Combatientes beduinos viajan en un camión en la aldea de Al-Mazraa, después de días de violencia en la provincia de Sweida provocados por enfrentamientos entre combatientes beduinos y facciones drusas, en Sweida, Siria , el 20 de julio de 2025.

Combatientes beduinos viajan en un camión en la aldea de Al-Mazraa, después de días de violencia en la provincia de Sweida provocados por enfrentamientos entre combatientes beduinos y facciones drusas, en Sweida, Siria , el 20 de julio de 2025. Reuters

Oriente Próximo

Los drusos acusan al Gobierno sirio de Al Shara de limpieza étnica: "Dicen que somos separatistas para justificarse"

La violencia sectaria no acaba con el alto el fuego, hace peligrar la transición y pone el arbitrio del país en manos de EEUU, Israel y Turquía.

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"Nunca pensé que pudiera llegar a odiar a nadie más de lo que odiaba a Bashar al-Asad, pero ahora siento ese mismo odio por Jolani (hoy conocido como Ahmad al-Sharaa, presidente de facto de Siria). Fui lo bastante ingenuo como para darle una oportunidad, me alegré de que derrocara a Al-Asad en diciembre", explica desde Canadá un emigrado druso que pide anonimato para proteger a su familia en Suaida, la ciudad de mayoría drusa en el sur de Siria, donde la violencia sectaria ha regresado una vez más con una crueldad inusitada.

El lunes se registraron numerosas violaciones del alto el fuego tras casi una semana de hostilidades, y más de un millar de muertos, en su mayoría drusos, pero también civiles de las tribus beduinas sunitas.

En esta zona del sur de Siria, fronteriza con Israel y Jordania, el lunes empezaban a salir a la luz las atrocidades de los últimos días, resultado de las hostilidades entre grupos drusos por un lado y, por otro lado, tribus beduinas sunitas afines al régimen de transición de Al-Sharaa, antiguo líder de Al-Qaeda en Siria, que ponen en evidencia la fragilidad del Estado, la instrumentalización de las tensiones comunitarias y el riesgo creciente de fragmentación nacional.

El 90% de la población de Suaida pertenece a esta minoría religiosa y étnica formada por algo más de un millón de miembros, la mayoría de los cuales habitan en Siria, pero también en Israel y Líbano. En la provincia del mismo nombre conviven con beduinos musulmanes y también con cristianos.

Los drusos profesan, a una edad ya madura, una religión monoteísta esotérica y sin proselitismo, nacida en el siglo XI como una derivación del islam ismailí chií, con elementos del gnosticismo, el neoplatonismo, el hinduismo e incluso el pitagorismo.

"Mi familia está aterrada. Ha tenido que desplazarse varias veces dentro de la ciudad. Su barrio fue bombardeado desde el primer día (el 15 de julio). Ahora viven con mis abuelos. Duermen poco, apenas hay agua, comida ni electricidad. Los cadáveres están en las calles, los hospitales no tienen recursos", cuenta este druso en conversación con este medio.

Desde el inicio de los enfrentamientos, denuncia, el Gobierno ha intentado manipular la narrativa: "Usan a las tribus beduinas locales para provocar a los drusos y justificar la represión. Dicen que somos separatistas porque no entregamos las armas, pero fue HTS (Hayat Tahrir Al-Sham, la facción de Al-Sharaa) quien nos atacó en 2018 y ahora gobierna de nuevo con otro nombre. HTS no es más que otro nombre para Al Qaeda".

Por eso los drusos han desconfiado de Al-Sharaa desde su llegada al poder en diciembre, se negaron a entregar su arsenal y a integrarse por completo bajo el nuevo Gobierno, a menos que se les diera garantías de seguridad.

Sin embargo, las masacres en Latakia de alauitas, la minoría a la que pertenecen los Asad, en marzo a manos de las nuevas fuerzas de Damasco y facciones afines generaron más desconfianza.

