debe ir más allá de la defensa tradicional para contrarrestar la escalada de la guerra híbrida”, advirtió.

El desafío, sin embargo, va mucho más allá del dominio aéreo. En los últimos meses se han intensificado las campañas de sabotaje contra infraestructuras críticas como oleoductos, cables submarinos, satélites, redes eléctricas o sistemas de transporte. Ataques diseñados para generar vulnerabilidad estratégica, elevar la presión política y forzar respuestas fragmentadas.

Infraestructuras críticas

El informe anual sobre riesgos globales para la Unión Europea, elaborado por el Instituto Universitario Europeo (IUE), es contundente: el escenario más probable para 2026 es una guerra híbrida caracterizada por ataques disruptivos contra infraestructuras críticas.

“Los expertos claramente anticipan que algunos Estados hostiles y sus aliados seguirán investigando los cables, tuberías y redes de Europa”, advierte el documento.

Esta percepción es compartida por los servicios de inteligencia europeos. La máxima responsable del MI6 británico, Blaise Metreweli, situó la guerra híbrida entre las principales amenazas actuales y lanzó una advertencia clara: “La primera línea está en todas partes”.

En su diagnóstico, los ataques ya no se libran solo en el campo de batalla, sino también en el ciberespacio, en los flujos informativos y en las infraestructuras que sostienen la vida cotidiana.

La tensión es especialmente visible en el norte de Europa. En el mar Báltico, la Armada sueca se enfrenta “casi semanalmente” a submarinos rusos, según reconoció el jefe de Operaciones navales, el capitán Marko Petkovic.

Estocolmo se prepara para “un nuevo aumento” de la presión rusa incluso en un hipotético escenario de alto el fuego en Ucrania, en una región cada vez más militarizada y expuesta a riesgos híbridos.

Para Gómez de Ágreda, el diagnóstico es inequívoco: “No hay duda de que han aumentado los ataques de naturaleza híbrida en Europa”. Sabotajes físicos y lógicos —ciberataques— se han multiplicado, igual que las campañas de desinformación.

A su juicio, persiste un error de fondo: "Seguimos sin darnos cuenta de que la geografía no es relevante cuando se trata de ataques informáticos, sabotajes o desinformación".

La clave, concluye, está en la resiliencia: proteger infraestructuras y servicios críticos y garantizar su rápida recuperación tras un ataque. “No se trata de algo que podría pasar, sino de algo que va a ocurrir con muy alta probabilidad”.

Los medios de comunicación

Por su parte, el analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), David Ramírez, advierte a EL ESPAÑOL sobre el papel determinante que desempeñan los medios de comunicación en la percepción social de los conflictos contemporáneos.

“Los medios también contribuyen a incrementar la visibilidad de estas acciones, lo que hace que la sociedad sea más consciente de su existencia y perciba de una manera más patente la vulnerabilidad”, explica el experto.

Relación entre amenazas, conflictos y guerra híbrida.

Relación entre amenazas, conflictos y guerra híbrida. Foro Empresas Innovadoras y Amper

Tanto los medios tradicionales como las redes sociales se han convertido en potentes amplificadores de la tensión. “En los medios tradicionales influyen los sesgos ideológicos de sus contenidos y de sus audiencias; en las redes, el perfilado de los usuarios y la selección de información afín a su ideología y preferencias”, explica.

Un terreno así, advierte, “constituye un campo de cultivo que multiplica la efectividad de las acciones y su impacto sobre las sociedades”.

Estas estrategias comunicativas y tecnológicas, señala, resultan especialmente rentables para los agresores.

“Son efectivas, por lo que compensa realizarlas ante un escenario en el que el atacado, por su legislación y doctrina, no suele responder o incluso toma medidas en contra de sus propios intereses para conseguir la resiliencia, mientras que el atacante queda impune o escasamente afectado”, subraya.

Como ejemplo, recuerda incidentes recientes como “los acaecidos en el aeropuerto de Bruselas, donde un dron paralizó toda la actividad durante horas”, los ciberataques al sistema eléctrico ucraniano semanas antes de la operación de 2022, las sanciones económicas impuestas a Rusia o la restricción de acceso a medios de comunicación decretada por la Unión Europea.

Todos ellos, concluye, “son ejemplos de este tipo de enfrentamiento que seguirá creciendo”.

En ese tablero, la defensa híbrida ya no es una opción estratégica más, sino un pilar imprescindible para salvaguardar la estabilidad y la soberanía del proyecto europeo.

Europa se adentra así en una década en la que la frontera entre paz y conflicto será cada vez más difusa. El reto no es solo militar, sino profundamente político, económico y tecnológico.