Este druso opina que el ciclo de secuestros y represalias entre drusos y beduinos ha sido tolerado por las autoridades desde hace meses. Los beduinos empezaron atacando autobuses, secuestraron estudiantes, pidieron rescates. Cuando los drusos respondieron, "el Gobierno dijo que éramos nosotros los violentos".

La llamada fuerza estatal que intervino en Suaida estaba compuesta en realidad por miembros de HTS con uniformes de soldado. "Han entrado en las casas, humillado y matado. Solo se retiraron tras los bombardeos israelíes", asegura.

"Nos han declarado la yihad. Porque para ellos, somos infieles y debemos ser combatidos. Y los drusos nos hemos defendido. Algunos pidieron apoyo a los drusos israelíes. Por eso el Gobierno ahora nos considera separatistas", asegura el entrevistado.

El alto el fuego solo existe sobre el papel, porque el Gobierno "en realidad no tiene ningún control sobre estas tribus beduinas", prosigue.

El problema es que ahora los drusos no son bienvenidos en ninguna parte de Siria. El entrevistado asegura que el grupo se siente dividido con respecto a ser protegido por Israel, que de momento los está usando también como justificación para atacar Damasco.

"Al-Jolani es solo otro dictador. Gobernó Idlib durante años y está intentando gobernar el país como hizo en Idlib", donde se aplica la ley sharía y una visión muy conservadora del islam. "Va a ser imposible que alcancemos un acuerdo mutuo entre el pueblo sirio y un gobierno radical, el país va a dividirse", concluye este druso.

En el otro lado, miembros de tribus beduinas han denunciado ataques deliberados por parte de milicias drusas, incluidos saqueos y ejecuciones sumarias. Una mujer beduina que sobrevivió a un asalto afirmó: "Entraron a mi casa para robarla y me encontraron dentro. Me suplicaban que no gritara. Me dijeron que si hablaba me matarían allí mismo".

Otro testigo describe cómo su hermano fue asesinado tras ser capturado. Las imágenes verificadas por la BBC muestran escenas de ejecución y maltrato que refuerzan la dimensión vengativa del conflicto.

Sin solución a largo plazo

Frente a este círculo de violencia, el analista político Erdem Ozan advierte que la raíz del problema es más profunda. “El alto el fuego ofrece pocas garantías de reconciliación a largo plazo. Al no estar mediado por instituciones legítimas sirias, sino por actores externos, se percibe como una imposición. La falta de instituciones judiciales imparciales ha permitido que milicias, líderes espirituales y figuras tribales ocupen ese vacío", señala este experto.

Las tensiones entre las comunidades drusa y beduina suní en Suaida tienen raíces profundas en décadas de gobernanza desigual y desconfianza mutua. La ausencia de instituciones estatales imparciales, especialmente en justicia y seguridad, ha permitido que milicias locales, líderes espirituales y tribales ocupen ese vacío.

El gobierno transitorio, al alabar la "actitud heroica" de los grupos beduinos y favorecer su retirada organizada bajo dirección estatal, complica aún más el panorama. Para muchos drusos críticos con el liderazgo religioso tradicional, esto representa una legitimidad selectiva, no una protección equitativa ante la ley.

Sin un proceso creíble de justicia transicional, los crímenes contra civiles, los secuestros y la destrucción de propiedades permanecen sin resolver, y la reconciliación corre el riesgo de ser meramente superficial.

Según Ozan, la estrategia del gobierno transicional liderado por Ahmad al-Sharaa parece premiar la lealtad táctica más que construir legitimidad institucional: "El respaldo explícito a las tribus beduinas, presentadas como actores colaborativos, refuerza la percepción entre los drusos de que existe una protección desigual ante la ley. Esta lógica de favoritismos mina la unidad nacional y genera desafección entre sectores como los drusos críticos con el jeque Hikmat al-Hajari (al-Hijri)", señala al referirse a uno de los líderes espirituales de la etnia (nacido en Venezuela).

Contra el separatismo

Sin embargo, el experto Aymenn Jawad al-Tamimi, uno de los mejores conocedores del complejo mosaico de facciones en Siria, también ha denunciado errores de interpretación que agravan el análisis internacional del conflicto.

Al-Tamimi desmiente la idea de una alianza estable entre el Gobierno y las tribus beduinas: "Aunque algunos clanes hayan colaborado localmente, no existe un frente tribal sunita homogéneo aliado con el Estado. Hay rivalidades entre tribus, e incluso divisiones internas. Además, muchos de los combatientes no son residentes de Suaida, sino llegados de otras provincias".

Para al-Tamimi, este tipo de simplificaciones contribuye a reforzar estereotipos sectarios y dificultan cualquier salida política.

Desmonta además varios malentendidos comunes sobre el papel del jeque Hikmat al-Hijri en el conflicto. En primer lugar, advierte que reducir los enfrentamientos actuales a un choque contra las "milicias de Hijri" es engañoso, ya que incluso facciones críticas con él, -como Rijal al-Karama y Liwa al-Jabal-, están combatiendo por autodefensa frente a las violaciones sufridas por la comunidad.

Al-Tamimi subraya que el jeque Hijri no actúa como comandante militar, ni dirige operativamente a las milicias. Su papel es el de guía espiritual y no se le puede considerar responsable de las acciones de grupos armados que expresan lealtad a sus principios sin estar bajo su mando.

Este analista sirio rechaza con firmeza las acusaciones de separatismo. Hijri no propone una secesión drusa, sino una solución basada en un sistema descentralizado y laico para Siria. El uso del término “separatista” en este contexto, señala Al-Tamimi, es inflamatorio y desproporcionado. Pide evitar comparaciones injustas con los movimientos kurdos o alauitas que sí han coqueteado con la idea de estados propios.

Respecto al despliegue de fuerzas del Gobierno en Suaida, Al-Tamimi aclara que Hijri formó parte de un consenso inicial para permitir su entrada. No obstante, cuando estas unidades cometieron abusos contra civiles drusos, fue el primero en denunciar públicamente la situación, seguido por otras facciones que hasta entonces se habían mostrado más conciliadoras. La responsabilidad de que el acuerdo fracasara, sostiene, recae en el propio Estado y en las milicias tribales aliadas, no en Hijri.

Actores internacionales

En cuanto a los llamamientos a protección internacional, incluido el respaldo tácito a posibles intervenciones israelíes, Al-Tamimi insiste en que deben entenderse como una reacción a la inseguridad reinante, no como una traición ni como una agenda separatista.

Si el Estado quiere desactivar ese discurso, concluye, debe demostrar con hechos que puede proteger a toda la población por igual, sin doble rasero ni violaciones sistemáticas.

En el ámbito internacional, explica Eerdem Ozan que el arbitraje extranjero, de EEUU, Israel y Turquía, está reemplazando la mediación interna en Siria, lo que socava la soberanía nacional siria, se comporta ya más como una “zona gestionada” que como un Estado soberano.

Aunque la solución podría pasar por un estado federal, el enviado especial de EEUU Tom Barrack ha reafirmado el apoyo de Washington a Al-Sharaa y asegurado que “no hay Plan B” para estabilizar Siria y mantener al país unido promoviendo la integración de las facciones kurdas en el ejército nacional.

No respalda los ataques israelíes, pero Barrack ha participado activamente en la negociación del alto el fuego en Suaida, en colaboración con Israel, Turquía y Jordania. La inteligencia de Ankara parece haber participado en la mediación entre drusos y beduinos, mientras que Tel Aviv bombardeó de forma selectiva instituciones del gobierno sirio para frenar la violencia, lo que está desatando un éxodo de beduinos.

Mientras las narrativas se polarizan y la violencia sigue en aumento, para el druso emigrado a América no hay duda: "El nuevo Gobierno no busca reconciliación, solo sometimiento. No hay lugar para las minorías en esta Siria. Jolani prometió respeto, pero se comporta como cualquier dictador. No veo un futuro para mí en Siria".